sábado, 24 de marzo de 2012

MAURICIO RODAS ESPINEL: LA NUEVA GEOMETRÍA POLÍTICA

La escisión izquierda-derecha en el espectro político surgió durante la Revolución francesa. Pero hoy debería estar superada, argumenta Rodas en este ensayo. Y para ello propone una nueva adjetivación, con carga moral: “gobierno responsable”.
La antigua izquierda es hoy una filosofía fracasada, tanto como la nueva derecha. Necesitamos una teoría política que no sea de izquierda ni de derecha. Anthony Giddens
¿Fue de izquierda la política de Lagos y Bachelet que convirtió a Chile en el país con mayor número de TLCen el planeta? ¿Puede ubicarse en esa corriente a la más alta oferta pública de acciones en la historia mundial, realizada por la estatal Petrobras en el gobierno de Lula? ¿Es el Seguro Popular, programa ejecutado por administraciones panistas en México, una acción de derecha? ¿Responde a esta tendencia la reciente nacionalización de carreteras por el presidente panameño Ricardo Martinelli? ¿Es coherente con la ideología de Hugo Chávez que la estatal PDVSA tenga su filial más grande en Estados Unidos?
La geometría política continúa trazando los ejes de izquierda-derecha, aun cuando su carácter anacrónico, confuso e inoperante resulta cada vez más evidente, como la incapacidad de responder las preguntas arriba expuestas lo demuestra. Estas etiquetas surgieron hace más de doscientos años con significados que han variado drásticamente a través del tiempo, y que en el presente no solo tienen poca concordancia con sus orígenes, sino que también resultan limitadas para definir nuevas y complejas realidades del debate político. ¿Acaso las posiciones en torno al medio ambiente, a la eutanasia, al aborto, al manejo de células madre o a la participación privada en ciertos sectores de la economía pueden fijarse bajo las mismas categorías utilizadas para distinguir a los jacobinos de quienes defendían el Antiguo Régimen en la Asamblea Francesa del siglo XVIII?
América Latina es un ejemplo particularmente claro de la obsolescencia y la vaguedad de estas categorías. La línea que las separa se ha vuelto tan borrosa que ha ido perdiendo su función en un mundo en el que se impone el pragmatismo por encima de dogmas del pasado. Intelectuales, políticos, líderes de opinión y otros sectores de la población –sobre todo los jóvenes– coinciden en ello aun a pesar de sus diversas inclinaciones, y no se sienten ya representados por las categorías “izquierda” y “derecha”. De hecho, la preocupante apatía política que la juventud expresa en varios países de América Latina podría explicarse en parte por la ausencia de planteamientos ideológicos que respondan a sus inquietudes y sintonicen con las cambiantes necesidades de su entorno.
Los modelos de desarrollo que se han aplicado en nuestra región durante décadas, matizados por la disputa entre la izquierda y la derecha y bajo regímenes de una u otra orientación, han fracasado. Mientras la mayoría de nuestros países han quedado atrapados en enardecidas discusiones ideológicas sin solución, otros como Chile, Costa Rica, Uruguay y, más recientemente, Brasil, han logrado trascender la tensión izquierda-derecha, privilegiando la efectividad y la responsabilidad en aras del progreso.
¿Por qué entonces seguimos operando bajo una lógica tan desgastada? La respuesta parece radicar en el empeño de quienes obtienen lucro electoral por prolongar la dicotomía e identificarse con determinado bando. Particularmente notorio es el caso de quienes presentan su ropaje de extrema izquierda como patente de exclusividad para luchar por las causas sociales y satanizar cualquier postura moderada. En respuesta, quienes son “acusados” de ser de derecha apuran la negación de los cargos y acusan a sus contrincantes de obstruir la generación de riqueza, exacerbando las diferencias y reviviendo una geometría política moribunda. El apasionamiento que genera la lucha entre unos y otros ha impedido que numerosos temas puedan debatirse de forma más abierta. Al margen de la efectividad publicitaria que esta vieja terminología pueda generar para algunos, su incapacidad para orientar a la ciudadanía, así como para contribuir a la discusión seria y a la aceleración del desarrollo, revela la necesidad de mecanismos alternativos.
LA RESPONSABILIDAD COMO EJE
En la definición de una geometría política funcional se deben tomar en cuenta las condiciones de orden social, económico y cultural imperantes en nuestra región. Las posiciones en torno a aspectos como el combate a la pobreza, la solidez institucional y el desarrollo económico sustentable, así como respecto al autoritarismo y el populismo, deben quedar claramente establecidas. Para evitar caer en los vicios de la división izquierda-derecha, el reto es construir esquemas que proyecten de manera directa y simple valores de aceptación general.
El esquema que propongo tiene a la responsabilidad como eje rector. La palabra responsabilidad proviene del latín responsum, una forma del verbo responder. Responsabilidad es la “habilidad de responder”; conlleva el cumplimiento de los deberes que cada persona está llamada a ejecutar de acuerdo al entorno sociopolítico en el que se desenvuelve. El Estado, como regulador de la sociedad, tiene la obligación de asegurar la impartición equitativa de justicia y promover la igualdad de oportunidades para todos los habitantes. Así, la responsabilidad aplicada al gobierno, como estructura encargada de la conducción del Estado, es la obligación de “responder” ante la sociedad conforme al orden establecido.
www.letraslibres.com/revista/convivio/la-nueva-geometria-politica
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