Los acontecimientos de los últimos meses a nivel internacional, relativos a los muchos tiranos árabes derrocados o tambaleándose ante la ira de sus pueblos, entendiendo por tirano, a una persona que obtiene contra derecho el gobierno de un Estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad, según el DRAE, nos pone en perspectiva sobre la ética política de la comunidad internacional, reflexión válida por supuesto para la Venezuela de hoy.
Primeramente nos preguntamos: ¿Cuál es el parámetro de la política internacional para reconocer a un tirano? Porque si nos guiamos por la precitada definición del DRAE, son demasiados los gobernantes que calzan a la perfección en tal concepto. Si esto es así, ¿qué razón tendrá proclamar la vigencia de los derechos humanos como normativa obligante para todo gobernante, so pena de prisión en caso de incumplimiento?
Porque nuestra reflexión no aspira siquiera a la exclusión plena de esta clase de gobernantes por parte de la comunidad de naciones, incluso los de notoria condición como Muamar el Gadafi, y sus 42 años de "Líder de la Revolución" en la Gran Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista, nombre oficial de la nación Libia.
Pero estimamos inaceptable, que incluso hoy día, luego que el pueblo libio sigue ofrendando con sangre su voluntad de liberación, la comunidad internacional ponga en tela de juicio la ilegitimidad de aquel régimen, ello por cuanto a lo largo de 42 años esa misma comunidad no tuvo interés de certificar conforme al derecho internacional, los crímenes insitos a todo régimen socialista.
Cuando Luis Moreno Ocampo, fiscal general de la Corte Penal Internacional con sede en La Haya anunció el inicio de una investigación formal sobre los posibles crímenes contra la humanidad cometidos por el tirano libio, y recordó que Muamar Gadafi "es inocente" hasta que se demuestre lo contrario, actúa conforme a su rol, no así los líderes políticos del mundo llamados desde hace mucho a promover tal investigación.
La incoherencia comienza en el discurso, lo reiteramos. Porque parafraseando a Churchill en su discurso de 1946 sobre la "cortina de hierro", todo gobernante demócrata, está moralmente obligado a proclamar en tonos audaces los grandes principios de la libertad y de los derechos del hombre.
Las relaciones económicas o las relaciones políticas internacionales, nunca podrán ser excusa válida para cesar en tal compromiso, si de veras se busca la paz y la seguridad internacionales, como indica la Carta de las Naciones Unidas en el numeral 1 de su artículo 1, compromiso válido por lo menos entre los países firmantes, la gran mayoría de los hoy existentes.
Pero si vamos a la política interna de Venezuela, el asunto resulta de no menor gravedad. En nuestro país, más allá de la ineficiencia y el indetenible proceso de destrucción económica, inherente a todo socialismo en gobierno, hemos sido testigos de cómo el 11 de abril de 2002 un gobernante promovió con su verbo hostil transmitido en directo por televisión, la confrontación entre dos manifestaciones populares. Y ante el saldo trágico resultante, (20 asesinatos políticos) ese gobernante en modo alguno diligenció para establecer conforme a derecho las responsabilidades penales de ley.
Sin embargo, nuestra dirigencia demócrata, naturalmente llamada a promover y defender en toda instancia nacional e internacional los derechos de los venezolanos, ante los crímenes de este régimen aún en gobierno, prefirió desde hace mucho, optar por el sostenimiento de la fachada democrática de esta tiranía, incluso a nivel discursivo, a cambio de que ésta le permita trabajar para alcanzar el poder, transitando la vía electoral.
Son esas claudicaciones políticas, las que dan pie para que hoy día el régimen gobernante en Venezuela proponga ante el mundo una mediación intercontinental en pro de la estabilidad y seguridad del pueblo libio, pero con la permanencia en el poder de Muamar Gadafi. Qué distinta la situación, si desde aquel 11 de abril, nuestra dirigencia demócrata nacional se hubiere decidido a sostener con la firmeza requerida, un discurso coherente con la realidad, en pro de los derechos humanos y la libertad. ORA y LABORA.
caballeropercival@hotmail.com
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