"La felicidad está en la libertad, y la libertad en el coraje." Pericles
*POR EL ESTADO A LA UTOPÍA. JOAQUÍN SANTIAGO RUBIO
*EL NIETZSCHE DE HANS KÜNG. EMETERIO GÓMEZ
*EL GOBIERNO Y SUS TORMENTAS. ALONSO MOLEIRO
*POLÍTICA DE LA HIPOCRESÍA. ELYS RIVAS
POR EL ESTADO A LA UTOPÍA. JOAQUÍN SANTIAGO RUBIO
Es claro que el Estado no es una creación de extraterrestres, una inhumana invención “ex novo” o divina. Es fruto de la evolución del hacer complejo de los hombres cometiendo errores y, de vez en cuando, suprimiéndolos. Pero no lo es menos que la exacerbación del Estado, con asentarse en muchos buenos propósitos, sirve en demasiadas ocasiones a las más bajas pasiones, aquellas que disfrutan con la exclusión, con el victimismo y con la dudosa gloria de una existencia parasitaria.
Bajo la sensación del hundimiento de las dictaduras comunistas de Europa oriental, se aceptó de puertas afuera que el omnímodo Estado era el fracaso y que su contrario, la sociedad abierta y los mercados libres, su única alternativa. Pero no se asumió más que como quien acepta provisionalmente el infierno cuando el cielo prometido, la utopía del Estado Total, cierra por reforma. Sólo en el paraíso del Estado Social, dijeron mientras tanto, está la solución y, si no se hubieran conjugado las fuerzas del egoísmo, tan humano él, con las de la codicia, tan nefasta ella, el Bien Supremo del comunismo hubiera adelantado la enésima venida de la Gran Utopía.
El Estado Social, esa reinvención de la barbarie patrocinada por el aparato administrativo público, sigue en las mentes, en los programas y en las proclamas, de forma que él y sólo él es capaz, dicen sus promotores, de lograr que partes más o menos pudendas del Bien perdido en la extinta URSS puedan reencarnarse en las sociedades democráticas para contener al Gran Mal.
Se trata de un argumento circular, de un antirrazonamiento, de un discurso que se anula a sí mismo pero que, en su absurda formulación, encandila a poetas y a clérigos, a opinantes y a mitineros, a gentes de barra y tertulia, a decaídos de sillón y telediario, a bondadosos santurrones de oenegé en contacto solamente con la marginalidad que produce la propia acción social . Porque si el comunismo, ese Gran Bien, cayó víctima de su propia incapacidad para generar la dinámica económica que cumpliera su promesa, ¿cómo su vástago, el Estado Social, puede lograr lo mismo con presupuestos coincidentes?
El gobierno de Zapatero, por boca de su más desmoralizante representante, él mismo, ridículo optimista e irresponsable, dice que la salida a la crisis será social o no lo será. Es decir, que será fruto de sus causas, que se saldrá de ella por la misma vía por la que se entró. Porque, al parecer, la virtud del Estado Social, la vida subsidiada, traerá una existencia feliz que, por no ser de este mundo, no cargará con ninguna responsabilidad. Las culpas del que será su nuevo, enésimo fracaso, recaerán nuevamente en la egoísta y codiciosa naturaleza humana, abstraída en un ente manipulado llamado “los mercados” que, por desgracia y por más que lo intentan, nunca llega a “actuar”.
Los que sirven al Estado Social y se sirven de él, incluso al precio de vivir en la imbecilidad, son más generosos, más humanos y creen y están más con “la gente” que quienes promueven la responsabilidad, el respeto a la propiedad, el amor al esfuerzo y al ahorro. La versión actual del Estado Social sobre dimensiona la codicia de los bienes ajenos promoviendo el subsidio y el dinero inflacionario para arreglar luego sus fracasos con más moralina generosa, es decir, más subsidios y más dinero fácil.
