lunes, 17 de octubre de 2011

JUAN CARLOS APITZ B.: EN TIEMPOS DE POLARIZACIÓN

        Primeramente, la democracia es un sistema político frágil. Puede enfermar de muchas cosas. Puede sufrir, por ejemplo, de polarización, ese mal que, a fuerza de encono y desencuentros irreconciliables, reduce las posibles coincidencias en la creación de políticas públicas. La democracia puede también enfermar de desconfianza. 
       Si los ciudadanos dejan de creer en la labor y la buena fe de la clase política, los procesos de la democracia carecen de validez: los votantes se despreocupan, las urnas electorales comienzan a importar menos y la vocación de servicio público se ve desprestigiada.
        Pero hay, creemos, una afección mucho peor. Se trata del cinismo. En efecto, la politólogo Jean Bethke Elshtain, una de las más notables expertas del mundo en ética y política, nos dice: "el cinismo creciente promueve una espiral de deslegitimación (...) con el tiempo, la `cultura de la desconfianza’ crece, ayudada por escándalos públicos, una sociedad sospechosa y la determinación de `salirse con la suya’ sin importar lo que le ocurra al rival" ( Democracy on trial). Lo que Elshtain llama la "cultura de la desconfianza" tiene su origen, a nuestro modo de ver, en dos variables asociadas: la ambición de poder a cualquier costo y una disposición cada vez mayor a la mentira indecente.
        Por ejemplo, cuando se dice y repite hasta la saciedad: "Toda la clase política de la Cuarta República es corrupta. En los cuarenta años de democracia puntofijista todo lo que se hizo fue robar y robar. La miserable pobreza que hoy padecen la mayoría de los venezolanos es producto de la corrupción campante antes de mí llegada al poder. Estoy aquí para devolverles lo que les arrebataron. Por eso es que hay planes para asesinarme y detener así el avance de la Revolución Bolivariana". Justamente, lo único que importa es golpear al rival político mediante la mentira más burda. El resultado, por desgracia, no ha sido sólo el descrédito de la oposición. Ahora, tras años de incesante repetición de esa mentira, buena parte de los venezolanos cree que todos los políticos, del bando que sean, son corruptos. Los seguidores del oficialismo que difunden esa mentira están contribuyendo a la espiral de deslegitimación. Al buscar el poder desde la falsedad, abonan a la degradación de la democracia del país y, peor todavía, contribuyen a reducir la cultura política y cívica de los venezolanos. En otras palabras, el chavismo en Venezuela ha olvidado lo que Elshtain identifica como un valor democrático indispensable: "sentido de responsabilidad con la sociedad donde uno vive".
        En fin, cada vez que el gobierno miente y manosea el léxico democrático sustituyendo la voluntad de la mayoría por el "mayoriteo" ( soy la voz del pueblo), está destruyendo los cimientos indispensables de nuestra vida pública. Al perseguir el poder de la manera más indecente, está enseñándole al votante las lecciones incorrectas, está siendo "anticívico". Y, al serlo, olvida su responsabilidad elemental como político: procurar el bien común, a la vida civilizada. Y eso, en Venezuela, es una tragedia que puede presagiar desenlaces fatales.
        En tiempos de polarización, la que sale derrotada es la democracia.

justiciapitz@hotmail.com

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