viernes, 4 de marzo de 2011

LA OTRA OPOSICIÓN. RAFAEL GROOSCORS CABALLERO

            Si nos damos cuenta de que es lo ocurrido en Venezuela, tanto en cuanto a lo electoral, como en cuanto al tratamiento de la opinión pública por parte de los operadores políticos, en los últimos doce años, no podremos sentirnos felices y ni siquiera esperanzados. Uno tras otro, los acontecimientos nos hablan de un régimen autócrata, dueño de las instituciones, propietario del poder, en aparente enfrentamiento a una débil oposición, más o menos conformista y a una masa de indefinidos,  invisible, la cual sólo se muestra en una persistente abstención y en un inescrutable silencio. Si nos remitimos a las cifras oficiales, dadas por el CNE, en referencia a la última jornada electoral  (26 de Septiembre del año pasado) la Oposición unida (MUD) obtuvo la aprobación de 5.900.000 electores y el Oficialismo reunió 5.300.000 votos, dentro de una extraña, inconstitucional interpretación de la norma, mediante la cual los aliados del régimen consagraron 98 Diputados, contra 67 que fueron adjudicadas a la MUD y al PPT. Más votos, menos Diputados. Pero lo que nos desalienta no es sólo la permisiva  actitud de los oposicionistas burlados, quienes aceptando la ilógica conjugación matemática señalada (33% contra 30%), legitimaron la trampa con su presencia en un cuerpo legislativo que sigue sin representar al pueblo, sino que por razones no imputables a la falta de motivación, más de SEIS MILLONES Y MEDIO de electores no concurrieron a la cita, facilitando con su abstención, la grotesca usurpación parlamentaria.

            Es muy difícil pensar que esta enorme masa de compatriotas, al silenciar su voz, --¡constituyen, nada menos, que el 37% del electorado¡--  le hayan dado la espalda al país, probablemente desinteresados en su suerte, en cierto modo, como si fueran traidores a la patria. Lo hemos dicho más de una vez, por diferentes vías. Es que la gran mayoría de nosotros, opuestos como estamos a la aventura que patrocina el grupo gobernante; convencidos de que navegamos sin rumbo, a riesgo de caer en una sima profunda, similar a la que hunde a Cuba, a la que amenaza a otros pequeños países de nuestro Continente –afortunadamente, muy pocos--  no podemos aplaudir  una estrategia que sólo consiste en aprovechar los espacios que, en nombre de una fatua democracia de palabra, nos permite un régimen que hace mucho tiempo y por múltiples razones, perdió toda legitimidad. Si no adoptamos una actitud valiente, agresiva, inteligente y audaz, como la que por estos tiempos ha hecho despertar al mundo árabe y al norte del continente africano, estaremos condenados a servir de mampuesto a un grupo insignificante de incapaces, quienes, con un proyecto de falaz vínculo ideológico socialista, han abordado el poder, para su propio beneficio, engañando a un pueblo que merece nuestra mayor atención y fracturando a un país que si no se alza a tiempo, terminará por desaparecer.

            El 11 de abril del 2002 probamos que la fuerza real de los autócratas que nos gobiernan es sumamente frágil. La propia de los uniformados que arengan a sus subalternos. La del payaso principal del circo, que grita sus órdenes a las domadas fieras sin garras. Lo probamos, pero no fuimos capaces de imponernos inteligentemente. El 15 de agosto del 2004 probamos, una vez más, que somos mayoría los que no queremos la continuidad de un decadente régimen inspirado en doctrinas del Siglo 19. Pero aceptamos una rectoría electoral que nos inventó la inversión de la norma constitucional y transformó la actitud revocatoria en una traviesa ratificación, fundamentada en aquello del millón de firmas planas, maniobra que hundió el respeto a la ley de leyes y que inhabilitó a valiosos venezolanos, a quienes se les privó su derecho de participar políticamente. Más adelante, en el 2007, dijimos que no queríamos reformas indeseables a la Constitución y que rechazábamos cualquier propuesta para transformar a Venezuela en  una parcela sectaria, inscripta en un viejo socialismo fracasado. Pero tampoco fuimos capaces de responder con contundencia. Por eso es como esa otra oposición, a la que nos sumamos sin vacilaciones, se niega a continuar aceptando lo inaceptable y seguirá absteniéndose de participar en procesos regidos por autoridades ilegítimas. Esto debe ser bien y oportunamente entendido. La última trampa tuvo que ser la del 26S.