Es la existencia del Estado en su forma moderna lo que promueve el Estado Social. Es esa institución decantada evolutivamente partiendo de la interacción social la que incrementa el utopismo más letal. Es, o parece que es, a impulsos del cíclico hundimiento de cada paraíso de fantasía como la historia humana avanza. Utopía, implosión de la misma y vuelta a empezar. ¿Podrá la memoria histórica, la de verdad, recoger las enseñanzas y aplicar verdaderas soluciones, es decir, verdaderas críticas a los errores?
EL NIETZSCHE DE HANS KÜNG. EMETERIO GÓMEZ
A Nietzsche le debemos la poderosa idea de que del Espíritu no hay conocimiento y menos aún "verdadero" ¡¡sino interpretaciones!! Eso aplastó a la filosofía y al pensamiento racional. Al menos, repito, en cuanto atañe al Espíritu -es decir, a la ética, la estética y la religiosidad- se acabó "La Verdad". Para la empiria, los perros, triángulos y planetas -aunque fuese con v minúscula- algún pequeño margen de verdad restaba: nadie va a decirme que no es cierto que estoy sentado en esta silla. La ciencia (que según Wittgenstein: "nos resuelve todos los problemas que no son importantes") se encargó de ese superficial segmento de la Realidad: la geometría y el mundo empírico.
Pero podemos trampear a Nietzsche, aplicándole a él su propio esquema: eso de que "del Espíritu no hay Conocimientos, sino Interpretaciones". Porque esta misma tesis no es una Verdad sino una Interpretación, ¡¡una mera opinión!! Tan Verdad es que no hay conocimiento verdadero acerca del Espíritu, como que sí lo hay; tan cierto es que Dios "ha muerto", como que está convaleciente. Porque todas y cada una de las ideas de Nietzsche son verdaderas... y falsas. Por ejemplo, esa necedad suprema según la cual la ética cristiana es una "moral de esclavos", en tanto que la verdadera moral sería la de los aristócratas.
Porque Nietzsche y su Superhombre -su Ubermensch- pueden ser interpretados desde dos perspectivas muy distintas. Una es asumirlos como un llamado ateo a la autotransformación del Hombre ¡¡a partir de sí mismo!! A partir de su propio esfuerzo para convertir su Ser en Devenir, Acción o Voluntad de Poder; a partir de su Posibilidad de Ser, como dirá Heidegger, negado tercamente también -igual que Nietzsche- a aceptar a Dios. La otra perspectiva es interpretar elUbermensch como un llamado (al hombre) a transformarse, no a partir de sí mismo o de sus impulsos éticos, psíquicos o estéticos; o sea, no a partir de su finitud o "de este Mundo", sino desde su Espiritualidad infinita, trascendente, absoluta y en última instancia religiosa. Una dimensión que reside en ti, pero que -indudablemente- te trasciende, que estando en ti es un "más allá": la noción de Dios; independientemente de que Nietzsche y Heidegger la aceptasen o no.
Que es, creo, la perspectiva desde la que Hans Küng (¿Existe Dios?, Editorial Cristiandad), teólogo católico, asume a Nietzsche. Porque, sin duda, las dos nociones básicas de éste, el Superhombre y el Eterno Retorno, son una disolución radical -del Ser platónico-aristotélico y del Yo moderno- no en el Devenir sino, mucho más profundo, en el Infinito, lo Absoluto y lo Incognoscible, es decir, en Dios. Esa carencia de lo místico que a los No-creyentes les impide entender el Eterno Retorno. ¡¡Porque esta noción, disfrazadita, es simplemente la idea de Dios!! Esa intuición insondable que le permite a Nietzsche -¡con toda propiedad!- decir que "la razón es sólo un instrumento y Descartes un superficial" (Más allá del bien y el mal, citado por Küng, pág. 522). Llamar superficiales -acertadamente, insisto- a Descartes y a la Razón es barrer el suelo con la Cultura Occidental. ¡¡Y pudiera haber usado el mismo adjetivo para Platón y Aristóteles!! Una crisis moral espantosa que sólo puede afrontarse -tal como intenta Küng- reivindicando la noción de Dios. Porque frente a ésta, cualquier conocimiento, racional o científico; y cualquier valoración ética o estética, son por supuesto superficiales.
