Una sociedad que roba al individuo el producto de su esfuerzo... no es, estrictamente hablando,una sociedad sino una turba, una banda de asaltantes institucionalizada. Ayn Rand.
1.- ¿POR QUÉ EL POPULISMO ES TAN POPULAR EN AMÉRICA LATINA?. GABRIEL ZANOTTI
2.- SOCIALISTAS DEL SIGLO XXI, NEOCONS ANDINOS. APARICIO CAICEDO CASTILLO
3.- LOS GOBIERNOS ENCARECEN LOS ALIMENTOS. ALEJANDRO A. TAGLIAVINI
La Fuerza de la esperanza se mueve. Esfuérzate, anímate y trabaja. Solo faltan 619 días, cuenta regresiva inexorable. Artículo 231. Constitución de 1999. El nuevo Presidente tomará posesión el 10/01 del primer año de su período constitucional.- @raulamiel
¿POR QUÉ EL POPULISMO ES TAN POPULAR EN AMÉRICA LATINA?. GABRIEL ZANOTTI
Texto de la ponencia presentada en la Mont Pelerin Society el Martes 19 de este mes.
1. Populismo en general.
¿Por qué las propuestas demagógicas e intervencionistas, con grados diversos de autoritarismos, son en general aceptadas por la gran mayoría de la población?
Es una pregunta que choca con el habitual racionalismo de ciertos liberales , que presupone que explicando racionalmente las bondades del libre mercado y el gobierno limitado, debería bastar para su aceptación. Si ello no es así, es que aún no hemos encontrado la forma de “explicarlo y-o comunicarlo bien y adecuadamente”.
Sin embargo, la naturaleza humana no es racional “de ese modo”. Freud, en su obra “Psicología de las masas y análisis del yo” , nos explica algo sobre la naturaleza humana que los liberales clásicos deberíamos incorporar más a nuestros análisis políticos. La evolución de la psiquis no es tan fácil. La ambivalencia sobre la figura paterna puede general a veces una identificación y una regresión infantil a la figura del padre (como un proceso inconsciente para evitar “el asesinato del padre”). Estas personas con esta regresión quedan perfectamente preparadas para una alienación y masificación con el “jefe de la horda”, expresión muy significativa utilizada por Freud. O sea que en el psiquismo de muchos adultos existe una bomba de tiempo: un proceso de regresión por medio de la identificación con la figura paterna que se proyecta en el líder autoritario. Por eso las personas masificadas se sienten “hermanadas” en el amor al líder, y son propensas por ello a procesos de igualación que los identifique precisamente como los hermanos ante el padre. Esta es una explicación de los fenómenos de masas que explica muy bien los procesos de autoritarismos políticos, y la mala noticia es que estas personas no están precisamente preparadas para ejercer el juicio crítico contra el dictadorzuelo que ha capturado la debilidad de ese yo que padece una profunda regresión hacia sus etapas más infantiles.
Vìctor Frankl, otro psicólogo y psiquíatra vienés, fundador de la “logoterapia”, da una explicación complementaria, en mi opinión . Frankl sostiene que la principal neurosis que afecta al ser humano es la “neurosis noógena”, esto es, la neurosis fruto de la angustia por perder el sentido de la existencia. Al ser humano le es difícil preguntarse verdaderamente por el sentido de su vida; habitualmente, para huir de esa difícil pregunta, se aliena, esto es, toma el sentido prestado de otra existencia, “convirtiéndose en el otro”, “siendo el otro”. Una de esas posibles alienaciones es precisamente seguir los mandatos de otro, y encontrar en el plan y en las órdenes de un sistema autoritario el sentido de la vida que no habíamos podido encontrar por nosotros mismos. El dictador autoritario, para Frankl, también vive en una peligrosa alienación, porque sólo encuentra el sentido de su vida en ese espacio de poder. “Amo y esclavo” para usar la famosa dialéctica, se retroalimentan en una vida sin sentido, anestesiada por esa relación enferma que a los dos los hace olvidar radicalmente de su propio yo. En ese sentido, quien ha encontrado el sentido de su propia vida ha encontrado también el sentido de su libertad individual, y es muy poco propenso, o casi nada, a los cantos de sirena de los sistemas autoritarios.
