Mientras Anwar el Kaddafi dice: “Entraremos en una guerra sangrienta y pelearemos hasta el último hombre”, una Europa más preocupada por el precio del petróleo se plantea nuevos problemas. Uno de ellos es ¿qué hacer con los refugiados?
Barack Obama, terminante con el Kaddafi, crea una zona de exclusión y da la orden para que sus aviones evacúen a los extranjeros. Barcos de diferente porte parten hacia Europa con cientos de personas que no se sabe si están en verdadero peligro en caso de caer en manos del régimen o si aprovechan la movida para poder ingresar bajo el paraguas de refugiado y luego quedarse.
La situación es muy compleja. La incidencia de residentes islámicos ha cambiado el mapa de Europa y posiblemente siga haciéndolo con nuevas y más profundas alteraciones del orden establecido.
Nadie sabe si, bajo el panorama de sangre y fuego que vive Libia, caerá la autarquía de Anwar el Kaddafi o si logrará reinstalarse tras una purga política de proporciones. Aunque ambas posibilidades indican que un gran número de libios querría emigrar, la segunda posibilidad refiere cifras alarmantes.
Los mecanismos ideados para tratar de congelar el problema musulmán en Francia han quedado inservibles. ¿Cómo hablar de limitaciones cuando se está frente a una crisis de Derecho Humanitario? Aunque hay quienes dicen que siempre aparece un nuevo motivo para retroceder en cuestiones como esta, las cuales han hecho desaparecer parte de la idiosincrasia francesa en pos de un islamismo sui generis, nadie se anima a tirar la primera piedra.
Francia, aparte de ser el país de Europa occidental más afectado por el problema, ha convertido en ley ciertas directivas que pueden ser – y seguramente serán – cuestionadas como segregatorias. A partir del 11 de abril próximo, entra en vigencia la “ley anti-burka” cuyo tratamiento ya armó revuelo. Se descuenta que su aplicación será forzosa ya que dejarla caer sería una pérdida política para el gobierno quien quiere capitalizar el 22% de la opinión pública que respalda al FN Frente Nacional (Front Nationale) y tiene una posición sumamente firme ante las repetidas repulsas de los islámicos que reclaman se permita el uso.
Es que el choque no es un choque de creencias sino de culturas. Y allí se enfrentan los derechos de la mujer, de los que Francia siempre ha sido adalid, con el sojuzgamiento de la mujer islámica del que la burqa es la máxima expresión.
Occidente enfrenta los prolegómenos de una nueva invasión del Islam, tiene en contra la falta de espíritu de lucha que fue consumido por su hedonismo, a favor una larga experiencia y una dormida crueldad que nadie sabe cuándo puede despertar.
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