            Acaba de producirse otra demostración de la evidente debilidad del  régimen usurpador, tan presuntuoso como los que sometieron por años, casi por siglos, al Egipto de Mubarak y la Libia de Gadafi. Los estudiantes, quienes como en el 28, apenas aparecen en el escenario nacional, provocan estrafalarias reacciones a los pupilos del dictador y a su esencia cobardona. Hace dos años un llamado Parlamento Estudiantil nos colocó expectantes ante lo que pudo ir a más. Ahora,  luego del inútil sacrificio de Franklin Brito, un centenar de jóvenes, de distintos centros universitarios, se declaró en huelga de hambre y obligó al gobierno a liberar a dos Diputados electos por el pueblo, presos de conciencia, a capricho de la gendarmería gobernante. Y apenas unos días después, los mismos estudiantes, sin organización, sin connivencia con la oposición formal, provocaron la reacción de vastos espectros sindicales del país y, ante la amenaza de los trabajadores, el régimen tuvo que dar un paso atrás y liberar a un importante dirigente obrero, inicialmente afiliado a las huestes oficialistas.

          ¿Cuánto supone esta significativa revelación, si no es la extrema debilidad de un factor de poder sin legitimidad? Factor, por lo demás, cada vez más disminuido y cada vez más desautorizado por la realidad. La otra oposición, la que pudo haberse organizado con la propuesta de la Segunda Mesa  de la unidad, oportunamente planteada por nosotros, respondería cabalmente, aportando muchos de los seis millones invisibles, en una próxima jornada electoral, si con los profesionales de la otra mesa, los estudiantes en renovada vigencia y los sindicalistas en rebelión, se va a la protesta en grande, quebrando una de las bases de sustentación del régimen y provocando el surgimiento de un nuevo aval, una nueva garantía, reclamando la integración de un nuevo Consejo Nacional Electoral, que sea verdaderamente representativo y transparente, así como la revisión en profundidad del Registro Electoral Permanente (REP) y de las normas legales asumidas en los últimos años, entre ellas la de la diferenciación por Distritos a lo que la Ley señala en consonancia con la división político territorial del país. Norma que hizo posible que una minoría pudiese tener mayoría en la actual Asamblea Nacional, la cual, por cierto, escogió como Presidente a    un ex guerrillero, quien, en Machurucuto, en 1967, invadió a Venezuela, guiando a una fuerza militar extranjera, enviada por Fidel Castro, desde La Habana, combatida y aplastada exitosamente por nuestra Fuerzas Armadas Nacionales (FAN) dirigidas para entonces por oficiales leales al credo democrático, concientes de su obligación republicana y constitucional, intérpretes cabales del sentimiento popular venezolano.

            La otra oposición, la cual es mayoría sobre la que ya está organizada en la MUD y la que supera con creces, numérica y electoralmente a las fuerzas del gobierno, se unirá y actuará en consecuencia en la calle, en las urnas, donde quiera que Venezuela la necesite, si cambiamos los paradigmas, la estrategia, la conducta política mantenida hasta ahora y rompemos para siempre la pérfida agenda impuesta por quienes quieren implantarnos una repetición del autoritarismo cubano, gobernante bajo la férula de un psicópata, desde hace más de 50 años en La Habana. Es imprescindible, pues, que esta otra oposición sea incorporada a nuestro quehacer político, inmediatamente, y comencemos a darle un giro diferente, radicalmente distinto, a nuestra expresión ciudadana. Sólo así salvaremos a Venezuela.

grooscors81@gmail.com            


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