Ni Chávez, ni el PSUV ni la MUD: es el pueblo, camaradas, compañeros. En el mundo de la información, de los tecnológicos y las universidades, de las redes sociales y la comunicación al instante, el poder va abandonando a las organizaciones y regresa a las manos y los deseos de ese misterio llamado pueblo.
LOS PUEBLOS SORPRENDEN
No los políticos, no los Hermanos Musulmanes, no los militares, no el imperialismo, no el extremismo iraní; fue el empeño de la gente, que no aceptó compromisos ni opciones que no partieran de la salida del poder de Hosni Mubarak, el fenómeno que llevó a un cambio drástico en Egipto con la renuncia del gobernante. Nadie en el mundo político musulmán hubiera imaginado a finales del año pasado que el gobierno más sólido, el militarmente más disciplinado y poderoso del Medio Oriente (sin considerar a Israel, claro), se desplomaría en un mes sin disparar un tiro.
Las bardas políticas musulmanas están en estos momentos en remojo, que para eso sí tiene que haber agua en el desierto.
En America Latina, quizás recuerden nuestros lectores que hace algunos años el líder peruano Alejandro Tolero, el hombre que encabezó la rebelión civil –al estilo egipcio, aunque para ser justos deberíamos decir que las masas egipcias actuaron al estilo peruano- que llevó a la fuga de Fujimori, tras ser presidente electo y adelantar cambios económicos, terminó con las tablas electorales en la cabeza, la popularidad hecha pedazos y casi yéndose por la puerta de atrás.
Fue sustituido, ¡sorpresas te da la vida!, por Alan García, justamente el presidente que por sus errores en economía también salió con la popularidad hecha pedazos y había dejado al Perú en manos de Fujimori. Alan García continuó lo que Toledo comenzó, la recuperación económica del Perú, continuación que ha convertido a ese país en modelo continental, pierde popularidad, su partido Apra se queda sin candidato y se considera que será un éxito alcanzar siquiera la votación suficiente para no desaparecer legalmente como partido, mientras aquél Alejandro Toledo que se fue con su popularidad hecha trizas, amargado y pensando en dedicarse sólo a la vida académica, resulta que a tres meses de las elecciones presidenciales peruanas apunta claramente a ganar esas elecciones cómodamente y que, salvo un milagro, será el próximo presidente y sucesor de Alan García. Ni el izquierdismo populista de Ollanta Humala, ni el recuerdo de Fujimori a través de su hija, ni la tradición del APRA, hacen mella: la mayoría de los peruanos quieren que la economía y la democracia del Perú sigan como las ha levantado Alan García, y piensan que el único capaz de continuar ese camino es Alejandro Toledo. Después de todo, ese camino lo inventó y lo impuso él, libertad política y prosperidad económica en democracia.
Ya antes en Colombia, por encima de las pesadeces y algunas oscuridades de Alvaro Uribe, los ataques políticos y amenazas económicas de Chávez, las originalidades de Mockus, fue el pueblo colombiano el que decidió que le gustaba el enfrentamiento total de Uribe con la guerrilla terrorista y el mejoramiento de la economía, que le molestaba el manejo que en lo económico hacía Chávez de su posición política, que confiaba en el estilo Uribe y que, ya que la ley prohibía a Uribe seguir en la presidencia, querían como Presidente a quien parecía representar la continuación del estilo uribista.
Y se quedó todo el mundo en el camino, excepto Juan Manuel Santos que arrasó en las elecciones y quien, aunque continúa el estilo uribista de enfrentamiento sin concesiones con la guerrilla narcotraficante, empieza a desarrollar su propio estilo en lo político y lo económico.
Y si quieren otro ejemplo, recuerden a Honduras, donde todo el enredo armado por el Tribunal Supremo, los militares, Chávez, Daniel Ortega y el secretario general de la OEA, fracasó ante la voluntad mayoritaria de los hondureños de sacudirse a Zelaya y seguir su propio camino.
En todos estos procesos, los organismos multilaterales, los grupos de normas y derechos humanos, las declaraciones de los gobiernos de las grandes potencias, los reclamos de los partidos políticos, han sido pocos y además irrelevantes. A Ben Alí en Túnez y a Mubarak en Egipto, los derrumbó la gente común y corriente; a Uribe en Colombia lo eligió, lo reeligió y le dio diario y fuerte soporte el pueblo colombiano; a Alan García lo eligió y a Alejandro Toledo lo está eligiendo el pueblo peruano –el mismo que no entendió el planteamiento duro de Vargas Llosa y ha rechazado ya por dos veces el populismo de Humala; en Bolivia, el pueblo que ha dado soporte y fuerza a Evo Morales, empieza a cuestionar sus errores económicos y ese empeño chavista que mantiene; en Ecuador Correa se maneja entre los dos extremos.
