lunes, 28 de noviembre de 2011

HUMBERTO GARCÍA LARRALDE: UNA REVOLUCIÓN MALANDRA

Cuando uno creía haberlo visto todo, aparece el presidente Chávez el Día del Estudiante (21 de noviembre) dándole un espaldarazo a Kevin Ávila, estudiante expulsado por el Consejo Universitario de la UCV por faltas graves a las normas de convivencia que rigen esta Casa de Estudios (y de cualquier organización que se respete). Ávila milita en una banda oficialista que emula con fervor los Fascio di Combattimento de Mussolini. Entre los desmanes cometidos por estos forajidos pueden recordarse, la toma violenta –y posterior destrucción de su mobiliario- del Consejo Universitario de la UCV en 2001; el intento de saboteo de la toma de posesión de las actuales autoridades universitarias en acto celebrado en el Aula Magna, en junio de 2008; la agresión a los marchistas que regresaban a la Ciudad Universitaria, luego de acudir al Ministerio de Educación Superior demandando presupuesto justo, el año siguiente y de la cual queda testimonio fotográfico –que circuló internacionalmente- en la mano de un squadristi empuñando una pistola, detrás de la puerta de la Escuela de Trabajo Social; el destrozo de las instalaciones que se levantaban en la puerta de la UCV que comunica con la Plaza de las Tres Gracias y de la puerta de vidrio que da acceso a las oficinas del rectorado en 2010; los insultos y agresiones proferidas contra la rectora Cecilia García-Arocha durante la asamblea realizada en el auditorio de la Facultad de Farmacia en repudio del asesinato, a manos del hampa, del estudiante Pedro Trejo a comienzos de este año; y la irrupción violenta y grosera en un acto conmemorativo de los 10 años de haber sido declarada la UCV Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, esparciendo –en medio de empujones- carne extraída de las cavas del comedor universitario, así como los pasapalos destinados al acto.

Otros incidentes vandálicos, como la quema de dos pequeños autobuses estacionados dentro del recinto universitario el día de la marcha antes citada, la quema del automóvil asignado al Vicerrectorado Administrativo de la UCV al que introdujeron en la entrada de la Plaza Cubierta, la quema -con extendida destrucción de equipos- de las oficinas del Rectorado, el lanzamiento criminal de bombas lacrimógenas dentro de una Sala de Conciertos llena de profesores y estudiantes -con grave peligro para los presentes en ese recinto cerrado- en momentos en que se discutía la crisis presupuestaria de la UCV, los disparos contra la Sala de Sesiones del Consejo Universitario y la quema reciente de dos automóviles más asignados a autoridades de la institución por parte de motorizados encapuchados que llegaron disparando, no han podido atribuírsele, a ciencia cierta a esta banda. Pero de que vuelan, vuelan. Por otro lado, son innumerables las denuncias de amenazas por parte de estos facinerosos –muchas veces armados- contra estudiantes e incluso profesores, que han llegado en algunos casos a materializarse en golpizas con objetos contundentes, como el propinado recientemente a un estudiante de la Facultad de Derecho.

En muchos de los hechos mencionados se ha podido detectar la participación activa, a veces protagónica, del Br. Ávila, sobre todo en los más recientes. Por sólo una de estas actuaciones, la referida a la agresión contra la Rectora en el Auditorio de Farmacia, pudo concluirse con el expediente que llevó a su expulsión, por parte del Consejo Universitario, por un año. ¡Ya era tiempo que se pusiera fin a la impunidad que venía corroyendo nuestra Alma Mater!

Pero en alocución ante un grupo de estudiantes de su tolda el presidente Chávez pidió solidaridad con el truhán, a quien calificó de ¡“digno hijo de la patria”! O sea, todos los actos vandálicos con que se le asocia, son “ejemplo revolucionario”. De manera vergonzosa, tal exabrupto fue inmediatamente replicada por la Fiscalía y la “Defensoría del Pueblo” (¡!), avalando los modos de “lucha” de este joven. Pero ¿debemos sorprendernos de esta actitud, proveniente de quien ha expresado su solidaridad, “amor fraternal” y demás ridiculeces a déspotas de la talla de Yevtushenko, Gadaffi, Mugabi, Amadinejad y el carnicero de Siria, Bashar al Assad o el de Sudán, Omar al Bashir? ¿Nos extraña que quién idolatra al anciano patriarca gallego –Fidel Castro- que ha avasallado a Cuba como feudo propio por más de 50 años, sometiéndola a la miseria y la oprobiosa negación de todo derecho, despliegue tan desfachatadamente la anti-ética de la violencia destructiva?

El 21 de Noviembre es una fecha gloriosa para el movimiento estudiantil, que no merece ser mancillada vanagloriando los antivalores del irrespeto, la destrucción, la violencia, la intolerancia y la discriminación que esgrime Chávez. Ese día, en 1957, valientes jóvenes de la UCV y de liceos de Caracas se alzaron contra el fraude plebiscitario que pretendía perpetuar al dictador Marcos Pérez Jiménez en la Presidencia. Esta sacudida, que no pudo ser ocultada por la dictadura, sirvió de catalizador a las luchas que culminaron con el colapso final del régimen militar el 23 de enero del año siguiente.

Con la exaltación de prácticas fascistas el Día del Estudiante, Chávez pretende acabar con el significado libertario, de lucha por la democracia, la justicia y la dignidad que representa esta efeméride. Se desnuda de cuerpo entero, una vez más, su odio contra instituciones como la UCV, pilares del progreso nacional, así como su miseria humana, empeñada en glorificar las conductas más deleznables porque no soporta los esfuerzos por construir un futuro digno, exento de las lacras de corrupción, ventajismo y violación de derechos humanos que caracterizan su gestión. Ahora que, ante el asomo de la muerte y la evidente bancarrota de su petropopulismo de reparto, doblan las campanas por su “revolución”, se esfuerza por “tirar el resto”. Cual borracho que, tambaleante, arrastra manteles, copas y vajilla en su caída, Chávez se empeña en concentrar sus menguantes energías en profundizar su cruzada destructora, clamando a los cuatro vientos los antivalores de su descomposición moral. Y no hay mejor imagen de lo que ello involucra que la de Hitler en sus últimos días, superbamente representada en la película “La Caída”, chirriando histéricamente por divisiones inexistentes de la Wermacht y dictando la orden de fusilar en el acto a cualquier desertor, mientras las tropas soviéticas tomaban Berlín: la conflagración final que engendraría el ansiado “Nuevo Orden” o, si no, la destrucción total.

La premiación de la barbarie, vulnerando la decisión que, de manera legítima y en ejercicio de sus potestades autonómicas, tomó el Consejo Universitario, augura días difíciles a la UCV. Si en 2001 el asalto al Consejo Universitario de esta Casa de Estudios contó con el apoyo de la Vicepresidencia de la República –bombas lacrimógenas incluidas- ahora acciones vandálicas similares contarán con la anuencia directa del propio Presidente. Con expresiones como la de Chávez ante sus seguidores el lunes 21, vuelve a poner de manifiesto el carácter profundamente primitivo, retrógrado y reaccionario de su “revolución”, atentatoria contra todo lo que signifique progreso, civilidad y paz. Fiel a su naturaleza fascista, cabe también la calificación de “Revolución Malandra” a su gesta destructora. 

Es hora de invocar las fuerzas morales que  anima el historial de luchas y de aportes al desarrollo de nuestra UCV, para poder responder, al unísono: “¡No pasarán!”

Humberto García Larralde, economista, profesor de la UCV

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