Si queremos salvar a nuestro planeta de la barbarie, lejos de ignorar los argumentos socialistas, es preciso refutarlos. Ludwig von Mises
El epígrafe que da inicio a este artículo, evidencia una de las frases más importantes que haya manifestado el gran intelectual Ludwig von Mises. Y es que, en efecto, si partimos de la premisa según la cual el socialismo es un error intelectual, preciso es refutarlo para impedir que su mensaje, engañoso y tentador, carcoma la mentalidad de los individuos.
El socialismo, sin embargo, a pesar de ser reconocido como un error intelectual, no por ello deja de ser seductor. Para nadie es un secreto la amplia difusión y aceptación que tiene esta forma de pensamiento no solo en las latitudes más pobres del planeta, sino en aquellos lugares donde la preeminencia de la libertad y una sociedad abierta permitió el mayor grado de desarrollo y prosperidad de la especie humana.
Creemos, de este modo, que a la legendaria frase de von Mises, habría que agregar un pequeño apéndice. No basta con refutar los argumentos socialistas, es preciso que la gente comprenda dicha refutación.
Uno de los mayores éxitos del socialismo –tal vez el mayor– se encuentra en la esfera propagandística. Las masas, sin más, aceptan como dogma incuestionable la existencia de derechos sociales, la imperiosa necesidad del bien común, el alcance de la justicia social, la consagración del Estado de Bienestar. Poco importa que la realidad ponga en evidencia que tales consignas son inalcanzables. Una y otra vez, la bandera de las ideas socialistas ondea levantisca sobre los escombros de la soberbia.
Entretanto, los intelectuales partidarios de la cultura liberal han entregado sus vidas a la demostración de cómo el socialismo es insostenible. Ni siquiera filosóficamente. Sin embargo, sus ideas, incluso con su claridad desgarradora, siguen siendo desconocidas e ilegítimas para la inmensa mayoría del colectivo.
No basta entonces clamar de forma obcecada que el socialismo no sirve. Si el interlocutor no entiende –ni comprende– el mensaje, la prédica quedará en el vacío y por lo tanto será inútil.
Esta enseñanza es vital para el caso venezolano y tal vez para toda Latinoamérica. ¿Se pretende desplazar a los socialistas del poder por medios democráticos? Si la respuesta es afirmativa –y debe serlo–, la única manera de alcanzar esta meta es capitalizando electoralmente las ideas liberales.
Es preciso que la gente comprenda cuál es el verdadero significado de la cultura liberal.
El reto es enorme. Requiere a su vez de sapiencia y tener una clara lectura de lo que es el país. Porque en política, al igual que en casi cualquier dimensión de la vida, hay que diferenciar entre lo posible y lo probable.
Algunos vislumbran la eliminación del Banco Central y abogan por un patrón objetivo que sustituya la moneda local. ¿Es posible? Sí. ¿Es probable en la Venezuela actual? No. Ni siquiera el peso de los mejores y más convincentes estudios torcerá esa realidad. Al menos en el futuro mediato. Mientras tanto, el país sufre un control de cambios que desgarra el vientre de las libertades económicas y padece una de las inflaciones más altas del mundo, y con ello, una de las prácticas más antidemocráticas de la historia, al decir del propio von Mises.
Curiosamente, en una encrucijada parecida se encuentra la oposición socialista, la cual de forma poco honesta no deja de sugerir la diferencia entre el socialismo y el comunismo. Ellos prometen el primero. Nosotros padecemos el segundo. Con este argumento, enfilan todo su poder para explicar por qué hay un socialismo “bueno” y “democrático” y por qué el comunismo se diferencia de la tierra prometida.
Dentro de este contexto, se hace imperativo que los operadores políticos tengan la capacidad de leer al país. Fue ese talento el que llevó a Rómulo Betancourt a sentar las bases de la socialdemocracia en Venezuela, y será esta condición la que permita el florecimiento de la cultura liberal.
Caer en el fanatismo, inexorablemente, llevará a la perdición. Si llamar a la “banana” “cambur” es el precio que hay que pagar para estimular la libertad, pues paguémoslo. Si bien es cierto que Confucio llegó a decir que cuando las palabras pierden su significado con ellas se pierde la libertad, también es cierto que dos palabras distintas pueden albergar el mismo significado. Pero una lleva a la ruina. La otra, al triunfo.
Creyentes del libre mercado. Estimulen la demanda de ideas liberales y su oferta será premiada. Eso sí, recuerden que la bandera de la libertad no le pertenece a un solo partido y con su manto no puede arroparse el fanatismo.
Historias de fanáticos… ya hemos vivido suficientes.
@AndresFGuevaraB
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