Ante los despiadados, indiscriminados desproporcionados y cobardes ataques lanzados por el sátrapa libio contra los rebeldes, empleando artillería pesada, cohetes, bombas y toda clase de armas de guerra, estos han pedido a la comunidad internacional que establezca una zona de exclusión aérea. Los países miembros de la OTAN reconocen que esta sería una medida eficaz para impedir que Gadafi siga masacrando cobardemente a la oposición.
Sin embargo una medida de esa naturaleza requiere el cumplimiento de, por lo menos, tres condiciones: 1) La aprobación del ente regional del cual forma parte Libia, en este caso la Liga Árabe. 2) Una decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) autorizando la medida. 3) Que en su ejecución participe alguno de los países de la organización regional.
La cautela y la prudencia obedecen a las experiencias previas de decisiones de esa naturaleza, tomadas sin el pleno respaldo de la comunidad internacional, que provocaron reacciones adversas de algunos países y no surtieron el efecto perseguido.
La primera condición se ha cumplido. La Liga Árabe se pronunció y solicitó expresamente el establecimiento de la zona de exclusión aérea.
Cuando escribo este artículo (domingo 13-03) la segunda condición está en proceso de materializarse. Los miembros del CSNU adelantan consultas informales sobre el tema. Al parecer Rusia estaría dispuesta a votar favorablemente la implantación de la zona de exclusión. Líbano, país integrante de la Liga Árabe y también miembro no permanente del CSNU trata de convencer a China para que no vete la medida. Muy probablemente, para la fecha de hoy, en que sale publicado el artículo, ya el CSNU habrá tomado una decisión y estarán en plena ejecución las acciones necesarias para ejecutarla. Un poco tardíamente, pero más vale tarde que nunca.
Imponer una zona de exclusión aérea no es tarea fácil. Su finalidad específica es impedir que Gadafi continúe bombardeando a los rebeldes. Para lograrlo será necesario penetrar en el espacio aéreo libio para interceptar, y de ser necesario, derribar los aviones de la fuerza aérea leal a Gadafi. Para ello será necesario incursionar previamente en el espacio aéreo libio, neutralizar los sistemas de defensa antiaérea libios y desactivar las estaciones de radar que les sirven de apoyo. Pero aún esto no será suficiente protección ya que el ejército libio, como prácticamente todos los ejércitos del mundo, incluido el nuestro, cuenta con lanzadores individuales de misiles tierra-aire que han demostrado ser muy eficaces para derribar aviones “enemigos”.
La implantación de la Zona de Exclusión aérea requerirá además un gigantesco operativo de apoyo logístico. Las autoridades militares norteamericanas han señalado que será necesario contar con portaviones, buques portahelicópteros, buques de apoyo de diversa índole y abundante material de guerra moderno y sofisticado.
Esto nos lleva a la tercera condición. La participación de alguno de los países de la región. Entiendo que concretamente se tiene en mente a Egipto, que cuenta con una de las fuerzas aéreas mejor equipadas de la zona. Su participación además de constituir un apoyo político y militar importante a la operación, también permitiría contar con bases terrestres cercanas para el reabastecimiento de los aviones que intervienen en la medida.
Los países de la Liga Árabe no solamente están de acuerdo con la zona de exclusión sino que coinciden - con la única deshonrosa excepción de Siria - en que Gadafi debe ser destronado. Egipto y Túnez tienen especial interés en esto último porque el derrocamiento del sátrapa libio pondría fin al gravísimo problema del flujo de refugiados que se han visto obligados a recibir.
Lo que ocurre en Libia debe servir de advertencia a los petróleo-dictadores que hay en el mundo. Ni los petrodólares, ni el armamento moderno y sofisticado, ni la existencia de una milicia fanática, ni la obediencia comprada o impuesta - y por ello frágil - de la fuerza armada, podrán, llegado el momento, prevalecer frente a una acción mancomunada y solidaria de la comunidad internacional para apoyar a un pueblo que lucha por poner fin a los abusos y atropellos de gobernantes forajidos que pretenden perpetuarse en el poder.
deAdolfo Taylhardat
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