Los defensores de la Reserva Federal han aparecido en masa recientemente declarando el triunfo de Imprimiendo Dinero 2, término sugerido por James Grant, más auténtico que “flexibilización cuantitativa”. Algunos expertos apuntan un aumento del 18% en S&P 500 desde el pasado agosto, cuando se anunció la política de la Fed. También alaban un aumento significativo en las expectativas de inflación. El PIB nominal está creciendo de nuevo y el desempleo oficial es más bajo. Todo ello se ha visto como señales económicas positivas, indicando que la política de la Fed funciona. No lo crean.
Detrás de las palabras está la idea de que el gasto monetario hace que el mundo económico se mantenga en marcha. No es así. Aumentar la oferta monetaria no aumenta mágicamente la cantidad de terreno, trabajo o bienes de capital disponibles para la producción. Crear dinero de la nada no produce más bienes de consumo y hacía está el problema. No podemos comer dinero. No podemos vestir dinero. No podemos vivir en dinero. Incluso los Beatles sabían que el dinero no podía comprarte amor.
Aumentar las existencias de dinero puede, sin embargo, generar precios generalizados más altos para los bienes, incluyendo las acciones. No debería sorprendernos que cuando la Fed aumenta la oferta monetaria, los precios de las acciones aumenten rápidamente. Al empujar a la baja los tipos de interés, la Fed anima a los inversores a poner su dinero donde puedan obtener un retorno mejor que la media. Si está en las inversiones bursátiles, que así sea.
El problema es que ese gasto alimentado por la inflación no genera una verdadera prosperidad económica en forma de más bienes para satisfacer nuestros fines. Podría animar a un mayor gasto, pero no a inversiones que reflejen los deseos de la sociedad. Se anima a los inversores a invertir en sectores que son demasiado intensivas en capital respecto de los deseos de los ahorradores en la sociedad. Esas malas inversiones alimentan las burbujas inversoras.
La Reserva Federal infló la oferta de dinero M2 en un 48% de febrero de 2001 a septiembre de 2008 ¿y eso que muestra? La peor debacle económica desde la Gran Depresión. La inflación monetaria vía expansión del crédito generó malas inversiones en el mercado inmobiliario así como en el mercado de derivados financieros. Las distorsiones en inversión y consumo tuvieron lugar hasta que, debido al encogimiento de las existencias de capitales que se habían estirado en demasiadas direcciones, el mercado de papel comercial se encontró “en dificultades”: los tipos de interés empezaron a aumentar y los empresarios se vieron obligados a empezar a liquidar inversiones que parecían buenas con el crédito barato pero se revelaron como no rentables por las condiciones económicas reales.
Respecto de las actuales estadísticas macroeconómicas, nadie discute los hechos, pero la interpretación feliz deja mucho que desear. En primer lugar, aunque el desempleo oficial ha caído un poco más del 1% de su máximo del 10% durante la Gran Recesión, si la política monetaria expansiva de la Fed hubiera sido realmente tan inteligente, podríamos pensar que la tasa de desempleo debería ser mucho menor. De hecho, mucha de la caída de la tasa de desempleo se relaciona con una caída en la mano de obra civil en relación con su nivel de diciembre de 2007. Una tasa oficial baja de desempleo no es por sí misma un indicador de una economía floreciente. En mayo de 2007, la tasa de desempleo era del 4,4%. ¿Era una economía fuerte? No.
Además, los altos índices bursátiles no son necesariamente señales de una economía sana. El 9 de octubre de 2007, el Dow Jones Industrial Average cerró a 14.164 y el S&P 500 a 1.565. Han sido los máximos históricos. ¿Eran señales de una economía fuerte? No.
Igualmente, el PIB real, alcanzó su máximo en octubre de 2007 y luego se contrajo un 4,1% durante la Gran Recesión. También el PIB real estuvo en su máximo histórico en julio de 2008 y luego disminuyó un 3,1% en menos de un año. Que el gasto monetario aumente no significa necesariamente que la economía esté curada. Es también probable que los problemas económicos restantes simplemente se hayan cubierto con una tirita monetaria.
Las expectativas de crecimiento inflacionista tampoco son buenas. De hecho, son el primer paso hacia la hiperinflación. No debería sorprendernos que más gente esté esperando que aumenten los precios en general. Expandir la base monetaria de 1.700 millones de dólares a 1 billón tiende a hacerlo. Si la gente espera precios continuamente más altos, espera igualmente una pérdida continua en el poder adquisitivo del dólar.
La gente no querrá tener dólares si piensa que mientras lo hace, la cantidad de vienes que puede comprar disminuye diariamente. El aumento del gasto aumenta la demanda de bienes de producción y consumo, lo que aumenta sus precios aún más, alimentando unas expectativas inflacionistas cada vez más intensas, lo que empuja a la gente a gastar aún más rápido, aumentando los precios más acusadamente, lo que… ustedes lo entienden. Es una receta para el desastre económico. Pregunten a los zimbawanos.
Si queremos apagar un fuego, no echamos gasolina. Igualmente, si queremos resolver un problema económico causado por la inflación monetaria, no deberíamos echar más dinero. En la medida en que haya una recuperación económica, se debe a los ahorros reales sabiamente invertidos en empresas productivas, lo que no ha hecho posible el gasto del gobierno y la inflación.
¿Qué deberíamos hacer entonces? Deberíamos dejar de inflar, recortar el gasto público y reducir la regulación pública de la economía. Solo esa política restaurará nuestra base económica. Hacerlo permitiría que se desarrollara la división natural del trabajo y la inversión inteligente necesaria para la prosperidad económica.
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