Es errado demandar que el individuo se subordine a la colectividad o se disuelva en ella, porque es por medio de los individuos más avanzados que la colectividad progresa y ellos pueden realmente avanzar si son libres. El individuo es, ciertamente, la clave del movimiento evolutivo. -Sri Aurobindo.
1.- EL TOTALITARISMO SOCIALISTA ES PASADO. BALDOMERO VÁSQUEZ
2.- 'LA IZQUIERDA REACCIONARIA'. ESTEBAN LIJALAD
3.- UN ESQUEMA INSTITUCIONAL DIFERENTE. ALBERTO BENEGAS LYNCH (H)
La Fuerza de la esperanza se mueve. Esfuérzate, anímate y trabaja. Solo faltan 616 días, cuenta regresiva inexorable. Artículo 231. Constitución de 1999. El nuevo Presidente tomará posesión el 10/01 del primer año de su período constitucional.- @raulamiel
EL TOTALITARISMO SOCIALISTA ES PASADO. BALDOMERO VÁSQUEZ
Son muchos los acontecimientos históricos relevantes ocurridos el siglo pasado respecto a los cuales padecen de amnesia los intelectuales izquierdistas latinoamericanos, ni hablar de los venezolanos. Cual fanáticos monotemáticos, su empobrecida vida se ha reducido a monitorear lo que hace el “imperialismo norteamericano”, pero jamás analizan otros acontecimientos por importantes que hayan sido sus repercusiones. Guardan silencio sobre las monstruosas acciones ejecutadas bajo su ideología, cuando debieran sentirse moralmente obligados a rendir cuentas por ellas.
Tan vocingleros para otras cosas, los izquierdistas callan sobre: las hambrunas ocurridas en la URSS y China causadas por las estatizaciones sangrientas del agro, llevadas a cabo por Stalin, y por las comunas campesinas implementadas por Mao; la persecución y asesinato de las etnias no rusas subyugadas bajo el puño de hierro del “padrecito”; el Pacto de Amistad de 1939 entre Hitler-Stalin que permitió a esvástica y hoz y martillo descuartizar pueblo y territorio polacos; el paraíso socialista infernal construido en Camboya en 1975 por Pol Pot y los Jemeres Rojos; la invasión imperialista soviética a Afganistán en 1980; el riesgo para la humanidad de una guerra nuclear en 1962 debido a la instalación de armas atómicas rusas en la República Soviética de Cuba; etc.
Pero, a nuestro juicio, el mayor y más vergonzoso silencio de los socialistas ha sido el que han mantenido sobre los campos de concentración estalinistas (Gulags), a los cuales fueron llevadas millones de personas inocentes. A dichos campos, ellos nunca se refieren. ¿Por qué razón? Porque revelan, junto a otros rasgos comunes, el carácter totalitario, similar al del régimen nazi, del sistema socialista implantado por Stalin y el PCUS en la URSS. En esa similitud está mi respuesta a la pregunta: “¿Por qué la izquierda se negó a usar el concepto de totalitarismo?”, con la que Claude Lefort valientemente retara a sus pares de la izquierda europea hace 30 años (“La Lógica Totalitaria”, en: La Invención Democrática. Nueva Visión, 1990, pp 41). No iban los izquierdistas europeos, menos los latinoamericanos, a darle curso a un concepto que los desenmascaraba, ubicándolos en el mismo bando despreciable de los nazis.
Se entiende así por que el debate sobre el totalitarismo nunca tuvo acogida entre los intelectuales izquierdistas de las ciencias sociales latinoamericanas. Cómo la iba a tener, si las universidades estaban pobladas de profesores que predicaban que la “emancipación de la especie humana” y “el futuro de la humanidad” ya eran una realidad en el totalitarismo socialista soviético y en el de su colonia, la Cuba castrista. Para la intelectualidad izquierdista de Latinoamérica el Gulag es como si no hubiese existido, lo cual también nos explica su mutis sobre la obra de Alexander Solzhenitsin, ya que fue él quien reveló a Occidente en 1973 los horrores de los campos de concentración del “primer estado obrero de la historia”.
SOCIALISMO COMUNISTA NACIONAL SOCIALISMO |
En la actualidad observamos que se intenta asear propagandísticamente el socialismo, agregándole la etiqueta “del siglo XXI” para venderlo como un proyecto de futuro. Es una táctica cosmética condenada al fracaso, ignorante de la vasta concreción histórica del socialismo en el siglo XX y de la matriz conceptual marxista que le dio origen en el siglo XIX.
