domingo, 1 de enero de 2012

ZENAIR BRITO CABALLERO: “CUANDO LA JUSTICIA SE VUELVE CIEGA”

Cuando era una niña me llamaba la atención la figura femenina que representa a la Justicia con los ojos vendados. ¿Tal vez estaba herida?  Entonces se me explicó que  la Justicia es ciega. ¿Cómo? pregunté asombrada a mi padre. Aquello me parecía aún peor. Me contestaron  con ese tipo de risa con que los mayores explican a los niños cosas elementales, que la Justicia no  hace distinciones entre  quienes ha de juzgar, y así puede ser justa. Bien mirado, era lo propio. Esa explicación me  convenció y  tranquilizó por un tiempo.
Menos aún, costó a los mayores hacerme entender –porque de niños poseemos un sentido innato de lo que es justo- que la balanza que exhibe  significa a cada uno lo mismo que al otro. Y por último quedaba la espada, pero eso los niños saben de sobra para qué sirve. (Es más, con el tiempo, iría  viendo que eso era lo que más a menudo  se esgrimía  en nombre de la Justicia).
Después de adulta, tuve  que ver con mis propios ojos en los periódicos y en los noticieros de televisión, cómo jefes de Estado convertidos en genocidas no eran nunca juzgados, sino aclamados,  o eludían las leyes con astucia arropados por ejércitos de abogados y jueces corruptos, mientras se condenaba con   suma facilidad  a desproporcionadas condenas -incluida  la  muerte- a gentes de baja procedencia social que de haber tenido los recursos necesarios hubieran dispuesto de aquellos  mismos ejércitos de abogados y hasta hubieran sido aclamados por los mismos que exigían su condena. 
Veía a lo largo de mi vida cómo cínicos tributos engañaban con absoluta desfachatez llevando a la bancarrota a sus empresas o a sus ciudadanos, mientras los testigos de esos delitos eran asesinados o asesinados-desaparecidos por el simple hecho de decir la verdad desenmascarándoles ante la opinión pública sin que la Justicia moviese un dedo a su favor.
Veía  cómo naciones poderosas invadían a países pobres y los esclavizaban sin que la balanza de la Justicia interviniese. Pero era fácil  que los ciudadanos tuviésemos que amortizar de nuestros impuestos las deudas de un banco privado en quiebra, o que ricos estafadores se libraran del sufrimiento de la cárcel  después de dejar unos cuantos millones en uno de los platillos de la Justicia.
Ahora, cuando me encuentro ante la estatua solemne comprendo que la venda significa precisamente que la venerable Dama de la justicia no quiere ver la cara de los justos ante los desmanes que se cometen en su nombre contra los derechos humanos y hasta contra las leyes divinas, como sucede con las  guerras llamadas "justas", o aún peor  consideradas "santas".
La justicia de los hombres, con su lentitud, sus errores, sus favoritismos, su inmoralidad en tantas ocasiones,  se basa en el Derecho. Pero el Derecho representa una sola clase de ley: la ley del Ego.
Sus  artículos vulnerables, frágiles, de quita y pon, permiten  variadas interpretaciones. Eso permite que existan jueces que juzguen con manga ancha o estrecha según qué juez y qué asuntos y a quiénes, y que existan esos ejércitos de abogados que viven justamente de los entresijos y trampas  que les permiten las ambigüedades de las leyes.
Así he llegado a descubrir con absoluta nitidez que la distancia entre Derecho y Justicia  es la misma que existe  entre Barbarie y Civilización, y que todavía estamos muy lejos de esta última !Qué tristeza!
britozenair@gmail.com

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