En ese sentido, si la Ilustración es madurez, como decía Kant , la madurez es precisamente un psiquismo adulto, sin el padecimiento de estas dos clases de alienaciones, un psiquismo que pueda reflexionar sobre el sentido de la vida y encontrar en sí mismo el camino de su existencia. Pero, oh, mala noticia para los liberales, no es esa la situación del común de las personas, que más que vivir su propia existencia, son vividos, esto es, se dejan llevar por un sin fin de alienaciones diversas sin la más mínima conciencia existencial de ello. Esto es un grave problema para los liberales clásicos, y también para los liberales del s. XIX de orientación más positivistas que creyeron encontrar en la escolaridad estatal obligatoria un remedio para la ignorancia y el camino hacia un ciudadano “maduro” e ilustrado que no se deje llevar por caudillos autoritarios.
Pero este diagnóstico sobre los problemas de la naturaleza humana, la alienación y el autoritarismo, no están hechos para América Latina en particular. Un norteamericano o un suizo no tienen nada en especial, genética y psíquicamente, por lo cual no caer en los procesos de alienación descriptos. Entonces, ¿qué hay de particular en América Latina?
2. El autoritarismo latinoamericano.
En otra oportunidad he desarrollado una hipótesis de por qué son más visibles en América Latina estos procesos de alienación psíquica con el líder (obsérvese que no dije “más frecuentes”). La cuestión es el marco institucional, y ello es lo que en América Latina estuvo debilitado desde su origen. Las instituciones liberales clásicas son precisamente usos y costumbres jurídicas y políticas que retardan o hacen más difícil los procesos de alienación descriptos (aún así, observemos el camino creciente de los EEUU hacia el autoritarismo, igual que la Europa de la post-guerra).
Pero mientras que en los EEUU podríamos hablar de una vuelta a dichas instituciones, América Latina nunca las tuvo. Lo que hubo es un enfrentamiento entre dos fuerzas culturales opuestas.
¿Cuáles fueron esas dos fuerzas culturales? Como ya dije en otra oportunidad, América Latina se basó en la estructura monárquica de origen español, donde la estructura era jerárquica del Rey a los Virreyes. A ello sumemos los diversos caudillos locales que se movían con un sistema de privilegios con el Virrey de turno, más una tradición cultural de unión entre el catolicismo y la corona española, ante lo cual la “sana laicidad del estado”, defendida hoy por todo el Vaticano II y Benedicto XVI , brillaba por su ausencia.
Los intentos del liberalismo no fueron, por ende, en América Latina, una evolución del Estado de Derecho como describe Hayek. No hubo evolución, sino revolución. Los que querían cambiar el sistema se basaron más en la tradición iluminista francesa, fuertemente antireligiosa, que se imponía habitualmente por la fuerza, de la mano de un militar con pensadores civiles que importaban los códigos napoleónicos y estructuras republicanas más bien continentales imponiendo un proceso de secularización también por la fuerza. Esto, como conjetura general.
América Latina nació por ende en ese drama cultural, con esas dos fuerzas enfrentadas. Excepto Alberdi, no hubo en América Latina (AL) ese “limited goverment” de origen anglosajón y evolutivo defendido por Hayek. El resultado fue, por ende, un liberalismo más bien constructivista, en términos de Hayek, contra un tradicionalismo donde tampoco existían las libertades individuales (esencial diferencia con tradicionalismos como los de Edmund Burke). Por ende, AL es una tierra de revoluciones y de autoritarismos contrapuestos. Los golpes cívico-militares antirreligiosos, muchos de los cuales acompañaron los movimientos de emancipación de la corona española, no pudieron borrar los usos y costumbres culturales anteriores; más bien los retro-alimentaban porque dependían también del grupo de “hombres fuertes” que imponían la revolución. Claro, por un tiempo, como por ejemplo en Argentina, la cosa pareció funcionar, porque los códigos civiles y penales estructurados sobre la base de los derechos de vida, libertad y propiedad estabilizaron por un tiempo la anarquía anterior. Pero luego de un tiempo los horizontes autoritarios ocultos se hacen manifiestos, como un conflicto inconsciente tapado por una fuerte negación. Argentina no podría ser un mejor y dramático ejemplo. Primero, la revolución contra la corona, iluminista-racionalista. Luego, la revolución contra la revolución racionalista: el Perón nacionalista mussoliniano de los años 40. Luego, la revolución de izquierda contra el “imperialismo norteamericano”, la nueva corona de la cual había que liberarse: la guerrilla de los años 70. Años 70 de los cuales no hemos salido, sino que estamos en ellos cada vez más.
