Si Cambio Radical y los liberales se unen, constituirían una gran fuerza en el Congreso en 2011.
Hace algunas semanas escribí en estas páginas que Juan Manuel Santos podía ser el reunificador del Partido Liberal si impulsaba un reencuentro de los antiguos rojos, hoy divididos en el liberalismo oficial, Cambio Radical y parte de 'la U'. Por ahora, en medio de los roces con el Partido Conservador, que seguramente no vería con buenos ojos la maniobra, el asunto parece aplazado en la agenda presidencial. Pero no así en la de su ministro del Interior, Germán Vargas.
Según lo reveló el jueves el jefe del liberalismo, Rafael Pardo, en entrevista con Yamid Amat, las conversaciones con Cambio Radical, el partido de Vargas, van bastante avanzadas y podrían conducir a que, muy pronto, las dos fuerzas políticas actúen como una sola bancada en el Congreso. Bancada que pasaría a ser casi tan fuerte como la de 'la U', tanto en el Senado como en la Cámara. Con 25 senadores y casi medio centenar de representantes, la nueva fuerza se convertiría en imprescindible para el Gobierno y en un jugador para tener muy en cuenta en las elecciones regionales del año entrante.
Semejante situación atornillaría a Vargas en el gabinete y le abriría un cupo a Pardo -o a otro peso pesado de las toldas rojas- en alguno de los nuevos ministerios que debe surgir cuando el presidente Santos use las facultades de reforma del Estado que le va a otorgar el Congreso.
Pero una unión como esta no puede reducirse a sumar congresistas y garantizar puestos. En la pasada campaña electoral, un esfuerzo similar que debía desembocar en una consulta interna entre Vargas y Pardo para una candidatura presidencial única se frustró por asuntos ideológicos, pues Pardo quiso subir al bus al candidato del Polo Democrático, Gustavo Petro, algo que Vargas consideró inaceptable.
Y es que entre los liberales, la tentación de coquetear con la izquierda ha estado latente por años, desde cuando Horacio Serpa asumió su primera candidatura en 1998. Por el contrario, en Cambio Radical, Vargas y sus amigos han levantado un muro de prevenciones frente a esa posibilidad, porque ni se identifican con la izquierda ni quieren que sus electores los vean en la misma foto. Los resultados de esta diferencia de actitud están a la vista: la base electoral del liberalismo (la clase media urbana, reacia a los acercamientos con la izquierda) no acompañó de modo masivo ni a Serpa en el 2002 y el 2006, ni a Pardo este año. En cambio, en la recta final de la campaña para la primera vuelta, un importante sector de esa franja centrista y urbana se volcó hacia Vargas y le garantizó la tercera votación más alta.
Las derivas izquierdistas de los liberales asustaron a muchos de sus votantes, y ahora que el Polo vive una grave crisis y que la principal líder del ala zurda del liberalismo, Piedad Córdoba, ha perdido su curul en el Senado, quizás llegó la hora de que Pardo y sus seguidores den el timonazo hacia la búsqueda del centro perdido. Para hacerlo, la coyuntura de juntar filas con Cambio Radical con unas propuestas que no estén ni en la izquierda del Polo ni en la derecha de lo más duro del uribismo, es ideal. Ojalá se decidan a hacerlo y el liberalismo, que más allá de sus muchos errores ha sido protagonista de importantes jalonazos progresistas en la historia colombiana, resucite de las cenizas a que sus veleidades izquierdosas lo redujeron.
Agregado. Tiene razón la Corte Suprema de Justicia -a la que en otras ocasiones he criticado- al cuestionar el asilo territorial otorgado por el gobierno panameño a la ex directora del DAS María del Pilar Hurtado. Sólo la Justicia puede decir si ella es culpable o inocente. Pero la sensación de que esta figura sagrada del derecho internacional pueda ser utilizada para evadirla, preocupa, y mucho.
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