De las que se amarran en los pies de los prisioneros y en los cerebros de los escuchas.
El viaje y la enfermedad de Chávez, nos liberaron de las cadenas por unas tres semanas. Las cadenas son como los ruidos molestos, nos acostumbramos a escucharlos y finalmente nos damos cuenta que estaban allí cuando desaparecen. Obviamente me estoy refiriendo a la tediosa forma de comunicarse con el país, encadenando los medios de comunicación por los motivos más vanos que alguien puede imaginar.
Las cadenas son una forma de dominación. Son el arma necesaria de una revolución que produce “verdades” a fuerza de repetirlas. Baste escuchar con detenimiento un monologo de Chávez o uno de los micros que nos venden un país pujante, desarrollado, lleno de gente feliz y realizada, para darse cuenta que son una inyección repetitiva de ideología cubanoide que intenta transformar la realidad, la misma que todos observamos. El Rodeo, Mercal, los hospitales y el estado de los colegios públicos, no se mejora aún cuando nos repita cien veces lo contrario. Las cadenas producirán las ciento cincuenta mil viviendas que el gobierno no pudo producir.
En una cadena nos enseñaron el pasado cinco de julio los juguetes de la revolución. La revolución del amor, de la paz verdadera, armada hasta los dientes con material bélico que el gobierno ha venido comprando para defendernos del imperio yanqui, mientras abre las puertas de nuestra mancillada soberanía a la Cuba de Fidel Castro, en una grosera alianza que pone en peligro nuestra joven independencia. Los cubanos hoy están metidos hasta los tuétanos, en muchísimas actividades que deberíamos estar haciendo los venezolanos. Las cadenas de una opresión concertada, ahora reposan en el fondo del mar, en un cable submarino que nos une a la isla con quien sabe que oscuros propósitos.
El desfile militar nos mostró a un general, con el pecho prendido en condecoraciones, henchido de la emoción, en un discurso de iniciación del desfile que solo pude entenderse desde la boca de un político. Las fuerzas armadas no pueden defender a una parcialidad política y este lo hizo, sin que se le moviera una pestaña. Me pregunto qué hará ese general cuando el chavismo pierda el gobierno en unas elecciones limpias. No le quedará otra que colgar las medallas en el closet. Este gobierno militarista, nos enseña de vez en cuando las cadenas con la que pretende amarrar nuestras conciencias.
Dime con quién te juntas y te diré de qué padeces. La Venezuela liberada por Bolívar, invitó a sus amigos a celebrar el Bicentenario de nuestra Declaración de Independencia. Rusia y Bielorrusia, China, Nicaragua y Cuba –entre otros- enviaron una representación de sus ejércitos. Eso es lo que no va quedando, una sarta de amigos que bien nos venden algo, bien reciben las bondades económicas de este gobierno.
Las elecciones no se ganan con los doce mil soldados que desfilaron, o las cinco mil que presenciaron el desfile. Tampoco se ganan con los adeptos vestidos de rojo que movieron al pie del balcón del pueblo. Chávez y sus seguidores están bien claritos sobre este tema. Las elecciones las ganarán los millones de venezolanos que no estuvimos allí, pero que estamos hastiados de las cadenas que oprimen nuestra libertad y progreso.
Esta vez liberaremos a Venezuela en unas elecciones, sin un solo tiro.
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