Todas las instituciones de AL, por ende, son débiles, porque nunca florecieron en medio de esas fuerzas autoritarias antagónicas, y los intentos del s. XIX de trasplantar una Constitución liberal en ese terreno fracasaron obviamente. Siempre dependemos del “hombre fuerte”, llámese Uribe o Chávez. En ese sentido el “populismo” en AL tiene esa base que lo retroalimenta. No es que sus habitantes son más propensos a los procesos de masificación y alienación, sino que no tienen incorporados, en términos psicoanalíticos, “la ley del padre”, siendo esa ley usos y costumbres institucionales fuertemente arraigados. Según Freud quien no incorpora la ley del padre es perverso o psicótico. Bien, eso es AL: una perversión política, fruto de su debilidad institucional.
3. ¿Hay alguna solución?
A simple vista, no. Los liberales que más han bebido en el libertarianismo de Rothbard se colocan habitualmente en una posición anti-sistema. No les queda sino la revolución, lo cual, si mi hipótesis es correcta, retro-alimenta el problema. Lo otro que les queda (que nos queda) es el exilio.
Una perspectiva más hayekiana, más evolutiva, es integrarse a los partidos políticos tradicionales tratando de llevar ciertas ideas a ciertos líderes que, aunque claramente no liberales, sin embargo estén en una clara posición anti-chávez y más propensos a aliarse con Chile o Brasil. Esos líderes tienen más apoyo popular y, ubicados en el poder, al menos darán más tiempo y oportunidad para un mayor progreso institucional (hasta llegar a una reforma constitucional liberal clásica). Ello es lo único realista y posible en ese momento y al menos podría frenar (o hubiera podido frenar) dramas como los Kirchner y otros peligrosísimos dictadorzuelos pro-marxistas.
Por supuesto lo que propongo es totalmente falible. Si me dan otra solución mejor, excelente. Pero les ruego que me disculpen un lugar común. La violencia sólo engendra violencia. Las sociedades, los sistemas, evolucionan o colapsan, pero no cambian por la fuerza. Mientras tanto, yo no sólo respeto el exilio en quien pueda hacerlo, sino que a veces lo exhorto. Sólo que en la situación mundial actual, queda otra pregunta: ¿hacia dónde?
SOCIALISTAS DEL SIGLO XXI, NEOCONS ANDINOS. APARICIO CAICEDO CASTILLO
Suena paradójico el reciente triunfo electoral de Ollanta Humala, precisamente en Perú, donde el liberalismo económico ha probado rotundamente ser la mejor arma contra la pobreza. La historia se repite: el auge, durante los primeros años, exacerba la desigualdad heredada, genera impaciencia e incertidumbre, prepara el camino del oportunismo mesiánico. La moraleja tampoco es nueva: todo logro de la libertad, por beneficioso que resulte, puede desvanecerse si se descuida la defensa de las ideas que lo sustentan.
Y es que las ideas importan, mucho, y el socialismo latinoamericano lo sabe bien. Correa, Chávez, Evo, y ahora quizá Humala, son sólo cabezas visibles de un movimiento que los trasciende, que viene madurando pausada y metódicamente, en universidades y redes de activismo. Su autoritarismo no es un rasgo especial de su personalidad, constituye la secuela ineludible de un paradigma ideológico cuya vigencia depende de la pérdida constante de libertad individual.
