El viejo análisis geopolítico aseguraba que para un estado sobrevivir necesitaba expandirse por nuevos espacios y lograr la autosuficiencia. Nada de eso está vigente. Estados Unidos entiende que se marcha hacia una sociedad global de administración limitada. La última gira exterior de Obama lo encontró afirmando que el mundo marcharía hacia una gran alianza entre India y USA. Antes había dicho lo mismo, pero en términos de USA y China. Una contradicción aparente en el sentido de buscar un contrapeso a Beijing, papel que un afectado Japón parece no garantizar.
Lo cierto es que ya no hay un orden geopolítico manejado por una potencia. No hay tal mundo unipolar. En consecuencia no puede hablarse de imperialismo, más bien de un poder fuerte que busca aliados para coadministrar el orden mundial, lo que no cree la derecha norteamericana que ataca denodadamente al presidente que entiende la nueva situación. De manera que el papel norteamericano incide fundamentalmente en liderar el cambio hacia el nuevo mundo de manera que se preserven sus intereses.
Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial de PIB, mantiene ventaja tecnológica en un mundo que se le aproxima y pierde, obvio de toda obviedad, su preeminencia económica. Puede mantener la preeminencia militar, pero ya hemos visto que la importancia del mismo se reduce a un plano secundario. En el plano interno debe destacarse el plan de salud que protege a nuevos millones de ciudadanos y al que los republicanos, en estos días en que escribo, todavía tratan de eliminar valiéndose de una nueva mayoría en la Cámara de Representantes.
En cuanto a China los Estados Unidos buscan una entente que permita controlar su alta posesión de divisas y su cada vez mayor participación en el comercio mundial, siempre acompañada de un reclamo en materia de derechos humanos. Lo cierto es que la competencia crece y el dominio iniciado a finales de la II Guerra Mundial decrece. Ya no es el principal productor económico ni la fuerza política dominante o lo que se ha dado en llamar el centro cultural del sistema-mundo.
El dólar pierde importancia como única reserva cambiaria y por todas partes surgen organizaciones económicas como las que hemos mencionado y otras como el llamado grupo Shangai conformada por Rusia, China, cuatro repúblicas del Asia Central y nuevos integrantes como India, Paquistán, Mongolia e Irán. La aparición constante de estos escenarios económicos múltiples en continuo reagrupamiento impide ahora el mantenimiento de un poder hegemónico.
Sin embargo, creo desproporcionada la comparación constante que algunos hacen entre el declinante imperio norteamericano y la caída del Imperio Romano. Roma era el típico imperio que expandía su dominio territorial aún bajo la vigilancia prudente de muchos de sus gobernantes que tenían conciencia clara de estabilizar fronteras y de no ir más allá de donde una defensa se hiciese complicada y costosa. Estados Unidos no caerá como Roma, más bien se irá restringiendo lentamente en su papel mundial hasta hacerse un influyente y fundamental miembro de una comunidad. Descarto la salida a escena de un poder sustitutivo dado que las condiciones mundiales serán la de influencia compartida. El reto norteamericano es entender su liderazgo como conformación del nuevo orden global en los términos descritos. Esto es, ya no se Puede jugar al papel de superpotencia, pues se requieren consultas, cooperación y compromisos. Aún puede – y lo podrá dependiendo de su conducta- determinar la agenda y organizar coaliciones, como nuevo juego de poder. La nueva política global pasa por la interdependencia.
No hay fecha fija para determinar el paso de potencia imperial hegemónica a “primero entre iguales”, pero el proceso es inexorable aunque nadie se espere una caída dramática. Lo entiende Obama, en sus esfuerzos interminables por corregir los últimos gazapos imperiales de su predecesor, pero no lo entienden los republicanos ahora acosados por el ala de ultraderecha del Tea Party. Mucho dependerá, entonces, de la política interna norteamericana y de la comprensión de sus ciudadanos a la presencia de un nuevo mundo. Obama lo dijo en su reciente discurso sobre el Estado de la nación al utilizar la imagen del Sputnik soviético. Sólo que este es otro desafío donde le corresponde hacer lo posible porque el nuevo orden global le permita estar.
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