lunes, 27 de junio de 2011

CLIENTELISMO Y DEMAGOGIA: EL LITORAL (SFE) - 26-JUN-11 – OPINIÓN DESDE ARGENTINA EDITORIAL

Una de las facetas del populismo es la de presentarse como una respuesta eficaz al abigarrado y burocrático marco institucional del modelo liberal burgués. Ante las trabas y las demoras de los procedimientos liberales -trabas y demoras deliberadas, según esta tesis, porque su propósito es obstaculizar los cambios- se constituye un sistema informal con gran capacidad de decisión que en el plano político lo expresa el líder y en el plano de la gestión lo expresa el clientelismo a través de una red de “punteros”.

Es así como se configura un modelo de poder con serias anomalías institucionales, pero sostenido por una trama de relaciones que funcionan paralelas al Estado pero financiadas con los recursos del Estado.

Esa red clientelar se justifica con el argumento de que el Estado no hace las cosas bien, postura que pretende ocultar el afán del caudillo populista de ampliar su campo de maniobra para beneficiarse políticamente con las dádivas que patriarcalmente otorga a los pobres. El problema que presenta esta metodología es que carece de los controles institucionales establecidos por la Constitución e inevitablemente deriva en arbitrariedad y corrupción, datos inescindible de la naturaleza clientelar. No hay clientelismo sin corrupción del mismo modo que no lo hay sin demagogia política.

Si bien para el sentido común más básico el el clientelismo puede dar respuestas inmediatas, en realidad degrada y reproduce en una escala superior los mismos vicios que prometió combatir. Como bien lo prueba el historiador Loris Zanatta, la Fundación Eva Perón fue un caso típico de gestión populista sostenida con recursos del Estado y fondos confiscados a empresarios disidentes para desarrollar políticas sociales que promovían políticamente el liderazgo de la mujer de Perón. Según relata el historiador Joseph Page, cuando a Evita le preguntaron si llevaba una contabilidad sobre los fondos donados, respondió que ella no se dedicaba esas tareas porque lo suyo no era una empresa comercial. Mientras tanto la Fundación tomaba del Estado un porcentaje de los sueldos de los trabajadores y el veinte por ciento de los ingresos anuales de la Lotería Nacional.

Lo sucedido merece recordarse, porque algo parecido queda a la vista con Hebe Bonafini y la fundación “Sueños compartidos” financiada, como se sabe, con recursos del Estado. Según sus propias palabras, si alguna diferencia ella tenía con Sergio Schoklender era que éste quería organizar una empresa, mientras que ella sólo se proponía ayudar a los pobres.

Más allá de las anécdotas, lo que importa destacar es que la lógica del clientelismo es refractaria a los controles y, por tanto, permeable a los desvíos, los desbordes, la obtención de beneficios políticos rápidos. La experiencia enseña que mientras los derechos civiles, políticos y sociales no sean universales y los beneficios y coberturas que se otorguen esquiven las oficinas estatales, el clientelismo seguirá imponiéndose con sus secuelas de corrupción, manipulación política y despilfarro de recursos.


http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/06/25/opinion/OPIN-01.html
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