Un deber esencial en estos tiempos es la defensa de la familia y de la educación libre que respete la libertad de las familias y de los niños para crear y tener fe.
Uno de los mayores peligros que corre la familia es su disolución, especialmente porque el totalitarismo rojo, que se expande en los espacios públicos del mundo, tiene como objetivo la destrucción de la sociedad que conocemos y para ello necesita destruir a la familia, célula fundamental de la sociedad, para alcanzar sus fines de dominación y mantenimiento del poder por siempre.
Uno de los mayores peligros que corre la familia es su disolución, especialmente porque el totalitarismo rojo, que se expande en los espacios públicos del mundo, tiene como objetivo la destrucción de la sociedad que conocemos y para ello necesita destruir a la familia, célula fundamental de la sociedad, para alcanzar sus fines de dominación y mantenimiento del poder por siempre.
La destrucción de la familia conlleva la pérdida de valores fundamentales para la convivencia en paz, como son la libertad, la justicia, el respeto, la consideración, el sentido de pertenencia, la lealtad, la solidaridad, la confianza, la unión, el trabajo, el verdadero humanismo, en fin, del amor por sí mismo y por el otro.
Es en la familia donde se siembran y cultivan los valores que son reforzados por los maestros, profesores y académicos, de allí la importancia de asumir la responsabilidad que nos corresponde en el desempeño de estos roles y en la defensa de estas instituciones que están siendo destruidas por el régimen. El adoctrinamiento comunista, la deformación de la historia, el ahogo económico, el despojo de la propiedad privada, la siembra de una cultura de muerte, sapeo, robo, gavilla y de pedigüeños, entre otros, son medios para acabar con el patrimonio familiar, con el sustento espiritual y económico que posibilita a la familia vivir con libertad para pensar, crear, creer, nutrir sus tradiciones, sus costumbres y sus valores, lo cual le adecua para echar las raíces fuertes y profundas que le permiten, como al árbol grandioso y frondoso, mantenerse en pie ante el huracán rojo que intenta arrancarla de raíz.
Así son las raíces de la familia Polar que ante la amenaza roja, se ha mantenido en la resistencia activa de una representación importante de la sociedad venezolana, familiar, que se atreve a creer que el sistema judicial debe reponerle el derecho a ser libre y a detener el terrorismo de Estado que lo maltrata, daña y destruye, no sólo en sus valores sino en la esperanza de una vida familiar con bienestar que en este momento sólo les garantiza su empresa, que asumió y sigue asumiendo que Venezuela es su razón y su destino, que la familia venezolana y sus trabajadores merecen su solidaridad y su respeto. Esto es el ej. de lo que es solidaridad sin distingo de clases, sin antítesis de roles, patrono-trabajador, unidos en el resguardo de lo que nos preserva a todos.
Si los trabajadores de PDVSA fueron una vez nuestra causa, hoy los trabajadores de Polar vuelven a serlo porque ellos y cada uno de nosotros somos uno, en la defensa de nuestro derecho a la libertad, a la justicia, a la igualdad y a la paz.
Elinor Montes
elmon35@gmail.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
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