Posdata: ruego a mis muchos amigos pudientes, aportar para la creación de un Fondito que le permita a estas ideas sobrevivir.
EL GOBIERNO Y SUS TORMENTAS. ALONSO MOLEIRO
El presidente alberga damnificados en Miraflores; arenga personalmente a las masas de Antímano para que abandonen los terrenos más inestables; ordena a desalojar todas las oficinas del Palacio Blanco para atender necesitados; obliga a hoteles de mediano tamaño a alojar familias sin hogar.
Promete alberges seguros con comida y atenciones básicas. Las casas vendrán a mediano plazo, cuando algunos nudos gordianos del terreno administrativo terminen de ceder y todo el país comprenda cuales son las bondades de su revolución
No hay demasiadas noticias en este comportamiento. Pienso, incluso, que en esta conducta no hay imposturas. Hugo Chávez ha dado probadas muestras de ser portador de una genuina sensibilidad social; esa conexión con las masas en circunstancias como las actuales han explicado su popularidad en estos años. Puede que algunos encuentren esta reflexión excesivamente deslastrada de pasiones, extraída con una precisión quirúrgica. Se trata, de cualquier forma, de una realidad consolidada que ha dominado la vida de todos en ésta década.
Puede uno observar, sin embargo, como la población comienza a fastidiarse de esa gerencia por crisis que se ha convertido en el emblema del comportamiento revolucionario a la hora de plantarle cara a los problemas nacionales. Un comportamiento atropellado y surcado por excusas en los cuales la gerencia pública hace lo posible por desplazar su responsabilidad hacia terceros. Tal como ocurrió, también, con la crisis eléctrica.
La verdad es que durante esta administración, salvo paños calientes asistenciales y dosis importantes de cargas emocionales, no hay un solo problema serio que este en trance de resolverse. Lo que le ha ocurrido a cientos de miles de compatriotas de las zonas populares de Caracas y el interior es, en el fondo, el estallido de una serie de pasivos acumulados que se han agravado severamente tras casi 12 años de chavismo. La gravedad del drama de la vivienda; la acumulación de barriadas miserables sin servicios elementales; la postergación de promesas incumplidas a damnificados de situaciones de desastre anteriores.
Entre densas capas de la periferia urbana que vive en los bolsones marginales de este país, y el gobierno nacional, tiene lugar un lento pero visible proceso de enfriamiento y desconexión. Esta circunstancia ya expresado una sintomatología previa: los líderes de la oposición ya se pasean enseñoreados en lugares para ellos antes impenetrables. El gobierno ha pedido casi todas las ciudades importantes en las pasadas elecciones y obtuvo un resultado global que no deja de ser, por mucho que disimulen, preocupante.
Esto es lo que explica a un Hugo Chávez exhibiendo un apuro notorio por retratarse junto al pueblo que antes lo idolatraba y salir de pie de este costoso trance. Y esa es la causa de la renuencia a rendir un examen razonado y autocrítico sobre la infinidad de expectativas propuestas de un líder político que, en las primeras de cambio, en algún momento de 1999, le declaró al periódico Quinto Día “denme 10 años para componer este desastre”.
Muy por el contrario, vemos a un elenco gobernante arisco, mezquino, grosero con cualquier adversario político, completamente a la defensiva. Negado a cooperar y entenderse
Sabedor de que, por el camino que van, los meses en el poder, los 24 meses restantes en el poder, los tiene, en efecto, contados.
