La Costa Oriental del Lago de Maracaibo (COLM) está compuesta por siete municipios y cerca de un millón de habitantes, en un territorio de 9.293 kilómetros cuadrados. La columna vertebral de su economía es la actividad petrolera desde principios del siglo pasado, complementada por actividades agropecuarias, pesqueras, comerciales e industriales. Ha sido el centro operacional de la industria del petróleo y, en consecuencia, el soporte fundamental de la economía nacional. La historia contemporánea empezó en 1914 con el descubrimiento del pozo Zumaque I en Mene Grande, reforzada en 1922 con el reventón del pozo Los Barroso en Cabimas. La pesca tradicional y artesanal, sin desaparecer, le dio paso a un progreso que considerábamos irreversible.
Las grandes trasnacionales primero, PDVSA después de la nacionalización con sus correspondientes operadoras, jugaron un rol insustituible en el desarrollo de esta sub-región zuliana. A ella me unen vínculos indestructibles personales, familiares y políticos. Con la estrecha colaboración de los alcaldes de la zona y de las operadoras, incluidas las llamadas contratistas del sector privado, se completó un trabajo de crecimiento económico y desarrollo social que ha resistido las agresiones de la barbarie actual e impedido caer en la más completa miseria. La semana pasada estuve varios días allá. Teniendo como base a Ciudad Ojeda, Lagunillas, conversamos a fondo nuevamente con las fuerzas motrices de la zona. Comerciantes, industriales, ganaderos, universitarios, dirigentes políticos y gremiales, mujeres y jóvenes. En todos ellos un sentimiento de rabia indignada, anhelo de cambio profundo y disposición a trabajar para lograrlo. Ahora hay retroceso, desinversión, abandono, incompetencia máxima, desempleo, inseguridad hasta límites indescriptibles e incertidumbre con relación, no sólo frente al futuro, sino con relación al día a día que los asfixia.
En todas partes encontramos a la Gente del Petróleo, así con mayúscula. Buena parte de los veinte mil botados de PDVSA, víctimas del más espantoso genocidio laboral de la historia. Crimen que reclama justicia. Pueden tener la seguridad de que sus derechos serán reconocidos y los sufrimientos compensados. Pero también, sus verdugos, sobre todo el verdugo mayor, tendrán que responder y saldar la deuda que tiene con tanta gente al mismo tiempo.
A los males anteriores se suman los derivados de la decisión de mayo de 2009 de asaltar las empresas contratistas privadas de la industria. No se trató de expropiaciones, ni de confiscaciones. Al margen de la ley hubo apropiación indebida calificada, es decir, robo a mano armada de instalaciones, equipos, recursos y nuevos despidos de personal. Fueron afectados unos diez mil empleos directos y cerca de treinta mil, derivados de esas actividades. Muchos quedaron fuera de la promesa de ser reenganchados. Ahora están también sin ingresos, contratación colectiva, ni seguridad social. La situación es explosiva.
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