En el radar revolucionario se hallan bien
colocados Diosdado, Jaua, Adán y Maduro, todos los cuales esperan impacientes
la decisión del comandante, mientras se afanan -cada uno a su manera- en
acumular méritos para convertirse en los usufructuarios del legado del
Presidente. Nadie puede hablar hoy sobre la consistencia de estos liderazgos.
Tampoco es posible determinar si éstos estarían en capacidad de preservarle el
largo plazo a la revolución
Aunque
se encuentra sólidamente unido alrededor del Presidente y de la revolución, el
oficialismo sigue siendo un hervidero. Sus fuerzas endógenas continúan
batallando entre sí para conseguir el beneplácito del comandante. El factor
tiempo anima la efervescencia del debate sobre la sucesión, que poco a poco se
acerca a su momento culminante.
Entre
las idas y venidas que le ha impuesto su enfermedad, el comandante deshoja la
margarita, mientras ve acercarse la hora decisiva. La situación ya no es la
misma: pese a que persiste el temor al resquebrajamiento futuro del
"proceso", los diez meses transcurridos desde que se conoció su grave
padecimiento, no han pasado en vano. La campaña destinada a la fabricación del
heredero político de Chávez ha dado sus primeros resultados provechosos. Siendo
el indiscutible líder único de la revolución, otros rostros distintos al de él
comienzan a despuntar como los nuevos referentes del campo bolivariano.
El
esfuerzo desplegado para crear al chavismo sin Chávez ha apuntalado a cuatro
figuras cuyos nombres lograron posicionarse en el mapa de las percepciones. Es
cierto que ninguno posee las exuberantes condiciones personales del Jefe del
Estado, pero cualquiera de ellos podría resolver los apuros que se le
originarían al oficialismo inmediatamente después de una eventual ausencia
absoluta del mandatario.
En
el radar revolucionario se hallan bien colocados Diosdado, Jaua, Adán y Maduro,
todos los cuales esperan impacientes la decisión del comandante, mientras se
afanan -cada uno a su manera- en acumular méritos para convertirse en los
usufructuarios del legado del Presidente. Nadie puede hablar hoy sobre la
consistencia de estos liderazgos. Tampoco es posible determinar si éstos
estarían en capacidad de preservarle el largo plazo a la revolución. Lo que sí
está claro, sin embargo, es que el chavismo ya cuenta con un outsider a quien
encargarle las responsabilidades de conducción, si las circunstancias sacaran
de juego al Presidente.
Los
porcentajes de respaldo que exhibe cada una de estas figuras hablan de un
problema que ya no tiene la dimensión que tenía hace un año. También es
relevante el amplísimo apoyo que el país chavista dice estar dispuesto a
concederle a cualquiera de los sucesores posibles. El hecho no significa que
"el proceso" pueda conservar el ritmo que sólo un liderazgo como el
del comandante podía imprimirle. Lo que el dato implica es que los
simpatizantes de la revolución se encuentran listos para acatar lo que su líder
decida hacer para resolver la sucesión... El panorama, como se ve, no favorece
los cálculos de algunos sectores opositores que, rechazando y dejando solo a
Capriles, le apuestan a una hipótesis distinta a la del 7-O.
Argelia.rios@gmail.com
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