sábado, 25 de febrero de 2012

JUAN DE DIOS RIVAS VELÁSQUEZ: LA ENFERMEDAD DE LOS MALOS POLÍTICOS (UTOPÍAS Y LÓGICAS)

La política es una ciencia complicada, que tienes sus principios y lógicas, con sus enfermedades, vicios y perversiones. El poder exacerbado y la patología del “reeleccionismo” o continuismo, es una aberración que termina matando o dañando a muchos y al que la padece crónicamente lo desfasa de todo sentido común.
Los políticos inmaduros o desviados, sin ética, con pocas bases morales, son unos azotes y  son personas que casi siempre se enferman de codicias o megalomanías, y sin embargo tienen seguidores inocentes, oportunistas y resentidos, que los admiran, le rinden culto, los ensalzan y les jalan hasta el guinde mortal. El político que triunfa sin hacer carrera, termina siendo un corrupto, sanguinario alocado, mentiroso contumaz y aberrado destructor.
Los militares que llegan al poder por golpes de Estado o después de golpes fallidos, nunca son sinceros, improvisan todo, y buscan exitosos con el trabajo de otros, no entienden de Estado democrático y de justicia, no respetan poderes, ni principios y menos valores, siempre ellos por encima del pueblo, las leyes y las instituciones, resultando totalitarismo, comunismo o dictadura empobrecedora, genocidas y el colapso del bienestar. Estos políticos suelen ser unos cínicos parlanchines, simuladores y desesperados por alcanzar la gloria sin tener con que, la notoriedad sin obras, el poder absoluto sin ganar respeto, aun-que todo eso dure poco y a menudo acabe mal para él y sus seguidores.
Si queremos tener políticos con convicciones transparentes y deseos de servir antes de ser servidos, es obvio que no lo sacaremos de una cajita de sorpresa, las razones altruis¬tas o desinteresadas, no se consiguen tan fácil, es una escuela de vida, de accionar con responsabilidad, perseverancia, sacrificios, uniendo voluntades honestamente y cumpliendo lo que piensan, dicen y prometen. ¿De qué están enfermos o contaminados los políticos de hoy?, es común que de vanidad, de protagonismo oportunista y son víctimas de los enredos a causa de los masajes de ego de los pusilánimes y mediocres; insisten en contemplar¬se a sí mismos con pasión desproporcionada, de escucharse embriagados de sueños fantasiosos, de vivos manipuladores, de mirar las noticias de televisión con sus imágenes relumbrando, no para ver qué han dicho o en qué se han equivocado o mal expresado.
Los políticos persiguen -enfermizamen¬te- eso que llamamos la pantalla, creen que solo así lograrán el poder, en la mayoría de los casos, no es otra cosa que la sensación efímera de que él es más im¬portante que los demás, que ellos están por encima de los otros, que él es el que manda, el jefe de la tribu, el que toma las decisiones. Todo lo que es importante en la po¬lítica gira alrededor del poder, los que no tienen poder sueñan con llegar a tenerlo, se desesperan por alcanzarlo, se sienten menos cuando no lo tienen, y los que han llegado al po¬der no se contentan con eso, quieren más poder, tienen miedo a perderlo, se desve¬lan por no perderlo, recu¬rren con frecuencia a toda clase de picardías, trampas, ruindades y disparates para perpe¬tuarse en el poder y exten¬der su dominio sobre los otros.
Un político sano, humanista y cristiano o de otra corriente doctrinaria que se respete, debe predicar con el ejemplo, debe ser un pedagogo a tiempo completo, avanza con coherencia sobre los hechos y las obras en su trayectoria; nunca cae en tentaciones, halagos necios y desvíos éticos, siempre cuida los detalles y a su gente, camina haciendo el bien sin mirar a quien. Eso es lo que distingue a los políticos auténticos, nobles y de raza, y los diferencian de los que no conciben su vida política fuera del mundo tóxico de lo baladí, trivial, indecente y demagógico.