Hasta el siglo XIX, aquello que llamamos "izquierda" a partir la revolución francesa se identificó, al menos en teoría, por su irreverencia ante el Estado, por su fascinación con la libertad; a la derecha la caracterizaba su complicidad con el poder establecido. Se trataba de la ética de la autodeterminaciónindividual contra la superstición colectivista. Y esa ha sido, en esencia, la esgrima central de la teoría política, desde muchísimo antes que Karl Marx o Adam Smith; a la izquierda estaba la libertad, a la derecha la imposición. El siglo XX tergiversó esa ecuación, mediante una constante perversión de conceptos, y la doctrina liberal se encasilló erróneamente en el bando del status quo, del privilegio, cuando representa exactamente todo lo contrario.
Desde la perspectiva original, veríamos que personajes aparentemente antagónicos como Chávez o Bush, Humala o Fujimori, pertenecen a la misma esquina del cuadrilátero histórico. De hecho, como el neoconservadurismo, el neosocialismo andino constituye un nuevo exceso del lenguaje metafórico, otro rechazo moralista al presente y alarmismo ante la incertidumbre del futuro; explota el desconcierto, la ignorancia y el complejo de inferioridad individual diluyéndolos en un ente colectivo, fuerte y altivo, exitoso cuando logra convertirse en proyección sicológica de la mayoría.
Una de las manifestaciones más estrambóticas de ese proceso es el Principio de buen vivir (sumak kawsay, en quechua), base del constitucionalismo andino-socialista y norte de sus experimentos de ingeniería social. Impresiona descubrir la cantidad de tinta que se ha gastado en este tema. Al igual que el neoconservadurismo, no es una invención pasajera, y cometemos un error si lo menospreciamos como tal; se trata de un concepto labrado por una legión de académicos y policymakers, dispersos por toda América Latina y Europa. Es un champú de leyendas negras y falacias teóricas, tomadas por dogmas, cuyo eco se sintetiza atropelladamente en el discurso de sus caudillos de turno.
Leo Strauss, el héroe intelectual de los neocons, hubiese estado cómodo con las directrices filosóficas del Buen vivir, particularmente con su inconformidad con el individualismo liberal y la adoración melancólica de un pasado imaginario en el que el ser humano convivía en armonía. Ambas corrientes difieren del socialismo-democrático tradicional, porque se ansiaba apenas la “distribución” de esa riqueza que solo el modelo capitalista hace posible.El “biosocialista” (término que emplean frecuentemente) aspira a la quimera guevarista de un “hombre nuevo”. Dice inspirarse en una filosofía indígena, tan ancestral como fantasiosa e improbable.
Los neocons, en cambio, usan menos eufemismos, llamarán religión a la religión. Salvo por el propio Chávez, que no huye a la verborrea metafísica, el gurú neoindigenista evitará la retórica mística, se limitará a invocar al tótem de la soberanía popular, el "Dios de los que se dicen sin Dios" en prosa de Zweig. Ambas corrientes, eso sí, desconfían profundamente del individuo dejado a sí mismo. Somos ovejas descarriadas por la decadencia occidental, y corremos el peligro de ser consumidas por el lobo del hedonismo individualista.Hace falta un pastor que nos convierta en rebaño, y para ello su principal instrumento será siempre el miedo, ya sea a los orcos neoliberales, a los malvados islamistas, o al chupacabras, da igual. El pastor-filósofo-tecnócrata conoce esas verdades reveladas mejor que nadie, y utilizará al Estado para que impere la virtud—recuérdese que ya no sólo equidad económica—por las buenas preferiblemente, o por las malas si hace falta; dentro de las fronteras, o fuera de ellas.
Los sponsors del neoindigenismo aclaran, con obvia candidez, que lo suyo no es otra fórmula de “dirigismo estatal”, que sólo hacen falta unos cuantos empujones burocráticos. Olvidan la sabia advertencia de Camus: "para adorar mucho tiempo un teorema, no basta con la fe, se necesita además una policía". Y es ahí cuando se estrellan con la realidad, cada vez. No aceptan que los auténticos avances institucionales son siempre fruto de la interacción espontánea en un proceso de ensayo continuo, nunca del diseño impuesto por un grupo de iluminados, por bienaventurados que se consideren. Es ahí donde toda clase de socialismo se funde con el conservadurismo, con la tradición antilibertaria, paternalista, mojigata ante la riqueza privada. Ambos terminan siempre por expulsar a los mercaderes de sus templos, o los domestican con generosas prebendas.