'LA IZQUIERDA REACCIONARIA'. ESTEBAN LIJALAD
LA IZQUIERDA REACCIONARIA QUIERE EL PASADO |
Lo más llamativo de este libro es el punto de vista. Si algún pensador conservador hubiera escrito una crítica a la Izquierda, a nadie le llamaría la atención. Casi diríamos que estaría en su naturaleza. Pero cuando alguien proveniente de la Izquierda asume el desgarro que significa quebrar los mitos de juventud y exponer, al fin, las dudas y certezas que lo traspasan, el producto tiene un valor complementario. Sobre todo para los miles de personas que han vivido el mismo proceso.
Venía, como tantos otros, preocupándome por la situación de lo que hasta aquí se ha venido llamando izquierda, por la identidad de día en día más borrosa de ese sector del pensamiento, o del no-pensamiento, con el cual me identifiqué durante largos años, probablemente a falta de algo mejor. Intuía, más que veía, la miseria en la que había caído y seguía cayendo, como en un pozo de fondo remoto, pero no alcanzaba a precisar lo que la violencia de Al Qaeda reveló aquel día y los que le siguieron: que el pozo no tenía fondo y que la decadencia de las nociones que habían alimentado las visiones del mundo en general tenidas por progresistas ya no se iba a detener.
Vázquez-Rial, ya digo, no es el único que ha hecho ese tránsito. Somos miles, ya digo, los que hemos vivido el mismo proceso, aunque quizás de un modo discreto, sin la audacia y la brillantez de Horacio. De algún modo, él mostró el camino.
El punto de ruptura final fue, para él y para tantos, el brutal atentado del 11 de septiembre del 2001. Las sonrisas cómplices, las condenas meramente formales, la idea de que EEUU se lo había buscado, todo eso fue el detonante que muchos necesitamos para decir adiós, definitivamente, a los sueños de la Izquierda.
Lo que siguió al 11 de Setiembre fue un estallido. Una confesión pública de identificación con la barbarie, de repudio a la civilización y al pensamiento como tal, de repugnancia ante lo político, de tolerancia ante el terrorismo, y de cólera frente a la legalidad y la legitimidad de los Estados como marco de garantía de los derechos humanos.
Todo eso, y mucho más, quedó claro el 11 de Septiembre. La sustancia de La izquierda reaccionaria es el relato pormenorizado de ese estallido de irracionalidad: de cómo una hija de Occidente –la izquierda que nació en las jornadas revolucionarias del siglo XVIII– termina matando a su propio padre y se abraza a lo peor: el fundamentalismo religioso, el nacionalismo, la reacción. Es Roger Garaudy convirtiéndose al islamismo; es Carlos, el guerrillero internacional, aplaudiendo a Osama bin Laden. A eso ha llegado la jibarización de la izquierda: del anuncio de un futuro de libertad y justicia a la justificación de la matanza de inocentes.
Las claves de esta decadencia son analizadas por Vázquez-Rial con la sapiencia del arqueólogo, que analiza fragmentos dispersos para rearmar una realidad cultural.
– El reduccionismo de la autodefinición de la Izquierda: vendría a ser todo lo que se oponga la Derecha, un mosaico que abarcaría desde Churchill a Hitler, de Vargas Llosa a Trujillo.
– El abandono de la política democrática, en el sentido de lucha leal por el poder mediante la persuasión del electorado: atajos, golpes de estado, conspiraciones, guerras prolongadas.
– La asunción del nacionalismo como bandera propia, contra la tradición internacionalista de los fundadores.
– Cuba como el gran mito sobreviviente tras la Caída del Muro: "Las gentes de las izquierdas, las que hace cuarenta y dos años depositamos nuestras esperanzas de transformación en la revolución cubana –asumo mi parte–, debieran ser las más críticas, las más interesadas en que esa pesadilla no se prolongue. Si es necesario, reclamando el fin del bloqueo, pero con conciencia de que el final del bloqueo es el final del régimen, el más deseable, el menos sangriento de los finales. Cuba, su Mito, su bandera, es aun levantada por los restos de la izquierda, es una pesadilla (...) solo un cínico redomado puede decir que hay un principio que defender en Cuba, sea que se llame socialismo, sea que se llame igualdad".
– La pérdida de la noción de proceso, esa dinámica de la Historia que lo único que predica es que no hay un fin de la historia, que la Historia no se detuvo en la URSS o en China o en Cuba. La cristalización, el congelamiento de la Historia es una de las claves del fracaso de la Izquierda para comprender la dinámica de lo real.
