Cabe preguntar al presidente si luego de vivir tan críticos momentos, ahora estará ahora persuadido a demostrar un cambio real en su conducta. Cambio éste que sepa atender y comprender las necesidades de un país sumergido en el desorden y caos económico, social y político que sus propias palabras han incitado. Incluso, cuando hace más de nueve años acostumbraba a intimidar blandiendo un Cristo en sus manos. ¿O será que ahora, luego de comprometerse con “servirle a Cristo en el pueblo venezolano” habrá seriamente en él un arrepentimiento de verdad?
Aunque Miguel de Cervantes decía que “un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma”, las actuales realidades dejan ver otra cosa. Sobre todo, cuando el arrepentimiento entendido como “pesar de haber hecho alguna cosa” (DRAE) tiene como escenario la política utilizada como coartada para justificar la redención necesaria ante los ojos del pueblo.
Pero también se dice que el arrepentimiento es lo que manifiesta una persona en medio de un acto con la idea de disminuir o reparar el daño de una falta cometida o de facilitar su castigo. Sin embargo, la hipocresía juega un papel determinante pues el arrepentimiento del hipócrita es de por si una crasa falsedad que muchas veces termina convirtiéndose en una vulgar comedia cuyo argumento no es otro que el engaño premeditado. Y es que en el terreno de la politiquería, resulta inevitable disfrazar las propias inclinaciones por lo que es imprescindible desempeñar bien el papel de hipócrita. Habida cuenta que la alegría del hipócrita dura sólo un instante.
En el fragor de lo que este jueves resultó del hecho de ocupar una cadena nacional de radio y televisión para ver al presidente de la República aduciendo su fe católica, cabe este preámbulo. Indudablemente, luce chocante contrastar al personaje de marras cuando hace poco despotricaba de la Iglesia Católica, de sus santificadas imágenes y de respetados sacerdotes, frente a lo que apreció el país político al momento que, en postura de arrepentido y de rodillas, daba gracias al Santo Cristo de la Grita. O quizás pedía misericordia.
En cualquier caso, cuesta creerle después de acercarse a oficiantes babalaos, chamanes y curanderos de toda ralea en busca de salvación ante su mal. Así como también se le ha visto vejar a dignos ministros del Catolicismo. Inclusive, llegar al extremo de ofender la importancia histórica y la significación espiritual y sentimental de la Iglesia Católica venezolana. Entonces, ¿qué puede pensarse cuando la población católica y con conciencia democrática ha padecido de un charlatanismo presidencial que sólo ha servido para apalear sus esperanzas y malograr la moralidad de quienes confiesan distancia con su proyecto hegemónico de socialismo insustancial?
Tristemente, la mañana del pasado jueves terminó convertida en un infortunado espectáculo mediático que rayó en una parodia de sincretismo entre la superstición que muchas veces dejan entrever los asfixiantes discursos presidenciales, y el enredo de teoría marxista que enseña con lo cual busca forzar decisiones de gobierno. Finalmente, cabe preguntar al presidente si luego de vivir tan críticos momentos, ahora estará ahora persuadido a demostrar un cambio real en su conducta. Cambio éste que sepa atender y comprender las necesidades de un país sumergido en el desorden y caos económico, social y político que sus propias palabras han incitado. Incluso, cuando hace más de nueve años acostumbraba a intimidar blandiendo un Cristo en sus manos. ¿O será que ahora, luego de comprometerse con “servirle a Cristo en el pueblo venezolano” habrá seriamente en él un arrepentimiento de verdad?
VENTANA DE PAPEL
Y SIGUE EL PROBLEMA UNIVERSITARIO
El manejo, control y asignación del presupuesto de las universidades autónomas venezolanas, sigue siendo un tema de intrincado debate y de serias dudas. Lo que antes constituía una laboriosa dinámica de planificación que resultaba en la presentación del presupuesto anual universitario, ahora es una burda repartición a ultranza de una cuota. Además insuficiente para cubrir el crecimiento natural de programas que exigen mayores recursos económicos. Es decir, por la absoluta autoridad gubernamental, estas universidades vuelven a repetir el presupuesto asignado el año pasado.
