miércoles, 18 de abril de 2012

ANTONIO JOSÉ MONAGAS / PIDO LA PALABRA / "A PUNTA DE PERIODICAZO"

Gobernar no es un asunto fácil. En democracia constituye un complicado problema. Pero no por las tramas que enrarecen los caminos propios de los sinuosos procesos que comprometen una administración pública estructurada según criterios y principios de ordenamiento jurídico y valores políticos y sociales sobre los cuales se depara la funcionalidad del sistema político que debe orientar las decisiones de un gobernante. Ni tampoco por los controles que deben operarse para evitar dolosas decisiones. Particularmente, por las múltiples variables que determinan el cauce de las políticas públicas asumidas, de los lineamientos generales de los planes nacionales o regionales a ser emprendidos, y de los rangos de complejidad que signan la gerencia pública en todos sus niveles y grados de exigencia. Es una cuestión que debe entenderse desde el contexto de la civilidad y la ciudadanía.
Cuando gobernar se asume con la óptica del militarismo, las realidades se perturban al extremo que incita el autoritarismo toda vez que quienes fungen de gobernantes, suponen que por la vía de la inmediatez abordada, desde la perspectiva del fusil con bayoneta calada, la tarea puede resultarle más expedita. Pues todo lo contrario. Y lo peor, es que no lo reconocen por cuanto estos personajes, envueltos en chapas, estrellas y soles de cualquier color, por su investidura militarista, no comprenden que los Estados-naciones están lejos de ser cuarteles.
Más aún, la condición militar obnubila la posibilidad de equilibrio que la noción de gobernabilidad exige al momento de considerar la ecuanimidad de situaciones donde tienen cabida todas las opciones. No aceptan que la tolerancia se vincule con el pluralismo a partir del cual deben fundamentarse las decisiones de todo tenor y alcance.
La situación actual de Venezuela es un símil exacto de la mezquindad y mediocridad que preceden y presiden la caracterización de totalitarismo a la usanza de lo que se vivió en el siglo XIX. La condición militarista que muestra el gobierno venezolano, hace que los problemas se acentúen a pesar de la retahíla de ofertas que vociferan desde sus dominios mediáticos. El primer mal ejemplo lo dicta el propio presidente quien engreído por la fuerza de sus órdenes y el poder de sus escándalos envueltos en improperios, amenazas y ocurrencias orilleras,  se torna atrevido, insolente y desconsiderado. Desconoce los preceptos constitucionales. O al menos, los que normalizan sus ejecutorias y movilizaciones. Ahora gobierna desde Cuba. Sus decisiones trasponen acuerdos internacionales sin importarle posibles o futuras consecuencias. Sus ejecutorias contradicen anteriores consideraciones. Incluso, acuerdos internacionales. Maneja los recursos a su entero proceder rehusándose a consultar instancias que, por ley, tienen natural injerencia en la administración del erario nacional. Dispone arbitrariamente lo que le venga en gana. Desde ordenar el apresamiento a quien se resiste a su populacherismo, hasta dictaminar las expropiaciones que a su juicio deben servir a su causa socialista.
Este gobierno entró en un círculo vicioso dentro del cual se potencia la crisis de dominación que viene afectando el gentilicio democrático nacional. La insidia interna, sumada a la lucha por el poder partidista amparada en la impunidad y la corrupción encubierta y alcahueteada por el oficialismo. Todo lo busca resolver con empellones, empujones,  declaraciones furtivas y pistoletazos. O sea, a punta de periodicazo.
VENTANA DE PAPEL
 “POR LA BOCA CAÍSTE”
A escasos días de ocupar las primeras páginas de diarios de circulación nacional, en virtud del liderazgo frente al equipo de béisbol los Marlins de Miami por lo cual había llenado recientemente las graderíos del estadio Joker Marchant en la localidad de Lakeland (Florida), su manager, el venezolano Oswaldo Guillén (Ozzie), calló en desgracia por culpa de sus declaraciones a la revista Time. El diario El Universal, había reseñado “Ozzie Guillén tiene el poder”. Sin embargo unos días después, entrevistado para tan importante publicación estadounidense, expresó que amaba a Fidel Castro lo cual le deparó el rechazo de su vida. Cientos de aficionados y fanáticos de los Marlins, se congregaron en las afueras del estadio para elevar su protesta contra Guillén. Sobre todo, cubanos residenciados en Miami.
Ahora Ozzie pareció entender aquel proverbio chino que pregona: se es esclavo de lo que se dice y dueño de lo que se calla. No había reconocido que hay que pensar mil veces antes de decir las cosas y analizar las situaciones. Aunque tampoco hay que ir por la vida soltando lo que pueda ocurrírsele a uno. Especialmente, si no sabe del tema. Ese fue el problema que padeció Ozzie Guillén al decir lo que quizás no quiso proferir. Pero lo que si expresó con alguna vehemencia, luego de pedir perdón de rodillas a los cubanos y latinos, fue que “Hugo Chávez está haciendo en Venezuela el mismo daño que hace Fidel Castro en Cuba”.
Aunque después de meterse en tan serio embrollo, alguien le habrá dicho: “piaste tarde, pajarito”. “Por la boca caíste”.