La pérdida de potencia de fuego político e ideológico tras la desaparición de la URSS se compensa con el apoyo –explícito o soterrado– a la barbarie fanática representada por Bin Laden y su terrorífico atentado contra las Torres. Por interpósita persona, la izquierda (antiamericana, fanáticamente antiamericana, podría decirse) encuentra su nuevo guía. El que sea un líder fundamentalista islámico se considera un detalle menor. Como recoge Horacio, cierta dirigencia izquierdista argentina, a la vanguardia de la alianza Marx-Mahoma, planteó el carácter revolucionario de Osama.
Vicente Zito Lema sostuvo que Osama bin Laden era "un revolucionario", cuya lucha "es parte de la lucha de clases" de "los oprimidos de la humanidad contra el imperio". Lo comparó con José de San Martín, Manuel Belgrano, José G. Artigas [líderes independentistas de Argentina y Uruguay en el siglo XIX], Ernesto Guevara y "mis compañeros caídos en combate".
El Mito ya estaba construido. Y la izquierda es muy eficaz construyendo mitos. Es lo que mejor sabe hacer.
El estupendo capítulo sobre la multiculturalidad trae una síntesis brillante de las similitudes y diferencias de dos tradiciones que han influido en la modernidad: la iluminista (universalista, igualitaria, racional) y la romántica (irracional, particularista, exaltadora de las diferencias nacionales). De un modo muy claro, Vázquez-Rial demuestra que el romanticismo está en la base del antisemitismo:
¿De qué modo la noción de relativismo cultural, o de multiculturalismo, como se ha elegido llamarlo últimamente, está asociada al antisemitismo en particular, por la historia del Romanticismo alemán, y al racismo en general? La negación de la noción de humanidad, y su sustitución por la de un conglomerado de culturas, abre la brecha de la diferencia. Y el racismo no se construye sobre la superioridad o la inferioridad de una determinada raza: eso viene después, en segundo término: lo primero es la diferencia de esa raza respecto de otras. Para aceptar la idea de que los arios son superiores, o la de que los judíos son inferiores, tengo que aceptar primero que son diferentes. Es tan racista afirmar que todos los judíos son malos como afirmar que todos los judíos son buenos. O los árabes, o los chinos, o los sioux, lo mismo da. Al diferenciarlos, los separo de la idea de humanidad.
La izquierda nació bajo el espíritu del iluminismo, pero ha virado hacia el romanticismo: la multiculturalidad, el desprecio de la cultura occidental, la aceptación entusiasta de la diversidad cultural, incluyendo la ablación, el asesinato de adúlteras, la explotación de la mujer, la negativa de los inmigrantes islámicos a aceptar la legalidad democrática europea... Todo en nombre del "respeto por la diversidad cultural".
Nos dice el autor:
Las izquierdas han dejado de ser un proyecto porque ni tienen un modelo de sociedad socialista dignamente defendible, ni se han comprometido con la defensa del único sistema, el occidental, en el que les está permitido vivir.
El abandono de Occidente, de las libertades, de los ideales democráticos –con el pretexto de se habían difuminado merced al imperialismo y el capitalismo salvaje– no hizo más que acercar a la Izquierda a su supuesto antagonista:
Todavía hace falta más distancia, todavía hay adherencias en nuestro espíritu de una sentimentalidad bolchevique, que nos impide a quienes nos formamos en las izquierdas asumir la esencial identidad del comunismo y el fascismo como respuestas revolucionarias paralelas, con un origen común, con una parafernalia común, con una coreografía común, con un lenguaje común, con unos discursos comunes.
Identificar el comunismo y el nazifascismo como las dos caras de una misma moneda antiliberal, para alguien que proviene de la Izquierda, alguien aun adherido a la "sentimentalidad bolchevique", es una "audacia". Sabe que sus amigos lo tildarán de "facho", de irresponsable: buena parte del Mito Soviético se construyó con la "victoria sobre el nazifascismo". Y no es cuestión de derruir mitos.
Vázquez-Rial pone también bajo su lupa la política familiar de la Izquierda actual –muy distinta del puritarismo de los viejos anarquistas del siglo XIX–, la cuestión de la soberanía –ambiguo tema en el que la Izquierda duda entre su inicial internacionalismo y el particularismo de aldea–, la ecología como nuevo mito anticapitalista. Etcétera.
