domingo, 30 de enero de 2011

DEMAGOGIA SIGLO XXI. MANUEL BARRETO HERNAIZ

"En las democracias, las revoluciones son casi siempre obra de los demagogos."  Aristóteles

Nos indica el Petit Larousse que demagogia (del griego, dmaggos, líder popular y dmos, pueblo) es una estrategia política que consiste en apelar a emociones (sentimientos, amores, odios, miedos, deseos) para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda.

TUCIDIDES
El asunto es tan viejo como la Humanidad, pues ya Tucídides, en su Historia de la Guerra del Peloponeso, nos ilustraba acerca de los demagogos, quienes se destacaban por dirigir su oratoria no tanto a persuadir, apelando a la razón de sus oyentes, sino a enervar los sentimientos del pueblo, que era mayoría, para empujar sus disparatados proyectos. Al pretender dominar, no van nunca a lo esencial; subrayan los pormenores que les interesan para impresionar la sensibilidad de las gentes, no para resolver el asunto de que se trate. Maestros en las artimañas demagógicas, la Historia Universal nos muestra sus características: Incontinencia verbal, uso certero de la retórica y de falsas promesas apuntaladas en las angustias, carencias y vicisitudes de los pueblos; asumen posturas mesiánicas ante los problemas socio-políticos y culturales, personifican valores morales, rinden culto mitológico a las glorias pasadas, se consideran predestinados para cumplir con los deseos, con los anhelos y necesidades de la sociedad a punta de prédicas interminables, arengas en su mayoría violentas y conducentes al fraccionamiento del estamento social; con deslumbrantes ideas de cambio revolucionario pretenden crear un mundo nuevo y mejor, rindiéndole tan sólo cuentas a la historia.

El demagogo, como hábil manipulador no juega limpio, hace trampa, pero los hombres se dejan engañar de buen grado por quienes satisfacen sus apetencias elementales. Se dirigen a la multitud de personas menesterosas con el amargo desenfado propio del que ansía revancha. De tal suerte, se ganan el favor de esas pobres gentes aunque estén seguras de que nunca conseguirá sacarlas de la pobreza y el atraso.

ALFONSO LOPEZ QUINTAS
Sostiene, al respecto, el profesor de la Universidad Complutense, Alfonso López Quintás:... "Los revolucionarios que exterminan el pasado conquistan el favor del pueblo mediante toda suerte de promesas utópicas, pero lo dejan aislado e inerme en un presente desmantelado, carente de posibilidades. Al no tener otro apoyo que las promesas recibidas, el pueblo queda prisionero de sus supuestos "liberadores". Esa invalidez lo torna sumiso y gregario..."

Y en virtud a que estamos en plena "Sociedad del Entertainment", nuestro demagogo mayor -gran comunicador, imposible negarlo- usa la palabra y la imagen de forma unilateral y superficial, como simples medios para conseguir sus fines. El uso banal del lenguaje -que es vehículo de la creatividad- le permite hacer tabla rasa de convicciones profundas, tradiciones valiosas, criterios y normas seculares de conducta, es decir, de todo aquello que significa para el pueblo un apoyo espiritual. Y le permite hacerlo sin que el pueblo se percate de ello. Y así vamos transitando este convulsionado siglo XXI.

Pero la pobreza, la miseria y el desempleo, herramientas políticas del demagogo, pueden llegar a revertirse contra quien mintió o se equivocó. Su fortaleza de otrora, su gran capital electoral, puede trocarse en su gran debilidad. Habrá un momento en que ese ciudadano que ha sido manipulado sempiternamente comprenderá que la aceptación pasiva y sumisa de su pobreza, se ha convertido en un status, en un pozo de angustias del que no podrá salir por los ensoñadores cauces de la demagogia ni por las proclamas comunistas. Cuanta razón encierra Umberto Eco en su expresión: "Sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca".

Ahora bien, si la demagogia encuentra con facilidad un campo propicio para germinar, crecer, desarrollarse y lamentablemente reproducirse, ¿qué podemos hacer? Se hace obligatorio repetirlo una vez más.

La respuesta es fácil; el logro, sin duda, muy difícil, pero no imposible: educar al pueblo para que comprenda que nada en la lucha por la vida se consigue por azar, porque "me toca por derecho" o "porque alguien me lo quitó"; que todo se construye con esfuerzo, dedicación y trabajo, que el facilismo, el paternalismo y la fractura social a cambio de votos han sido, son y serán una oferta lastimosa; que un pueblo se engaña cuando acepta como dádiva la redención sin hacer nada, que tan sólo mediante la promesa cumplible de la creación eficiente de nuevas fuentes de trabajo, de una verdadera distribución de la riqueza -conscientes de que llegó el momento de acabar con el mito de la presunta riqueza venezolana- y del esfuerzo y compromiso de todos por colocar a nuestro país en el sitial que se merece, podremos salir de este lamentable ciclo.

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