Existen ciertos vocablos que en condiciones de objetividad, deben ser empleados en el discurso político para expresar un compromiso, una manera de reafirmarse en comportamientos que lleven a obtener la confianza ciudadana. Pero que en oportunidades electorales, como la que actualmente discurre, sirven solo para expresar un oportunismo que busca ventajas politiqueras de baja índole. Me refiero al uso que se está dando al vocablo “corrupción” que se utiliza por ciertas personas para calificar a todo el que no está con aquellos candidatos que se exhiben como campeones de la moralidad y la ética.
Nadie podría afirmar que han existido en el país y en la región aberrantes casos de corrupción que ameritan que se condene a quienes los han cometido. Y que es necesario que se manifieste un contundente rechazo a quienes abusan del poder para ponerlo al servicio de sus particulares apetitos de enriquecimiento ilícito o el de sus parientes o allegados. Pero de allí a considerar que todo el mundo es impuro, con excepción de quienes están con uno, es caer en una tremenda equivocación y una falacia a todas luces inadmisible.
En un estado de derecho, se considera la presunción de inocencia. La persona es inocente mientras no se demuestre lo contrario, nos enseñaron en la escuela y siempre se ha pregonado como algo que debe respetarse. Pero lo que hoy rige es exactamente lo opuesto: todo el mundo es culpable, mientras no demuestre lo contrario. Y así es fácil condenar a priori, jugar con la buena fe las personas y acusarlas de delitos que nunca han cometido. Se generaliza con el objetivo de poder afirmar luego, que no se ha dicho nada concreto que pueda ameritar una acusación por calumnia. Pero se deja la sospecha, y que luego corra el rumor, no importa que se arruine el buen nombre de los demás, creándoles situaciones en las que no puedan defenderse contra el calumniador irresponsable y ciertamente maledicente.
Lo anterior sin considerar el mal que se hace cuando una sociedad se divide entre buenos y malos. Con seguridad que lo que sigue es la violencia sostenida en la intolerancia. Ojalá la gente rechace estos malos hábitos y le ponga el tatequieto a quienes tienen la costumbre de creerse los únicos portadores de la transparencia y la moralidad. De otra manera, seguiremos cavando la fosa de un destino de irreparable enfrentamiento.
Hago estas anotaciones con la buena voluntad de contribuir a la paz pública y el sosiego de una sociedad que necesita de personas sensatas y responsables de sus actos y no de mesías que no existen en la realidad y que solo buscan sus malintencionados y mezquinos intereses, a costa abrogarse las banderas de la moral en el recortado término como ellos la entienden.
britozenair@gmail.com
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