Culmina Horacio afirmando, a modo de síntesis:
La izquierda actual es un síndrome y una mitología. Los síntomas son el antiamericanismo como única filosofía central, la renuncia a las nociones de proceso, de soberanía y de Estado, entre otras, el multiculturalismo –que lleva al proislamismo acrítico y, en consecuencia, a servidumbres políticas e intelectuales perversas–, el antisemitismo, el nacionalismo, la manipulación de la memoria y de la historia, el desconocimiento de la realidad moral de ciertas prácticas, tanto positivas como negativas –la familia o el cultivo de opio–, las consignas que se repiten sin que tengan ya ningún vínculo con la realidad.
No hace falta acordar con todas las afirmaciones de Vázquez-Rial. Eso sería lo contrario de un pensamiento libre e independiente. Algunas tesis que sostiene mueven a la discusión, lo cual es bueno y sano. Solo los fundamentalistas creen en cada palabra del Libro. Los liberales, afortunadamente, tenemos muchas coincidencias y algunas disidencias, porque el liberalismo vive del intercambio, la discusión y el consenso.
UN ESQUEMA INSTITUCIONAL DIFERENTE. ALBERTO BENEGAS LYNCH (H)
Como he apuntado en otra oportunidad, en las primeras doce líneas del tercer tomo de la edición original de Law, Legislation and Liberty de 1973, Hayek escribe que los esfuerzos realizados hasta el momento por el liberalismo clásico para frenar los abusos del Leviatán han sido (y siguen siendo) un completo fracaso. Por ello es que en esa misma obra sugiere la implementación de lo que bautizó como “demarquía”, esto es la despolitización de una de las Cámaras en el Congreso, lo cual explica detalladamente en el libro de referencia.
En esta nota periodística queremos agregar dos aspectos que estimamos cruciales para el Poder Ejecutivo y uno para el Judicial, siempre en el contexto de la línea argumental de que el ideal de autores como Giovanni Sartori en cuanto a la democracia como un método de selección y alternancia de autoridades que preserva los derechos de las minorías se ha desvirtuado para convertirse en cleptocracia, es decir, el gobierno de los ladrones de propiedades, libertades y vidas (en lugar de la tradición lockeana que se dirigía a preservar esta valiosa triada).
Si compartimos la conclusión de Einstein en cuanto a que no resulta posible obtener resultados distintos aplicando los mismos métodos, se torna necesario explorar otras avenidas y agudizar el ingenio para evitar la grotesca parodia de democracia que hoy tiene lugar en prácticamente todos lados.
La democracia no dice cual sea el método de elección que prefiera el pueblo ni como deben configurarse los tres poderes siempre y cuando estén debidamente separados. La primera modificación que sugerimos se basa en las argumentaciones de los Padres Fundadores en Estados Unidos y en las que elaboraron algunos de los protagonistas de la Revolución de Mayo en lo que después fue la Argentina. En el primer caso la propuesta no prosperó aunque tuvo vigorosos patrocinadores y produjo vibrantes debates tal como, entre otros, documenta Forrest McDonald respecto de Edmund J. Randolph quien fuera gobernador de Virginia y el segundo Secretario de Estado del gobierno norteamericano. En el otro caso, después de la Junta Grande y la Junta Conservadora, la experiencia duró relativamente poco no sin antes haber dispuesto medidas constitutivas del gobierno patrio de gran fertilidad. Se trata del establecimiento del Triunvirato al efecto de evitar la entronización de caudillos o de “el líder” y diluir el peso de una sola persona a través de un cuerpo colegiado en el que las decisiones se tomaran por mayoría lo cual requeriría negociaciones y dificultaría decisiones apresuradas, tal como previamente se consignó en debates sobre el triunviri en el derecho romano con la idea de mitigar el poder de un solo sujeto y diluir el peligro consiguiente a través de una comisión. (Actualmente, cada miembro del Triunvirato ejercería rotativamente -por ejemplo, cuatrimestralmente- el cargo de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas).
La segunda medida sugerida para evitar las escandalosas situaciones que ocurren actualmente estriba en adoptar lo que antes hemos escrito sobre el consejo de Montesquieu en el segundo capítulo del Segundo Libro de El espíritu de las leyes donde afirma que “El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia”. Si esto se llevara a cabo, la gente dejaría de relatar las bostezantes anécdotas personales de los candidatos que se proponen y proclaman en la contienda electoral y de tejer tediosas e inconducentes elaboraciones sobre los partidos políticos y, en su lugar, dado que cualquiera puede ser gobernante, se torna necesario centrar la atención en lo que no pueden hacer con las vidas, haciendas y libertades de los gobernados. En este caso, habría un cambio en el eje del debate y las ocupaciones y preocupaciones canalizarían las respectivas energías en establecer claramente cuales han de ser los límites del poder.
