Por lo menos tres o cuatro veces, he escuchado en un actual programa de preguntas en TELEVEN preguntar la fecha del primer grito de independencia patria. En todas ellas, el interrogado no ha podido contestar; y en todos los casos, personas jóvenes, menores de treinta años probablemente.
No saben cuándo se dio el primer grito de independencia en Venezuela. Así de simple. Generalmente, este tipo de preguntas, relativas a la formación de la persona y a la información que esta tiene en asuntos sociales, culturales y científicos, no logra la respuesta correcta.
Pero pregunte usted por algún cantante extranjero de moda, que cante no precisamente en castellano, o por la última película que se exhibe en nuestros cines, o por el último baile, y le aseguro que tendrán nuestros jóvenes la respuesta correcta.
Le podrán cantar sin pausas una canción entera en inglés, pero no lograrán resolver el teorema del binomio ni armar una frase propia en ese idioma. Todos, pobres y ricos, altos y bajitos, gordos y flacos, manejan su celular, (su anhelo es un blackberry o un Nokia N9), escuchan música en su MP4, se comunican por Twitter y Facebook, ven videos por Youtube, e incluso se ven y platican a distancia físicamente utilizando el skype.
¿Están al día, en la moda, al corriente? Sí, pero en lo que a ellos les parece tener sentido y significado. Ese es el asunto. ¡Sentido y significado!, ¡Pertinencia! Ese es el quid de la cuestión. Nuestros jóvenes buscan a la vida su propio sentido y le dan así su propio significado. Esto es, la hacen pertinente. ¿Tienen valores? Por supuesto que sí. Pero estos no son, precisamente, los nuestros, o los manifiestan de una forma diferente a como nosotros los manifestamos.
Por eso estamos inundados de programas y de noticias que van en ese orden, en el orden de interés de los televidentes, de los lectores de periódicos o de los oyentes de la radio. Es asunto, desde el punto de vista de los medios, de mercadeo puro. ¿La patria?, ¿la cultura?......por allí, en el discurso, en la retórica.
Pero la práctica concreta corre sobre la vía que señalan las mayorías, y las mayorías son los jóvenes. ¡Allí está el detalle!¿Son bobos nuestros jóvenes? ¡No! ¡Definitivamente no! Van tras la huella de su propio interés, sofocados por un ambiente que les es hostil, lleno de inseguridad, de precaria perspectiva. No hay oportunidades para buenos trabajos. El estudio pareciera una pérdida de tiempo. ¿Cómo entonces pedirles que se comporten de otra forma? ¿Cómo hacer para que piensen en un futuro, para que tengan esperanza, para que vean la vida no en el plazo inmediato sino en el mediano plazo?
No es posible esto, mientras la sociedad, la realidad misma en que viven, les muestre lo que les muestra. Viven el día a día porque no están seguros del día siguiente, y por eso lo viven velozmente, sin miramientos, sin utopías, sin historia, sin racionalidad……Es el post-modernismo crudo en que hemos caído, alienados, transculturizados, negados en nuestro ser esencial. Es el consumo, el consumismo voraz, que no significa un rechazo al tener sino al qué tener.
Lo malo no es consumir sino qué cosa consumir, cómo ordenar y valorar la satisfacción de nuestras necesidades. No comemos pero tenemos Twitter; no cuidamos nuestra salud pero vamos a los “conciertos”, caros por cierto, de tantos malos artistas que nos visitan; no nos formamos ni nos preparamos en las escuelas pero estamos al grito de la última desarrapada moda que se nos proyecta.
Es decir, los jóvenes han dejado de hacer lo propio de la persona humana, esto es, no proyectan su vida, que es lo propio de la persona, sino más bien la resuelven, que es lo propio del animal. ¿Culpables ellos?. ¡Definitivamente no! Nosotros somos los verdaderos culpables, porque nosotros somos quienes hemos construido esta sociedad en que vivimos, esta sociedad que les hemos heredado, y que ellos rechazan de múltiples maneras y recurriendo a múltiples manifestaciones.
¿Quiénes deben cambiar? Pienso que todos, pero con un cierto orden necesario: Primero nosotros; luego vendrán ellos. Seguro que es así, y si no, baste recordar que es mejor poner primero a caminar al potrillo para que luego lo siga espontáneamente la yegua. Este asunto del problema social no es difícil entenderlo. Probablemente sea más difícil aceptarlo. Insisto: La escuela no puede “enseñar” lo que la realidad niega. Para que la escuela “enseñe”, debe cambiarse antes la realidad. De otra manera es arar en el mar. Hablaba Zubiri de la personeidad como carácter estructural de la persona humana, y de la personalidad como carácter trascendental.
Y al preguntarse ¿Qué es ser persona?, respondía diciendo que esto era una cuestión de orden trascendental. Por la personalidad, el hombre se apropia de la realidad, la hace suya, porque recordemos que para el gran filósofo vasco, trascender es “ir del de suyo, al suyo, pero en propio”. Por ello, lo operativo en el hombre es su personalidad, porque con ella se va haciendo, al irse apropiando de sus actos; la personalidad es, pues, el modo de ser persona, modo que consiste en que los actos van modalizando la personalidad.
Si se niega lo trascendente en el hombre, de alguna manera se niega su personalidad, y con ello, el ser persona. Esto es lo que probablemente está sucediendo con nuestros jóvenes, y por supuesto, ¡no nos engañemos!, con nosotros mismos, viejos que pasamos criticándolos a ellos. No trascendemos, y al no hacerlo, nos vamos negando como personas. Erwin Schrodinger, el gran científico y filósofo austríaco, decía que en la constitución de la personalidad confluyen dos factores: el arreglo especial de los genes, y el comportamiento especial y particular del ambiente que le influye.
Con nuestros genes, ¿Qué podemos hacer, al menos al corto plazo? Tratemos entonces de cambiar el ambiente, y como el ambiente lo modulamos los que tenemos capacidad de decisión y poder para el cambio, esto es, nosotros, los viejos, entonces comencemos por cambiar. Los niños y los jóvenes lo harán luego por sí mismos. Cambiemos la realidad. Sólo así lograremos que cambie entonces la escuela. Y si cambia la escuela, entonces sí cambiará el país. Recordemos que ahora, para educar a un niño no basta un maestro; se necesita la sociedad entera educada.
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