Tiempo de disfraces, de rumba y de que las
cosas parezcan lo que no son. Es Carnaval. Asueto y descanso para una parte.
Asueto y mucho cansancio para otra. Asueto y, lamentablemente, tragedia para
muchos. Pero, para el común de los venezolanos, que es la gran mayoría e
incluso para la que actualmente ya no lo es, la fiesta de Baco dura todo el
año. Es más, arrancó en 1992, pasó por el 98 y arrancó el nuevo siglo en un
solo traje de negrita.
Esta revolución no es una revolución. Es un
disfraz de revolución. Es la caricatura de lo que bien pudo ser un gran vuelco
para el país, pero micomadantepresidente la convirtió en una rochela llena de
militares, cubanos y hasta chinos por todas partes. La volvió una robadera que
ni siquiera Al capone hubiera imaginado que este atraco pudiera ser posible
alguna vez. La volvió esta coba gigantesca que entre cadena y cadena, es el
único instrumento que encontró para también hacernos creer que trabaja. Sí, el
país vive diariamente un Carnaval, pero no como el de Río o el de Venecia. No
este es un carnaval realmente tercermundista y parroquial y, especialmente,
diseñado y ejecutado por estafadores.
Los hay de todos los tipos. Militares
disfrazados de estadistas. Narcotraficantes disfrazados de militares.
Secuestradores disfrazados de policías. Dirigentes sindicales que engañan a sus
representados. Educadores que adoctrinan. Poderes públicos arrodillados al amo.
Tribunales ajusticiadores de adversarios. Sí. Es un Carnaval gigante. Por eso
estos días no son tan diferentes como el resto del año. De hecho, hay
criminales disfrazados de revolucionarios y guerrilleros con traje de ángel con
arandela en la cabeza y todo. Los ofrecedores y prometedores son otra variable
importante de este Carnaval cívico-militar. Es una fiesta populista larga y
tendida que intenta convencer a la gente de que está compuesta por lo más
granado de la política venezolana y mundial, cuando en realidad no le llegan ni
de cerca de ninguno de los mandatarios de las otras naciones de la región.
Hasta Evo y Correa tuvieron mejores resultados en inflación, solo por decir
algo y simplemente le siguen el juego a micomandante y le sacan lo que pueden.
Otro disfraz. Se uniforman de integración y alianzas, cuando en realidad no son
más que una cuerdita de vividores. Hasta ahora ese disfraz les ha resultado.
Pero sin lugar a dudas, el mejor disfraz no es
de negrita ni de Batman. Es el de micomandantepresidente. Una fantasía digna
del Sambódromo. Nos dice que es el presidente de Venezuela. En realidad es
músico, cantante, bailarín, locutor, presentador de televisión, pelotero,
futbolista, cocinero, médico, jinete, coleador, navegante, soldado,
paracaidista, constructor de gasoductos, ingeniero, conductor de todoterreno,
chofer de autobús, operador de perforadoras, piloto de metro, yerbatero, brujo,
obrero de la construcción, guerrillero, actor de teatro, maraquero, rapero,
cómico, comediante, buscapleitos, boxeador, criador de gallos, cubano, chino,
ganadero, joropero.
No olvidar que efectivamente sí es presidente,
pero de una minoría de venezolanos. A la mayoría no la quiere ver ni en
pintura. La odia. La llama majunches.
Carnaval socialista, pues.
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