POLÍTICA DE LA HIPOCRESÍA. ELYS RIVAS
Dicen que el poder corrompe. Pero para el politólogo francés Jean Meynaut, el poder no corrompe, corrompe el entorno y se corrompe el espíritu mediocre del que detenta el poder. Y eso lo vivimos en carne propia en Venezuela, país que se cae a pedazos bajo la desidia gubernamental de quienes han tenido en sus manos la oportunidad de gerenciar el erario público durante la última década. La crisis de los servicios públicos cada día se acentúa más y las consecuencias de la improvisación permanente la padecemos cada vez que se presenta una contingencia. Un caso particular, el de las intensas lluvias de los últimos días que han estado azotando diversas regiones en todo el territorio nacional y que ha llevado a los distintos gobiernos locales a declarar la emergencia.
Bien reza el “manual de la gobernabilidad” que el fin de todo gobierno es garantizar el bienestar general de todos los ciudadanos, y queda claro que eso va más allá de la ideología que profese o del color de la camisa que porte, no sólo él sino el pueblo que lo eligió. Dado que el siniestro no discrimina a la hora de presentarse. De modo que hay que establecer una diferencia clara entre lo político e ideológico y el interés social. En estos momentos de catástrofe debe privar la sensatez y la racionalidad porque sólo debemos tener claro que quienes en estos instantes sienten la tragedia no son ni chavista ni opositores, sino hermanos venezolanos. Por ello urge la unidad y la solidaridad, como condición humana, para con quienes se encuentran sumergidos entre las aguas esperando ayuda para mitigar su dolor.
Es lamentable que un gobierno que siempre se la pasa predicando sobre el poder del pueblo, haciendo referencia sobre la voz del soberano y promoviendo la participación, en estos momentos de angustia, donde se requiere una demostración de gobernabilidad establezca prioridades discriminando entre colores para brindar una ayuda que por el solo hecho de ser ciudadanos venezolanos quienes viven la tragedia ya se la han ganado, mas allá de los tintes políticos. Con esto lo que se está demostrando es que todo no es más que una política de hipocresía donde lo que reina es la pantalla de la falsedad. El gobierno está desnudo en estos momentos de crisis donde hasta la naturaleza se opone y le pide que rectifique y cumpla con sus obligaciones que no son otras sino las de garantizar bienestar al pueblo.
No basta con rasgarse las vestiduras y darse golpes de pecho desde la comodidad de un escritorio en cadena nacional. Lo que los venezolanos en situación de desastre quieren es ver que se les brinde la ayuda que requieren en estos momentos de emergencia, donde han perdido todos sus enseres y han tenido que abandonar el calor y la seguridad de sus viviendas. Este es un gobierno que está demostrando que no tiene una verdadera administración de desastres cónsona con la realidad, cuando el país ya ha vivido situaciones como las que se padecen en estos momentos y los personeros del gobierno no han sido capaces de aplicar los principios mínimos y universales de toda administración y a los que podemos sumarle los de la planificación estratégica.
Meses atrás se armó todo un show mediático para recoger ayuda para los hermanos lejanos de Haití, pero no se ha dicho nada ni promovido una campaña en solidaridad para los hermanos que tenemos cercas y que son ciudadanos y compatriotas venezolanos: ¿cuánta hipocresía? ¡Ah, política hipócrita la de este gobierno! Hoy queda demostrado que del dicho al hecho existe mucho trecho. Desde esta trinchera nos solidarizamos con todos aquellos venezolanos que se encuentran sufriendo las inclemencias de la naturaleza, al tiempo que responsabilizamos al gobierno nacional por no reconocer cuáles son sus obligaciones y hacia dónde apuntan sus responsabilidades y asumir una gerencia eficiente, eficaz y efectiva en el sentido de los resultados y la productividad.
En estos momentos el liderazgo nacional deja ver sus costuras, y es necesario que los liderazgos regionales y municipales, más allá de los tintes políticos, se hagan sentir arando con los bueyes que cuentan y demuestren que el bienestar general de los ciudadanos no tienen color, porque un gobernante debe gobernar para un colectivo y no para una parcela política determinada. Estoy plenamente convencido que como el Ave Fénix todas estas regiones, con el esfuerzo de sus respectivos liderazgos locales, se levantarán de sus propias cenizas una vez más y saldrán fortalecidos porque históricamente el espíritu de los venezolanos así lo ha demostrado. De modo que pretender castigar al pueblo en un momento difícil, porque piensa distinto, es un suicidio político.