Es un fenómeno a tener en cuenta. No se trata de crisis de los partidos ni de cuestionamientos ideológicos. Se trata de que la gente quiere trabajo y además trabajar con sus derechos ciudadanos garantizados; quiere no sólo comer, quiere prosperar. Las rebeliones están siendo conducidas y coordinadas no por líderes profesionales, sino por estudiantes, sindicalistas, oficinistas, profesionales; y por amas de casa, trabajadores y desempleados.
Y tomen nota de esas escenas en la plaza Tahrir en El Cairo; montones de tanques de guerra, tantos que estaban estacionados casi pegados uno al otro, rodeados de miles de egipcios. Es decir, más que estacionados, estaban inmovilizados. ¿Estaban dispuestos los tanquistas egipcios y a disparar sus ametralladoras y cañones contra las masas, contra la gente, contra sus parientes, vecinos y conocidos? Lo dudo. Los militares egipcios están ahora en el poder porque en la práctica en ese país no hay nadie más con poder suficiente para decidir; pero se han apresurado a declarar que estarán seis meses, hasta la próximas elecciones. El general Anwar el Sadat nunca se comprometió a estar seis meses después de sustituir a Nasser, muerto en su cama; el general Hosni Mubarak tampoco dijo que estaría seis meses al frente del gobierno tras relevar a Sadat asesinado por un fanático. Los militares egipcios de 2011 sí han hecho ese compromiso –de manera que si permanecen más tiempo sin unas elecciones populares, tendrán que hacerlo rompiendo su palabra.
La Revolución Francesa no estalló por influencia de potencias extranjeras ni dirigida por algún partido; ciertamente en los altos niveles intelectuales ya flotaban las ideas de la libertad, la igualdad, la fraternidad entre los ciudadanos, la crisis de la monarquía absoluta, etc. Pero el pueblo de París salió a asaltar la Bastilla y después a la propia residencia del rey por hambre, por hastío, por –me disculpan la palabra- por arrechera acumulada que la incompetencia del rey y sus ministros no supo ver ni intepretar adecuadamente. La estructura de partidos, organizaciones y grupos vino después, se equivocaron, se enredaron y terminaron bañando en sangre a Francia y, harto el pueblo de ellos, sometidos a la voluntad de Napoleón Bonaparte.
Tomen debida nota el Chávez de los empecinamientos en socialismos y chavismos de televisión, y los partidos agrupados en la MUD que de repente se aparecen a dar “apoyo moral” a unos muchachos en huelga de hambre, como Salas Römer hace un par de días. Tomen debida nota los dirigentes sindicales que se dejaron seducir por el chavismo y ahora no saben cómo responder a los reclamos de los trabajadores a los cuales representan.
LAS CIFRAS DE PDVSA Y ALARMAS SOBRE LA CONFIANZA.
Habían anunciado el gobierno y Pdvsa que por este año –al menos hasta el trimestre final- no se producirían nuevas emisiones de papeles. Pero de repente salta a la calle una emisión por 3.000 millones de dólares. Llama la atención, pero aún más llaman la atención los intereses que la petrolera deberá pagar por esos bonos 2022, más de un 12 %. Eso es un montón de plata. Y significa que hay poca confianza, por lo cual Pdvsa, para captar recursos, tiene que pagar dos veces más que Petrobras o Ecopetrol, por ejemplo.
Demuestra también que los mercados nacional y mundial desconfían de la capacidad económica del Gobierno. Saben que Pdvsa necesita alrededor de 70.000 millones de dólares sólo para la inversión obligatoria para su propio desarrollo en la Faja del Orinoco. Pero nadie sabe cuánto necesita para satisfacer el hambre de dinero del gobierno de Chávez en 2011 y en 2012, sumergido en ofertas de Chávez para problemas que se han venido acumulando a lo largo de doce años sin soluciones eficientes aunque sea parcialmente. Problemas que son cada día más acuciantes, y soluciones que son cada vez más costosas.
Dar fortaleza tecnológica y económica a una petrolera asfixiada por sus propios administradores y que necesita con urgencia enormes cantidades de dinero, de técnicos y de tecnologías; disponer al mismo tiempo de los miles de millones de dólares necesarios para importar los alimentos que el país ya no es capaz de producir en cantidad suficiente –para no hablar de la interminable lista de insumo, repuestos, partes, equipos- en un mercado mundial cuyos precios han estado subiendo, y de los fondos para sostener una estructura de compromisos salariales y de ayudas económicas, empieza a parecer una tarea imposible.
A dos años de unas elecciones presidenciales trascendentales, es un problema muy complejo.
Analítica Premium
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