La última concentración chavista pagada con el dinero de todos los venezolanos, tuvo como intención máxima continuar ocultando la verdad de los hechos de abril de 2002. En especial, Chávez quiere hacer olvidar la intervención del general Raúl Baduel, quien el 13 de abril lo rescató de la isla de La Orchila, adonde había sido trasladado, después de renunciar al cargo, según informó el jefe del Alto Mando Militar, general Lucas Rincón.
El otro fin del mitin fue permitir, una vez más, que el líder rojo-rojito se explayara en insultos a buena parte de los venezolanos. En medio de decenas de autobuses fletados para la ocasión y entre funcionarios obligados a asistir, bajo la amenaza de perder sus cargos, el líder del socialismo del siglo XXI arremetió verbalmente contra la mayoría del electorado nacional.
Esta vez los epítetos escogidos por el teniente coronel estuvieron referidos al mamífero rata. Un insulto, en realidad, poco imaginativo y que acaba de ser usado por el acorralado Muammar Gadafi, dictador de Libia por más de cuarenta años, contra los rebeldes que aspiran a relevarlo del poder.
“Ratas” y “rateros” ha llamado el señor Presidente de la República Bolivariana de Venezuela a quienes no comparten su forma de llevar los asuntos nacionales. Ha tratado de matizar la injuria agregándole “de la política”, como para arrimar aguas al molino de la antipolítica. Así, los ingenuos que repiten tópicos como “todos los políticos son iguales” o “todos los políticos son ladrones” verán satisfecho su elemental análisis en la palabra estentórea del Primer Locutor de la Nación.
También ha dicho Chávez que este calificativo a quienes se le oponen (52% de los votantes, por lo menos, según los resultados del pasado 26 de septiembre) lo usa con “el perdón de las señoras ratas”. No deja, entonces, Chávez de humanizar a los animales: típico comportamiento de quien quiere más a los no humanos que a sus congéneres. Tal cosa es muy preocupante en un gobernante y hace pensar que las películas del imperialista Walt Disney hicieron estragos en la mente del supremo comandante-presidente cuando era niño. Mickey Mouse es, para Chávez, más digno de consideración y respeto, que cualquier venezolano que no apoye su gestión de más de doce años.
Según el diccionario de la Real Academia Española, rata significa “persona despreciable”. Todos somos libres para despreciar a quien queramos. Es casi imposible conseguir a un ser humano que no desprecie a algún semejante. Usted, amigo lector, seguro que desprecia a alguien o ha despreciado, aunque sea por un momento, a alguien, por alguna razón. Eso pertenece a la naturaleza de nuestros sentimientos.
Habrá quien diga que no. Que él o ella nunca han despreciado a nadie. Bueno, estos son casos excepcionales y dignos de ser considerados como candidatos a la santidad. Pero lo que si no hace nadie, sino Chávez, es usar todos los medios de comunicación de un país para gritar a los cuatro vientos que la mayoría de los ciudadanos de ese país está conformada por “ratas”. Ningún gobernante democrático del globo llega a ese acto de irresponsabilidad y chabacanería.
Los calificativos que les demos a los demás están motivados por nuestra subjetividad. Para mí, por ejemplo, es despreciable que un militar viole su juramento y no use las armas que le ha entregado la Patria para defenderla sino para intentar desplazar del poder a un Presidente legítimo y tratar de asesinarlo. Es despreciable usar los medios de comunicación para alimentar en los ciudadanos más desinformados odios y resentimientos, mediante el uso del lenguaje más indecoroso. Es despreciable derrumbar las instituciones democráticas para erigir una autocracia personalista y militarista. También se puede despreciar a quien nunca debate de frente y en igualdad de condiciones sino sólo habla solo ante focas que aplauden sin parar.
En lo que sí tiene algo de razón Chávez es en llamar rateros a parte de la clase política y empresarial que lo antecedió en el poder. Según el mismo DRAE, ratero es “el ladrón que hurta cosas de poco valor” y si nos ponemos a comparar a quienes robaban en la mal llamada cuarta república con los que meten la mano ahora en el tesoro nacional, los primeros no llegan ni a roba gallinas, como dijo un filósofo de aquellos días. Son humildes rateros ante el desempeño de la robolución: los maletines de Pdvsa, el desfalco del Fondo de Pensiones de los jubilados petroleros, los negocios del rey de Mercal y de los interventores bancarios bolivarianos, la repartición de cupos de bonos y dólares, la desaparición de los millardos de verdes de las ganancias petroleras extraordinarias en los diversos fondos estatales, las comisiones y triangulaciones cubanas y demás regalos internacionales, los millones de kilos de comida de Pudreval, la misteriosa evaporación de la inversión en el sistema eléctrico y un larguísimo etcétera.
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