Quizá es tiempo de ordenar las categorías ideológicas, y hacer caso de algo que Murray Rothbard y algunos otros nunca se cansaron de repetir: una izquierda que no conduce a la libertad, en radical oposición al colectivismo platónico, a la coacción estatal, termina irreconocible en términos históricos. Sonará a exuberancia teórica, pero creo que hay un paso necesario para iniciar un debate intelectual mínimamente realista: debemos definir conceptos básicos y tan prostituidos como "izquierda" y "derecha", o por último prescindir de ellos, si ya no significan nada.
LOS GOBIERNOS ENCARECEN LOS ALIMENTOS. ALEJANDRO A. TAGLIAVINI
Irónicamente, el Banco Mundial (BM) y el FMI, durante su reunión conjunta de primavera del fin de semana pasado, se mostraron muy preocupados por el aumento en el precio de los alimentos cuando ellos, como entidades gubernamentales internacionales, son bien parte del problema.
Los precios de los alimentos aumentaron 36% en promedio en un año. El maíz (74%), el trigo (69%) y la soja (36%), mientras que el arroz se mantiene estable. Por esto, desde junio de 2010, se sumaron 44 millones a las 1.200 millones de personas que ya vivían bajo el umbral de la pobreza, que viven con menos de 1,25 dólares diarios y, si se encarecen 10% más, otras 10 millones podrían sufrir la misma suerte, asegura el BM, según el cual los niveles ya rozan los de la crisis de 2008.
"La mayor amenaza para los pobres son los altos precios", aseguró el presidente del BM, quién recibe un suculento sueldo pagado con los impuestos de estos hambrientos. Para el BM, algunas de las causas son el aumento en el costo del petróleo debido a las revueltas en el mundo árabe, las malas cosechas en Rusia y Australia, las limitaciones a las exportaciones de los países productores, el mayor aumento de la producción de biocombustibles y menores reservas. Y propone "programas de ayuda", levantar las limitaciones a las exportaciones y regulaciones menos estrictas para el uso de biocombustibles, a la vez que pide más inversiones en el sector agrario.
No cabe duda de que los gobiernos son los principales responsables. Por ejemplo, muchos subsidian a los biocombustibles provocando un aumento en la demanda de los granos necesarios para producirlos. Además, las muy bajas tasas de interés que sostienen los bancos centrales, de buena parte de los gobiernos occidentales, provoca que los inversores especulativos se vuelquen a los commodities aumentando su demanda.
Como acciones directas, lo gobiernos provocan una suba en el precio de los alimentos al imponerles trabas a la exportación e impuestos que sirven para solventar, entre otras cosas, obras públicas, políticas "sociales" (pura demagogia), organismos internacionales como el BM y el FMI y, nada menos que armas.
La crisis económica frenó la carrera armamentista global, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz (Sipri, en inglés), con un aumento de 1,3% respecto a 2009, cuando desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, el crecimiento rondaba el 5%. El mundo gastó la friolera de US$ 1,63 billones, en 2010.
Los más pobres, más aumentaron, África 5,2% y América del Sur, con un total de US$ 63.600 millones, fue donde más creció, 5,8%, el gasto militar. Brasil, en su afán de ser potencia global, aumentó sus erogaciones 9,3% hasta llegar a los US$ 33.500 millones. En Perú creció 16%, mientras que Argentina incrementó sus gastos militares 6,6%, siendo Venezuela el contra caso ya que, debido a la fuerte crisis económica, redujo su gasto militar en 27,3%, según Sipri, aun cuando durante los últimos cuatro años compró armas rusas por US$ 11.000 millones.
EEUU, que desde 2001 aumentó 81% su gasto militar, con US$ 698.000 millones, continúa a la cabeza con el 43% del total mundial, aunque las compras aumentaron menos en 2010, 2,8%. Los erogaciones militares también se redujeron en Europa, 2,8% y en Asia, 1,4%, a pesar de que China, el segundo gastador global, con un total de USS 119.000 millones en 2010, los aumentó 3,8%.
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