EL NIETZSCHE DE HANS KÜNG. EMETERIO GÓMEZ
A Nietzsche le debemos la poderosa idea de que del Espíritu no hay conocimiento y menos aún "verdadero" ¡¡sino interpretaciones!! Eso aplastó a la filosofía y al pensamiento racional. Al menos, repito, en cuanto atañe al Espíritu -es decir, a la ética, la estética y la religiosidad- se acabó "La Verdad". Para la empiria, los perros, triángulos y planetas -aunque fuese con v minúscula- algún pequeño margen de verdad restaba: nadie va a decirme que no es cierto que estoy sentado en esta silla. La ciencia (que según Wittgenstein: "nos resuelve todos los problemas que no son importantes") se encargó de ese superficial segmento de la Realidad: la geometría y el mundo empírico.
Pero podemos trampear a Nietzsche, aplicándole a él su propio esquema: eso de que "del Espíritu no hay Conocimientos, sino Interpretaciones". Porque esta misma tesis no es una Verdad sino una Interpretación, ¡¡una mera opinión!! Tan Verdad es que no hay conocimiento verdadero acerca del Espíritu, como que sí lo hay; tan cierto es que Dios "ha muerto", como que está convaleciente. Porque todas y cada una de las ideas de Nietzsche son verdaderas... y falsas. Por ejemplo, esa necedad suprema según la cual la ética cristiana es una "moral de esclavos", en tanto que la verdadera moral sería la de los aristócratas.
Porque Nietzsche y su Superhombre -su Ubermensch- pueden ser interpretados desde dos perspectivas muy distintas. Una es asumirlos como un llamado ateo a la autotransformación del Hombre ¡¡a partir de sí mismo!! A partir de su propio esfuerzo para convertir su Ser en Devenir, Acción o Voluntad de Poder; a partir de su Posibilidad de Ser, como dirá Heidegger, negado tercamente también -igual que Nietzsche- a aceptar a Dios. La otra perspectiva es interpretar elUbermensch como un llamado (al hombre) a transformarse, no a partir de sí mismo o de sus impulsos éticos, psíquicos o estéticos; o sea, no a partir de su finitud o "de este Mundo", sino desde su Espiritualidad infinita, trascendente, absoluta y en última instancia religiosa. Una dimensión que reside en ti, pero que -indudablemente- te trasciende, que estando en ti es un "más allá": la noción de Dios; independientemente de que Nietzsche y Heidegger la aceptasen o no.
Que es, creo, la perspectiva desde la que Hans Küng (¿Existe Dios?, Editorial Cristiandad), teólogo católico, asume a Nietzsche. Porque, sin duda, las dos nociones básicas de éste, el Superhombre y el Eterno Retorno, son una disolución radical -del Ser platónico-aristotélico y del Yo moderno- no en el Devenir sino, mucho más profundo, en el Infinito, lo Absoluto y lo Incognoscible, es decir, en Dios. Esa carencia de lo místico que a los No-creyentes les impide entender el Eterno Retorno. ¡¡Porque esta noción, disfrazadita, es simplemente la idea de Dios!! Esa intuición insondable que le permite a Nietzsche -¡con toda propiedad!- decir que "la razón es sólo un instrumento y Descartes un superficial" (Más allá del bien y el mal, citado por Küng, pág. 522). Llamar superficiales -acertadamente, insisto- a Descartes y a la Razón es barrer el suelo con la Cultura Occidental. ¡¡Y pudiera haber usado el mismo adjetivo para Platón y Aristóteles!! Una crisis moral espantosa que sólo puede afrontarse -tal como intenta Küng- reivindicando la noción de Dios. Porque frente a ésta, cualquier conocimiento, racional o científico; y cualquier valoración ética o estética, son por supuesto superficiales.
