jueves, 16 de febrero de 2012

ANÍBAL ROMERO: TRIPLE DEPENDENCIA

El pasado día domingo y en obvia referencia a las elecciones primarias de la oposición, el Presidente de la República declaró que “Ningún trance truncará la independencia”. Sus palabras evidenciaron el escaso respeto del Jefe del Estado hacia la soberanía popular, pues me parece claro que al hablar de “ningún trance”, es decir, ningún evento, Hugo Chávez descartaba que la adversidad electoral que podría sobrevenirle más adelante sea capaz de cambiar el rumbo de las cosas en Venezuela.
La declaración del Presidente puso una vez más de manifiesto la fantasía según la cual el régimen que encabeza ha fortalecido la independencia del país. Por el contrario, el ejercicio del poder por parte de Hugo Chávez y sus seguidores ha significado la concreción de una triple dependencia, que no hace sino profundizarse.
En primer término, Venezuela se ha hecho dependiente de la Cuba castrista, que al igual que hizo en Angola, Mozambique, Chile, Panamá, Grenada y Nicaragua, entre otras naciones, ejerce hondos y significativos controles mediante sus aparatos de inteligencia e información en nuestro país, tanto sobre el sector militar como civil. A través de larga experiencia, la Cuba castrista sabe apoderarse del sistema nervioso del Estado sobre el que cumple funciones de fuerza de ocupación, y de allí que las Notarías, centros de comunicaciones, servicios policiales y de represión, así como de protección a personalidades clave, terminen en manos de agentes especializados que cumplen órdenes de la Habana.
Esta dependencia se refuerza con el permanente y sistemático entrenamiento de venezolanos en Cuba, que luego regresan al país, adoctrinados de marxismo y dispuestos a actuar como instrumentos de nuestra creciente dependencia.
En segundo lugar, la disparatada y ruinosa revolución chavista ha logrado que Venezuela dependa como nunca antes en su historia de la renta petrolera. La destrucción del aparato productivo industrial, de nuestra riqueza agrícola y ganadera, de la infraestructura educativa y de transporte, así como el constante ataque a la función empresarial y el desmantelamiento profesional de PDVSA, han llevado a Venezuela a convertirse decisivamente en lo que Rómulo Betancourt denominaba “una factoría petrolera”. Tal dependencia nos coloca frente a una grave vulnerabilidad geopolítica, acerca de la cual Hugo Chávez ni parece percatarse. Por el contrario, no pasa un solo día sin que el Jefe del Estado profiera alguna nueva amenaza contra el sector privado, y para contribuir a nuestra “independencia” les advierte que cerrará sus empresas ¡para importar los productos de China! ¡Qué maravillosa “independencia” la que ha nutrido su nefasta revolución!
Por último, el socialismo del siglo XXI, como todo socialismo, ha acrecentado la dependencia de millones de venezolanos con respecto a las dádivas del Estado petrolero. En lugar de promover ciudadanos autónomos, capaces de ganarse la vida y levantar a sus familias con trabajos productivos, la revolución multiplica exponencialmente la humillante dependencia de los más pobres, sujetándoles al control de un gobierno que, lejos de exaltar la dignidad de las personas, las somete a la condición de mendicantes en búsqueda perenne de subsidios públicos.
De modo que la retórica del Jefe del Estado se encuentra muy lejos de la verdadera realidad de una Patria que en sus manos se ha hundido en el pantano de la división, el odio y la sumisión a un poder extranjero, un poder que actúa con ambición depredadora en nuestra tierra. Pero ya se vislumbra el fin de la pesadilla.

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