sábado, 24 de diciembre de 2011

OVIDIO PÉREZ MORALES: NAVIDAD Y DERECHOS HUMANOS

El próximo 21 de diciembre se cumplen quinientos años de un sermón profético en defensa de los derechos humanos de los indígenas americanos. Se trata de la homilía predicada por Fray Antonio de Montesinos, dominico, en Santo Domingo, a 19 años de la llegada de Cristóbal Colón.
El “Sermón” de Montesinos es una fuerte denuncia hecha en los albores del dramático y complejo proceso que conjugó: conquista e integración, encuentro y dominación, vasallaje  y evangelización. Un acontecimiento que, por tato, ha recibido diversas identificaciones correspondientes a distintos criterios de juicio o ideologías: “descubrimiento”, “encuentro de dos mundos”, “resistencia indígena” y otras. De allí los varios modos de conmemorarlo. La Iglesia católica, inmersa en la historia y en cuyo claroscuro busca siempre ser fiel a la  misión recibida del Señor, celebra dicho momento en la perspectiva del  inicio de la evangelización del Nuevo Mundo.
En los navíos de una misma proveniencia y enmarcados en un mismo imperio  venían  conquistadores y  misioneros, unidos en aventura y riesgos,  pero animados por distintos propósitos. Una diversidad de fines, que  se manifestó muy pronto  en enfrentamientos como el emblemático del Sermón de Montesinos.
La predicación del 21 de diciembre de 1511, IV Domingo del tiempo de Adviento y, por tanto, en vísperas de la Navidad,  fue obra de un profeta. Pero también fruto de un trabajo conjunto: la reflexión y el coraje de la comunidad de los frailes dominicos  presidida por Pedro de Córdoba. Se asumió sin edulcorantes la defensa de los indígenas, hecha con plena conciencia de responsabilidad pastoral, ante una feligresía que se identificaba como católica, pero no pocos de cuyos miembros contradecían  serias exigencias humanas y evangélicas.
“Estos indios ¿no son acaso hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No estamos obligados a amarlos como a vosotros mismos? … ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?”
La denuncia es clara. Y la acusación es tajante:
“… todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”. 
 A Fray Antonio de Montesinos le tocó asumir un papel semejante al de san Juan Bautista, a quien la liturgia de la Iglesia recuerda en el Adviento. Él denunció situaciones de pecado y llamó a la conversión  a sus contemporáneos judíos, en las riberas del río Jordán, ante la proximidad del Mesías.
El Sermón  de aquel 11 de diciembre no quedó sin consecuencias. Protestas de los opresores. Pero también progresivos cambios de signo positivo, no sólo en el trato a las indígenas, sino igualmente en el campo de la legislación.
Desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948, durante el tiempo litúrgico del Adviento se celebra felizmente el aniversario de dicha Declaración. Pudiéramos decir que no se  trata de algo simplemente casual; es una sincronía providencial. Porque lo relativo a los Derechos Humanos entra muy hondamente en el misterio de la Navidad. El Hijo de Dios al asumir nuestra naturaleza humana, menos en el pecado, la ha dignificado y elevado todavía más. La persona humana, en especial la más necesitada  y vulnerable, es presencialización del mismo Jesús, si es cierto lo que el evangelista Mateo refiere en su narración del Juicio Final (cap. 25, vv. 31-46).
La causa de los Derechos Humanos se enraíza profundamente en el misterio de la Navidad, inefable y bella manifestación del amor de Dios hacia nosotros, todos-sin- excepción, los seres humanos. Hijos de Dios, hermanados en Cristo Jesús    

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