Posdata: ruego a mis muchos amigos pudientes, aportar para la creación de un Fondito que le permita a estas ideas sobrevivir.
EL GOBIERNO Y SUS TORMENTAS. ALONSO MOLEIRO
El presidente alberga damnificados en Miraflores; arenga personalmente a las masas de Antímano para que abandonen los terrenos más inestables; ordena a desalojar todas las oficinas del Palacio Blanco para atender necesitados; obliga a hoteles de mediano tamaño a alojar familias sin hogar.
Promete alberges seguros con comida y atenciones básicas. Las casas vendrán a mediano plazo, cuando algunos nudos gordianos del terreno administrativo terminen de ceder y todo el país comprenda cuales son las bondades de su revolución
No hay demasiadas noticias en este comportamiento. Pienso, incluso, que en esta conducta no hay imposturas. Hugo Chávez ha dado probadas muestras de ser portador de una genuina sensibilidad social; esa conexión con las masas en circunstancias como las actuales han explicado su popularidad en estos años. Puede que algunos encuentren esta reflexión excesivamente deslastrada de pasiones, extraída con una precisión quirúrgica. Se trata, de cualquier forma, de una realidad consolidada que ha dominado la vida de todos en ésta década.
Puede uno observar, sin embargo, como la población comienza a fastidiarse de esa gerencia por crisis que se ha convertido en el emblema del comportamiento revolucionario a la hora de plantarle cara a los problemas nacionales. Un comportamiento atropellado y surcado por excusas en los cuales la gerencia pública hace lo posible por desplazar su responsabilidad hacia terceros. Tal como ocurrió, también, con la crisis eléctrica.
La verdad es que durante esta administración, salvo paños calientes asistenciales y dosis importantes de cargas emocionales, no hay un solo problema serio que este en trance de resolverse. Lo que le ha ocurrido a cientos de miles de compatriotas de las zonas populares de Caracas y el interior es, en el fondo, el estallido de una serie de pasivos acumulados que se han agravado severamente tras casi 12 años de chavismo. La gravedad del drama de la vivienda; la acumulación de barriadas miserables sin servicios elementales; la postergación de promesas incumplidas a damnificados de situaciones de desastre anteriores.
Entre densas capas de la periferia urbana que vive en los bolsones marginales de este país, y el gobierno nacional, tiene lugar un lento pero visible proceso de enfriamiento y desconexión. Esta circunstancia ya expresado una sintomatología previa: los líderes de la oposición ya se pasean enseñoreados en lugares para ellos antes impenetrables. El gobierno ha pedido casi todas las ciudades importantes en las pasadas elecciones y obtuvo un resultado global que no deja de ser, por mucho que disimulen, preocupante.
Esto es lo que explica a un Hugo Chávez exhibiendo un apuro notorio por retratarse junto al pueblo que antes lo idolatraba y salir de pie de este costoso trance. Y esa es la causa de la renuencia a rendir un examen razonado y autocrítico sobre la infinidad de expectativas propuestas de un líder político que, en las primeras de cambio, en algún momento de 1999, le declaró al periódico Quinto Día “denme 10 años para componer este desastre”.
Muy por el contrario, vemos a un elenco gobernante arisco, mezquino, grosero con cualquier adversario político, completamente a la defensiva. Negado a cooperar y entenderse
Sabedor de que, por el camino que van, los meses en el poder, los 24 meses restantes en el poder, los tiene, en efecto, contados.
POLÍTICA DE LA HIPOCRESÍA. ELYS RIVAS
Dicen que el poder corrompe. Pero para el politólogo francés Jean Meynaut, el poder no corrompe, corrompe el entorno y se corrompe el espíritu mediocre del que detenta el poder. Y eso lo vivimos en carne propia en Venezuela, país que se cae a pedazos bajo la desidia gubernamental de quienes han tenido en sus manos la oportunidad de gerenciar el erario público durante la última década. La crisis de los servicios públicos cada día se acentúa más y las consecuencias de la improvisación permanente la padecemos cada vez que se presenta una contingencia. Un caso particular, el de las intensas lluvias de los últimos días que han estado azotando diversas regiones en todo el territorio nacional y que ha llevado a los distintos gobiernos locales a declarar la emergencia.
