viernes, 7 de enero de 2011

VENEZUELA PACIENCIA, PACIENCIA Y MÁS PACIENCIA. IVÁN ENRIQUE LEÓN HERNÁNDEZ

Un día después de la Instalación de La Asamblea Nacional, usted lo vio….?

A veces la paciencia se interpreta equivocadamente, porque puede tomarse como una actitud de falta de interés, apatía o indiferencia, o incluso puede confundirse con soportar con ánimo las calamidades o vicisitudes, pero no es así en absoluto. La paciencia es una actitud que procura calma y equilibrio, a pesar de que cuando queremos alcanzar algo nos resulte muy deseable y sin paciencia nos despertaría mucha ansiedad; es una actitud de aceptación consciente de las cosas, asociada con la energía necesaria para intentar cambiarlas y mejorarlas si es posible; no genera un sentimiento de angustia por lograr el objetivo, ni de rechazo por lo que en cada instante está ocurriendo; es una actitud que proviene contra la urgencia desmesurada, la inseguridad, el desgarramiento y la zozobra. Nos hace firmes, seguros, más estables, sobre todo cuando va asociada con el equilibrio de mente o ecuanimidad, pues entonces la persona dispone de la visión clara para saber, aun con paciencia, cómo proceder.

A veces hay que esperar considerablemente antes de poder modificar las cosas; si uno es impaciente y trata de modificar algo antes de tiempo, incluso lo malogra. La paciencia en la vida diaria y en el trato con los demás es de gran ayuda, evita muchos disgustos y la dispersión de numerosas energías. Mediante el equilibrio de mente y, por tanto, visión equilibrada, comprendemos que no todo tiene que ocurrir como deseamos, y que no todas las cosas están especialmente bien dispuestas según nuestros anhelos, caprichos o antojos. Por otro lado, muchas veces la realidad es contraria a nuestros deseos, se toma adversa o es muy diferente de lo previsto, proyectado o propuesto.

Siempre hay imponderables; siempre está la ley del accidente para “engañarnos” con lo imprevisible; siempre está la vida misma que no es del todo predecible, ni lógica, ni se puede calcular en sus detalles. A veces cuanto más perseguimos algo compulsivamente, más nos alejamos de ese algo; si sabemos esperar, llega a nosotros. Además, en casi todas las personas hay un ansia para que los acontecimientos o situaciones se produzcan justo cuando uno quiere que así sea; pero hay un proceso de maduración y los eventos no se pueden forzar siempre, ni fijar ni determinar de acuerdo con nuestros anhelos infantiles. Y si no sucede todo como habíamos querido o previsto, nos sentimos frustrados, nos invade la rabia o la ira, nos volvemos incluso violentos y coléricos. La impaciencia conduce a la ira; la paciencia otorga la paz.

El impaciente quiere que todo se produzca como él lo desea y en el momento en que lo desea; como ello es posible sólo a veces, se encoleriza, se desgasta psíquicamente, se torna puerilmente rabioso y se descentra. No se da cuenta de que malgastando su energía y enturbiando de tal modo su visión, así como perturbado su ánimo, pierde oportunidades preciosas de obtener justo lo que quería, incluso en ocasiones lo malogra definitivamente. Es la falta de enfoque claro y equilibrado de la dinámica existencial, en la cual las causas de los hechos nos pasan desapercibidas. Tenemos que poner los medios, aunque nadie puede garantizarnos el resultado, y nada es totalmente seguro, pues la paciencia no es falta de firmeza.

Un Peatón sin Barreras

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