Siempre el tema institucional apunta a los incentivos. Del mismo modo que el imprescindible federalismo en materia fiscal -donde la coparticipación es de las provincias o estados al gobierno federal y no al revés- obliga a los respectivos gobernadores a aplicar impuestos que no ahuyenten a la población en busca de otra jurisdicción más sensata y tenderá -en provecho propio- a atraer inversiones lo cual, a su vez, empujará a reducir gastos públicos. Del mismo modo decimos, el sorteo incentiva la búsqueda de vallas y diques de contención al abuso del poder, en lugar de institucionalizar coaliciones que explotan a las minorías.
No se trata de apuntar a la perfección ya que esta no está al alcance de los mortales, se trata de minimizar problemas mientras se continua con la tarea educativa en el contexto del debate sobre lo que hemos denominado “el síndrome Hobbes” a través del atento estudio y la contra argumentación de la presentación convencional de los bienes públicos, las externalidades, los free-riders y el dilema del prisionero.
Finalmente, respecto al Poder Judicial, sería de interés permitir que, en el marco de arreglos contractuales, las partes pudieran designar los jueces que en primera, segunda e instancia definitiva resolverán los eventuales conflictos, sin regulaciones de ninguna especie (incluyendo la obligación de que los seleccionados sean abogados) y reservar los jueces gubernamentales allí donde las lesiones al derecho o las malas interpretaciones del convenio suscripto surjan sin que hayan mediado contratos previos, lo cual nos retrotrae a lo sucedido principalmente en los inicios del common law tan bien descripto por autores como Bruno Leoni en donde fallos judiciales en competencia operaban en un proceso de descubrimiento del derecho circunscribiendo las funciones del Poder Legislativo a la administración de las finanzas del rey o del emperador.
Pensamos que una vez vencida la timidez por la sugerencia de una novedad para aquellas mentes anquilosadas en el pasado, se podrán adoptar estas cuatro sugerencias (una de Hayek, una de la historia estadounidense y la argentina, una de Montesquieu y otra del common law y la República Romana y los primeros tramos del Imperio) en base a lo disconformes que en general están los gobernados de todas las latitudes con lo que les viene ocurriendo en el sistema en vigente, por más que en toda campaña política machaconamente se reiteran promesas vacuas para terminar con la corrupción, la injusticia y la inseguridad siempre reinantes.
No parece posible ni serio continuar declamando una democracia inexistente mientras se arrasa con las autonomías individuales. Si se propusiera un sistema institucional distinto al sugerido en estas líneas para permitir el curso de la sociedad abierta, sería de interés conocer el andamiaje conceptual en el que se sustenta y discutirlo, pero si no se presenta proyecto alguno y el silencio fuera la respuesta, no insistamos tercamente con lo que a ojos vista nos conduce al despeñadero en la esperanza de que súbitamente ocurra un milagro. Y tengamos en cuenta que lo propuesto es al efecto de dar rienda suelta a lo que Adam Smith denominaba la “libertad natural” en contraposición a los megalómanos que pretenden fabricar el “hombre nuevo”, tan bien representados en la obra teatral Calígula de Albert Camus en la que el personaje de marras vocifera sandeces típicas de los planificadores de vidas y haciendas ajenas: “Vamos a revolucionar la economía política”; “Mi plan, por su sencillez, es genial lo cual cierra el debate”; “Acabo de comprender por fin la utilidad del poder. Da oportunidades a lo imposible”; “¿De que me sirve este asombros poder, si no puedo hacer que el sol se ponga por el este?”; “Lo que deseo hoy con todas mis fuerzas está por encima de los dioses”; “Haré de este siglo el don de la igualdad”…“Y necesito gente, espectadores, víctimas y culpables”.
Por el contrario, tal como aconseja Norman Mailer en sus reflexiones sobre la escritura dirigidas al espíritu curioso, adherimos a que para mejorar el conocimiento hay que “ampliar lo que nos dieron, forjar (podría haber dichoclarificar) un mundo que siempre estaba ante nosotros de un modo distinto de cómo lo habíamos visto el día anterior. […] Estoy interesado, más bien, en que todos mejoremos en la tarea de pensar”.
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