Bien reza el “manual de la gobernabilidad” que el fin de todo gobierno es garantizar el bienestar general de todos los ciudadanos, y queda claro que eso va más allá de la ideología que profese o del color de la camisa que porte, no sólo él sino el pueblo que lo eligió. Dado que el siniestro no discrimina a la hora de presentarse. De modo que hay que establecer una diferencia clara entre lo político e ideológico y el interés social. En estos momentos de catástrofe debe privar la sensatez y la racionalidad porque sólo debemos tener claro que quienes en estos instantes sienten la tragedia no son ni chavista ni opositores, sino hermanos venezolanos. Por ello urge la unidad y la solidaridad, como condición humana, para con quienes se encuentran sumergidos entre las aguas esperando ayuda para mitigar su dolor.
Es lamentable que un gobierno que siempre se la pasa predicando sobre el poder del pueblo, haciendo referencia sobre la voz del soberano y promoviendo la participación, en estos momentos de angustia, donde se requiere una demostración de gobernabilidad establezca prioridades discriminando entre colores para brindar una ayuda que por el solo hecho de ser ciudadanos venezolanos quienes viven la tragedia ya se la han ganado, mas allá de los tintes políticos. Con esto lo que se está demostrando es que todo no es más que una política de hipocresía donde lo que reina es la pantalla de la falsedad. El gobierno está desnudo en estos momentos de crisis donde hasta la naturaleza se opone y le pide que rectifique y cumpla con sus obligaciones que no son otras sino las de garantizar bienestar al pueblo.
No basta con rasgarse las vestiduras y darse golpes de pecho desde la comodidad de un escritorio en cadena nacional. Lo que los venezolanos en situación de desastre quieren es ver que se les brinde la ayuda que requieren en estos momentos de emergencia, donde han perdido todos sus enseres y han tenido que abandonar el calor y la seguridad de sus viviendas. Este es un gobierno que está demostrando que no tiene una verdadera administración de desastres cónsona con la realidad, cuando el país ya ha vivido situaciones como las que se padecen en estos momentos y los personeros del gobierno no han sido capaces de aplicar los principios mínimos y universales de toda administración y a los que podemos sumarle los de la planificación estratégica.
Meses atrás se armó todo un show mediático para recoger ayuda para los hermanos lejanos de Haití, pero no se ha dicho nada ni promovido una campaña en solidaridad para los hermanos que tenemos cercas y que son ciudadanos y compatriotas venezolanos: ¿cuánta hipocresía? ¡Ah, política hipócrita la de este gobierno! Hoy queda demostrado que del dicho al hecho existe mucho trecho. Desde esta trinchera nos solidarizamos con todos aquellos venezolanos que se encuentran sufriendo las inclemencias de la naturaleza, al tiempo que responsabilizamos al gobierno nacional por no reconocer cuáles son sus obligaciones y hacia dónde apuntan sus responsabilidades y asumir una gerencia eficiente, eficaz y efectiva en el sentido de los resultados y la productividad.
En estos momentos el liderazgo nacional deja ver sus costuras, y es necesario que los liderazgos regionales y municipales, más allá de los tintes políticos, se hagan sentir arando con los bueyes que cuentan y demuestren que el bienestar general de los ciudadanos no tienen color, porque un gobernante debe gobernar para un colectivo y no para una parcela política determinada. Estoy plenamente convencido que como el Ave Fénix todas estas regiones, con el esfuerzo de sus respectivos liderazgos locales, se levantarán de sus propias cenizas una vez más y saldrán fortalecidos porque históricamente el espíritu de los venezolanos así lo ha demostrado. De modo que pretender castigar al pueblo en un momento difícil, porque piensa distinto, es un suicidio político.
raulamiel@gmail.com
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