viernes, 4 de marzo de 2011

MENTALIDAD AUTORITARIA. RUTH CAPRILES

Quienes quieren el poder absoluto y vitalicio no tienen medida de sí mismos
El panorama internacional es demasiado complejo e inestable como para alegrarse fácilmente. Un viejo proverbio decía "Quien se levanta con esperanza puede llorar al atardecer". No es cuestión de abandonar la esperanza que mueve hacia la producción y el futuro, sino advertir contra la esperanza de bienes inmerecidos. 

De lo que se ha trabajado, con esfuerzo y en buena lid, se obtiene beneficios con alta probabilidad. Pero esperar obtener bendiciones gratuitas siempre desengaña. Hay que ser humilde en lo que se espera; hay que vincularlo al esfuerzo; y es muy difícil que cada uno tenga medida de sí mismo para hacerlo.

Quienes quieren el poder absoluto y vitalicio no tienen medida de sí mismos. Se creen dioses.

Pero no son sólo los gobernantes despóticos quienes deben poner sus barbas al remojo sino las poblaciones que han sido doblegadas durante años por la voluntad de sociópatas, narcisistas, y otras versiones de la patología del poder absoluto. Porque la incógnita no reside en la psicología torcida de unos individuos de mentalidad autoritaria que tienen la pretensión y el placer de dominar a millones. Esas mentalidades uno las entiende como desviaciones patológicas autoritarias; no tienen medida de sí mismos ni del respeto debido a los otros seres humanos. La pregunta difícil de responder es cómo ha sido posible que los cubanos, los egipcios o los libios hayan permitido que tales patologías los dobleguen durante tanto tiempo. ¿Cómo puede un individuo enfermo dominar a muchos?

Lo que resulta inexplicable es por qué los venezolanos, tradicionalmente individualistas y libertarios, siguen ahora el modelo autoritario anacrónico y en decadencia global. Las poblaciones del mundo, cada vez más conectadas e informadas, parecen esperar otra cosa y tendrán que trabajar por su libertad con algo más que jornadas de liberación. Tendrán que sostener Estados democráticos en poblaciones acostumbradas a doblegarse y doblegar. Tendrán que exorcizar al demonio autoritario dentro de sí mismos.

 ruthcapriles@yahoo.com
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2 comentarios:

  1. Sinceramente...no se podrá comparar jamás a Capriles con Chávez en las próximas Elecciones Presidenciales del 07 de Octubre. Es sencillo, Chávez se crio en el seno de una familia común, cómo casi el 85% de los venezolanos, por lo tanto Chávez es Pueblo. En cambio, Capriles ha sido criado en el seno de la mera Burguesía, por lo que el nunca conoció ni conocerá las verdaderas necesidades y problemáticas de sus compatriotas...Es cómo que mucho pedirle que sea diplomáticamente integral con los Venezolanos, cuando no has vivido lo que ellos han vivido.

    Atte: Edwal Quilarque Sangronis.

    Correo Electrónico: edwalquilarques@gmail.com

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    Respuestas
    1. El hombre mediocre
      El hombre mediocre es un libro del sociólogo y médico ítalo-argentino José Ingenieros, publicado en el año 1913. La obra trata sobre la naturaleza del hombre, oponiendo dos tipos de personalidades: la del hombre mediocre y la del idealista, analizando las características morales de cada uno, y las formas y papeles que estos tipos de hombres han adoptado en la historia, la sociedad y la cultura.

      José Ingenieros dice que "no hay hombres iguales", y los divide a su vez en tres tipos: El hombre inferior, el hombre mediocre y el hombre superior; pero no arremete contra los dos primeros, sino que describe a los tres y exalta al idealista.

      El hombre inferior
      El hombre inferior es un animal humano. Su ineptitud para la imitación le impide adaptarse al medio social en que vive; su personalidad no se desarrolla hasta el nivel corriente, viviendo por debajo de la moral o de la cultura dominante, y en muchos casos fuera de la legalidad. Esa insuficiente adaptación determina su incapacidad para pensar como los demás y compartir las rutinas comunes.
      Estos, mediante la educación imitativa, copian de las personas que los rodean una personalidad social perfectamente adaptada.

      El mediocre
      El hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar. De ahí que se vuelva sumiso a toda rutina, a los prejuicios, a las domesticidades y así se vuelva parte de un rebaño o colectividad, cuyas acciones o motivos no cuestiona, sino que sigue ciegamente. El mediocre es dócil, maleable, ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la perfección, solidario y cómplice de los intereses creados que lo hacen borrego del rebaño social. Vive según las conveniencias y no logra aprender a amar. En su vida acomodaticia se vuelve vil y escéptico, cobarde. Los mediocres no son genios, ni héroes ni santos.
      Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición (aquí se ve en parte la idea positivista de la época, el hombre como receptor y continuador de la herencia biológica), sin darse cuenta de que justamente las creencias son relativas a quien las cree, pudiendo existir hombres con ideas totalmente contrarias al mismo tiempo. A su vez, el hombre mediocre entra en una lucha contra el idealismo por envidia, intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que el idealista nunca sea reconocido y de que no se ponga por encima de sí.

      El idealista
      El idealista es un hombre capaz de usar su imaginación para concebir ideales legitimados sólo por la experiencia y se propone seguir quimeras, ideales de perfección muy altos, en los cuales pone su fe, para cambiar el pasado en favor del porvenir; por eso está en continuo proceso de transformación, que se ajusta a las variaciones de la realidad. El idealista contribuye con sus ideales a la evolución social, por ser original y único; se perfila como un ser individualista que no se somete a dogmas morales ni sociales; consiguientemente, los mediocres se le oponen. El idealista es soñador, entusiasta, culto, de personalidad diferente, generoso, indisciplinado contra los dogmáticos. Como un ser afín a lo cualitativo, puede distinguir entre lo mejor y lo peor; no entre el más y el menos, como lo haría el mediocre.

      Fuente: Wikipedia

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