El reto de hoy es salirle al paso a lo enrarecido de la política ramplona y perversa. A los que piensan que si llegan al poder y si ganan las elec¬ciones, serán considera¬dos exitosos, triun¬fadores, incluso ejemplares, hay que advertirles que eso hoy no es así, la gente quiere salir de esta tragedia roja, por lo cual se debe tener cuidado en no incurrir en una desviación de personalidad y perspectiva.
La misión de los triunfadores no es vanagloriarse o sentirse aclamados, su verdadera misión es servir al bien común y social, no incurrir en peculado y no dejar que otros lo hagan, hoy se debe y se puede hacer rico al pueblo, a los militantes del partido, a los adversarios y a todos los habitantes de una municipalidad o un estado o un país, sin robarse un centavo del erario público… solo hay que organizar y educar a la gente para que produzcan y trabajen para desarrollar riqueza, bienestar y participar en los cogobiernos sociales y gobiernos fructificadores… ese es el camino y en Venezuela se puede, porque somos ricos de naturaleza, solo que no distribuimos bien, no hemos tenido equidad y justicia social en el reparto, o no hemos sabido qué hacer cuando se toma el poder, nos desviamos y nos dejamos penetrar por corruptos e improvisados.
El político debe prepararse para la victoria o la derrota, si no llegan al poder reflexiona, se revisa y revisa a los que lo acompañaron. Si pierden por un puñado de votos o por muchos es necesario hacer un balance escrito y eso le servirá para intentarlo de nuevo, y si siguen perdiendo una y otra vez, es lógico que caerá su reputación sobre una sombra oprobiosa o majadera, la sospe¬cha de que son perdedores natos lo perseguirá; para algunos son gente desgraciada, sin suer¬te, que tienen un destino acia¬go, pobres de éxitos, nunca llega¬rán al poder con el que tanto habían soñado.
De modo que el político que se respe¬ta entiende de los efectos y alternativas, debe echarse el al¬ma a cuesta, entender que el poder no lo es todo, que intentar llegar el po¬der justifica todos los esfuerzos que ha hecho, pero que no solo el poder da satisfacciones espirituales y humanas, se puede servir a la gente (verdadera significación de vivir en sociedad) en otros campos y actividades. Los políticos obsesivos no sirven, de nada valdrán  to¬dos los embustes, todas las concesio¬nes intelectuales, morales y éticas, sin autenticidad, nobleza y trasparencia no hay vida larga.
 Dado que el producto que el po¬lítico vende no es un chocolate, un desodorante o un carro, sino una esperanza y un cambio (evolutivo o transformador), deben basarse en razones sólidas o intangibles creíbles porque el plan o proyecto tiene lógica de resultados y sentido común de realización. El mejor político es el que sabe adaptarse a estudios, investigaciones y diagnósticos de realidades sociales, geográficas, oportunidades, recursos naturales y humanos, es el que necesita oír, quiere escuchar. No gana el más inteligente ni el más preparado ni el más virtuo¬so ni el más leído, gana el que comunica más eficazmen¬te a la mayoría, el que se rodea mejor, el que suma más, el que respeta a los aliados por pequeños que sean e inter¬preta con astucia lo que la mayoría quiere escuchar en ese momento, en esa deter-minada circunstancia, sin caer en mentiras, engaños y demagogia.
En la Venezuela de hoy el empeño debe ser por conquistar el poder para servir responsablemente, mejorar la calidad de vida, pacificar el barrio o el territorio de adscripción, acabar con la delincuencia sin exterminar al ser humano, crear oportunidades para todos, lo que implica una educación de primer mundo y formación para el trabajo. Las mayorías suelen cambiar con el buen ejemplo y educación, los pueblos que saben que el bienestar y las oportunidades se las da un estado o municipio promotor y emprendedor, son más productivos y creativos.
El próximo presidente democrático tendrá la noble oportunidad de iniciar una era de crecimiento económico, justicia social, riqueza colectiva y bienestar integral, nos librará y guiará para que no seamos esclavos, pobres y desvalidos... La victoria conducida por la justicia fue siempre nuestra guía... SIMÓN BOLÍVAR, 7/9/1814.-
rvjuandedios@gmail.com.
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