Y lo peor sucede cuando se advierte que dicho problema viene dándose desde 2007. Entonces, saque usted la cuenta de todo lo que esto genera en perjuicio del desarrollo y consolidación del devenir universitario. De esta manera deja verse el carácter ignominioso del régimen toda vez que desconoce la naturaleza del correspondiente crecimiento institucional. Igualmente pareciera desconocer que la cruda inflación que vive el país afecta imperiosamente la funcionalidad académica y administrativa de estas universidades.
PERJUDICADOS POR IGUAL
El cacareado socialismo no sólo sigue sin entenderse. Igualmente luce cada vez mas confundido. Con la discusión de la reforma a la Ley de Arrendamientos que está dándose en la Asamblea Nacional, el equilibrio que refiere dicha normativa resulta compulsivo pues tiende a perjudicar a inquilinos y propietarios casi por igual. Esto, aparte de que podría implicar la aniquilación del mercado de alquileres en el sector habitacional. O sea, que ya nadie se atrevería a rentar una propiedad por cuanto, según dicho proyecto de Ley, el temor habrá de cundir a la población que ha vivido de lo que estos alquileres representan en términos de los llamados ingresos familiares.
El carácter confiscatorio y discriminador de la susodicha Ley, aumentaría el nivel de disgusto que viene sembrándose en la población venezolana en contra de un gobierno que arremete en perjuicio de los sectores sociales más abollados económicamente. Y encima de todo esto, estaría el congelamiento de las cuotas de arriendo lo que terminaría de complicar la situación del país en esta materia.
ÓPERA CARMEN EN ESCENA
La Universidad de Los Andes vuelve a destacar la fuerza de su voluntariado. Esta vez, correspondió a la Facultad de Arte llevar adelante la puesta en escena de la famosa Ópera Carmen de Biset. Tan magno esfuerzo comprometió un importante sector del personal universitario a reproducir cada acto de tan significativa obra lírico-musical lo que bien valió la pena pues su resultado satisfizo las expectativas planteadas al dignificarse los recursos y el tiempo empleado en su preparación y montaje.
Más de doscientos artistas plenaron la Sala de Conciertos del Centro Cultural Don Tulio Febres Cordero lo que se tradujo en un histórico momento para rendir homenaje a los 453 años de la fundación de la ciudad de Mérida y a los 201 de creación de la ULA. Vaya para sus actores, músicos, cantantes, escenógrafos, coreógrafos, tramoyistas, luminitos, directores musicales y corales y personal de apoyo logístico, las más fervientes felicitaciones por tan hermosa y meritoria entrega de energía y corazón.
¿INDIGNADOS NACIONALES?
El caso de los “indignados” es de vieja data en Venezuela. Aunque ahora están haciéndose sentir en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, la situación venezolana tiene peso propio. Los llamados “indignados” no son otros que aquellos que viven contrariados en un país donde se confinan los espacios, se niegan los derechos y se reducen las libertades. ¿Qué queda de esto? Sencillamente, la protesta callejera, la paralización de servicios, la huelga de hambre, la interrupción de vías y las marchas a pleno sol. Solamente en lo que va de año 2011, las protestas han superado la cifra de 4.000 manifestaciones por motivos distintos.
Desde razones que se explican en la explotación al trabajador, incumplimientos de contrato, falta a la palabra de gobernante, inflación galopante, inseguridad, impunidad, extorsión pública, secuestro a la vuelta de la esquina, sueldos congelados, prestaciones confinadas, servicios de salud y educación deplorables, corrupción al descubierto y otras tantas causas que movilizan al venezolano a protestar sin que el gobierno llegue a advertir la incidencia de tan reiteradas reclamaciones. Entonces, ¿por qué no decir que hay “indignados nacionales” y que casi constituyen una clase popular?
antoniomonagas@gmail.com
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