La nación acaba de recibir la noticia de la muerte de Carlos Andrés. Otra baja importante que disminuye el patrimonio humano del país. Los medios dan cuenta de su útil trayectoria. También de actuaciones muy polémicas, como dirigente controversial. CAP no fue un hombre corcho, de esos que flotan en todas las aguas para mantenerse siempre arriba, estén las aguas altas o bajas. Fue un luchador incansable por la libertad y la democracia.
Tuve el honor de conocerlo en la década de los sesenta, en plena lucha contra la subversión y el terrorismo del castro comunismo. Él era Ministro de Relaciones Interiores y yo jefe de la juventud copeyana en el Zulia y, más tarde, Presidente del Centro de Estudiantes de Derecho y de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad del Zulia. Era la única universidad en manos democráticas. Por su intermedio pude tener contacto con los Presidentes Betancourt y Leoni y hasta en nuestra casa paterna de Maracaibo lo tuvimos como huésped. Más adelante me correspondió ser Presidente de la Cámara de Diputados durante cuatro años de su primer quinquenio. En la segunda presidencia tuve una estrecha relación como Gobernador electo y reelecto del Zulia. Los primeros gobernadores hijos de la tímida descentralización que se iniciaba, tuvimos en Pérez un amigo, un aliado, a un estadista comprometido con el esquema federal al que aspirábamos. Juntos, cada uno en sus circunstancias, enfrentamos los golpes de estado del 4F-92 y del 27F-92, asumimos las consecuencias y tratamos de impedir el desenlace al que condujeron múltiples maniobras, de distintas y hasta contradictorias motivaciones. El juicio, la separación de la presidencia y la etapa de ostracismo posterior, mostraron en toda su estatura la reciedumbre de este luchador insigne. La democracia y la libertad sobrevivieron gracias a su ejemplo y, por supuesto, al manejo equilibrado y sabio que Ramón J. Velásquez hizo de la transición.
Tuvimos tres años distanciados (1979-1982), a raíz de la investigación sobre el Sierra Nevada. Yo era jefe de la fracción parlamentaria de COPEI en el Congreso, y Luis Herrera Campins, Presidente de la República. El debate fue duro, muy serio. Lo asumimos plenamente. A finales del 82 en un evento social casa de amigos comunes, nos fuimos al patio solos, con el anfitrión como testigo. Se conversó a fondo y con reciedumbre de parte y parte. Algún día contaré los detalles. Estrechamos las manos y con un abrazo cancelamos definitivamente nuestras diferencias. Brindamos por eso. Nuestra amistad superó esa prueba. Fue un hombre sin rencores, hasta ingenuo en la valoración de las personas. No tuvo nunca facturas pendientes que le amargaran la vida.
En esta hora triste, un testimonio de solidaridad para la primera esposa Blanca y sus hijos. También para Cecilia y sus dos niñas. Para el resto de la familia nuestro respeto. Esa familia incluye a Acción Democrática y a la legión de amigos entre los cuales me anoto.
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 27 de diciembre de 2010
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