¿Será necesario demoler la PDVSA corrupta que envió un maletín lleno de dólares para la campaña de Cristina Kirchner, que dejó podrir los alimentos en Pdval, que contrató con sobreprecio la plataforma marina que se hundió, que otorga contratos sin licitar, que se apropió del Fondo de Ahorros y de las prestaciones de los trabajadores que despidió ilegalmente y que en una operación turbia ocasionó pérdidas al Fondo de Jubilación?
¿Será posible salvar la PDVSA que no cumple las normas de seguridad en el trabajo y de protección ambiental, que desde el 2003 a la fecha lleva 274 accidentes con saldo de 67 trabajadores fallecidos y 265 lesionados, que tiene una capacidad de producción inferior en 2,5 millones de barriles diarios a la que estaba planificada y una producción real de un millón de barriles diarios por debajo de la del 2001?
¿Acaso es viable la PDVSA que tiene una demora de varios años en el desarrollo de proyectos de gas, que eliminó la Orimulsión, que se asoció en la Faja del Orinoco con empresas que no disponen de tecnología, ni de recursos financieros, que cambió 32 Convenios Operativos ventajosos por empresas mixtas menos ventajosas? ¿Es aconsejable mantener la PDVSA que por razones políticas firmó convenios de suministro de petróleo en condiciones lesivas para Venezuela, que cuenta con 92.299 trabajadores, 33% más que en el 2001, y que de ellos la empresa no conoce el grado de instrucción de 34.152, que ahora incluso deben ayudar a construir viviendas?
La decisión a tomar no es sencilla. A primera vista pareciera que lo procedente es eliminar la PDVSA actual y constituir una nueva con otro nombre que haga olvidar el desprestigio de esta empresa roja. Esta tesis la suscribimos hasta hace poco. Hoy pensamos que esa opción es más compleja y puede tener un mayor costo que reconstruirla. Partimos del principio de que todavía en la empresa hay gente valiosa, tanto de la PDVSA meritocrática, como del nuevo personal. También es válido recordar que en 1977 PDVSA absorbió y logró sanear el Instituto Venezolano de Petroquímica que estaba muy politizado y arrojaba pérdidas; aunque es un caso diferente, existe la experiencia del proceso de estatización de la industria, mediante el cual terminaron por fusionarse 14 empresas en una sola.
Todo ello se realizó sin mayores traumas. En el caso de la PDVSA roja también puede lograrse su recuperación, en un marco de respeto a los derechos laborales de los trabajadores actuales y el reconocimiento de los derechos conculcados a los que fueron despedidos. Lo importante, entre otros aspectos, es que el nuevo gobierno que sustituya a este régimen que agoniza logre un acuerdo con los partidos y con los sindicatos para impedir la injerencia de la actividad partidista dentro de la empresa y que la nueva Directiva esté integrada por profesionales de reconocida autoridad profesional.
eddiearamirez@hotmail.com
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