INFAME CELEBRACIÓN
FLORES MUSTIAS
Abril, dejó de ser el mes que la etimología relaciona con el verbo aperire ('abrir'), por la supuesta forma aperilis, asociándolo a que en este mes la naturaleza abre las flores. Ahora las realidades se han tornado indeseables no sólo por los desacomodos del clima. Asimismo, por los exabruptos gubernamentales toda vez que la gestión pública la ha convertido en espacio para un exacerbado proselitismo que además de consumir los recursos del Estado, causa desasosiego en la población que se plantea la democracia como sistema político de vida.
La exagerada celebración de la extraña restitución al poder del presidente Hugo Chávez, luego de la reacción cívico-militar que momentáneamente dio al traste con el autoritarismo que había pretendido y que hasta ahora continua ejerciendo incluso con mayor saña, ha sido el motivo para que el propio gobierno central celebre, con bombos y platillos, la deshonra constitucional que representó aquel 13 de abril de 2002. Diez años han pasado desde entonces. Diez años colmados de arbitrariedades, actos vandálicos impulsados por la violencia política promovida desde Miraflores, agravios contra la propiedad individual, contra los derechos fundamentales del venezolano, acusaciones infundadas y decisiones desajustadas de la ley, cabalgante corrupción, hinchada criminalidad sin castigo, desorbitada inflación, medidas y resoluciones impúdicas que contravienen los esfuerzos por desarrollar económica y socialmente la nación.
Entonces, ¿por qué tanto derroche en propaganda para exaltar la muerte de venezolanos que cayeron protestando los caprichos de un régimen cuyas controversias siguen causando tantos desastres de todo tenor? Resulta absurdo permitir tan infame celebración.
CUNDE LA INCERTIDUMBRE
Las noticias, aunque muchas basadas en meras especulaciones debido al grado de desinformación con el cual actúa el gobierno nacional aconsejado por asesores cubanos infiltrados en la estructura administrativa pública, son preocupantes. Desde lo que significa la salud presidencial, hasta los rumores sobre el crudo enfrentamiento por el poder que está viviéndose en los cuadros superiores del PSUV, configuran todo un abanico de sombrías conjeturas que en los últimos días están tejiéndose en la piel política del país. Hay quienes advierten que momentos críticos asechan la nación. El alto mando militar se debate entre hipótesis y determinaciones que no terminan de ponerlos de acuerdo lo cual deja ver, con cierta transparencia, la sarta de problemas que le espera a la sociedad venezolana. Más aún, cuando la incapacidad gerencial ha sido lo característico de estos últimos años de “revolución bonita”.
Se dice que la controversia es de tal tamaño dentro de las filas gubernamentales, que lejos de resolverse la situación en ascuas, todo podría devenir en una hecatombe política y administrativa de marca mayor. Aunque nada de lo que ha corrido es deseable, lo que debe buscarse es la conciliación de manera que cualquier indicio de asedio pueda derrumbarse a partir de la confianza que, decisiones ajustadas a derecho, imperen por encima de cualquier temor o rumor de baja calaña. No hay duda de que la situación es compleja en el ambiente militar. Igualmente, en el terreno político que toca al gobierno y a la conducción del país en todas sus esferas. En medio de esta hora turbia, parece que nadie se atreve a tomar decisiones.
El país desea el retorno de un presidente sanado. Pero que al mismo tiempo, entienda él que debe gobernarse con sentido de respeto al oponente que igualmente es tan venezolano como el que más. Las horas que vienen reflejar escepticismo dada las condiciones reinantes. En todo caso, es indudable que cunde la incertidumbre.
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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