miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿DEMOCRACIA VS LIBERALISMO? (1-2). RICARDO VALENZUELA Y ALBERTO MANSUETI

PRIMERA PARTE

Dedicado a: Don Jorge del Rincón Bernal

Desde que tengo uso de razón siempre escuché a mi padre—Dr. en derecho internacional y ciencias políticas de la Universidad de Bruselas—afirmar: “Si en México tuviéramos verdadera democracia el presidente sería Cantinflas, Pedro Infante o El Santo, porque la democracia, como la entienden los mexicanos, es solo el mandato de la plebe.”

En días recientes ha surgido una controversia entre mi buen amigo argentino-venezolano Alberto Mansueti y yo. ¿Qué tan benéfica es la democracia para nuestros países latinoamericanos? Como liberales, ¿qué tan convencidos estamos de la democracia? Pues este proceso político nos ha servido a gorilas como Chávez en Venezuela, a Chile Salvador Allende, al Ecuador un Correa, a Bolivia un Evo Morales y recientemente Obama a los EU. ¿No sería más conveniente para nosotros un estilo Lee Kuan Yew de Singapur? ¿El de Corea de los 80s? O tal vez lo que el verdadero credo liberal como el de Jefferson promovía un gobierno tan pequeño que casi, casi, no lo fuera.

Arremete Alberto refiriéndose al nuevo premio Nobel: “En opinión de Vargas Llosa, democracia y mercados libres han de ser las banderas liberales. Pero Vargas Llosa olvida un pequeño detalle: ellas no casan bien entre sí. Porque democracia es Gobierno de la mayoría y liberalismo es Gobierno limitado. Mientras el liberalismo es individualista por principio, la democracia es una forma de colectivismo: el colectivismo mayoritario. Y una mayoría puede decidir saltarse a la torera los límites gubernamentales y acabar con el Gobierno limitado, impedirlo, o vetar su restauración. Tal decisión es perfectamente justa y legítima según la doctrina democrática roussoniana y marxista; pero no según la doctrina liberal clásica, que algunos liberales desconocen, al igual que todos los “neo” liberales.”

Esa decisión ha sido tomada, democráticamente, repetidas veces desde que el mundo es mundo, en muchísimos países -incluyendo los latinoamericanos-, y en reiteradas ocasiones. Así es como acabaron con la libertad, la poquita que había. Democracia mata libertad; así de simple. Es el caso clásico del crecimiento expansivo del gobierno americano en contra de todos los principios liberales de Jefferson, Madison, Jackson que le dieron vida a este gran país—el abanderado de tal asalto, el héroe de los demócratas; F. D. Roosevelt y ahora sus herederos Obama y Cia le rezan en al altar de la democracia.

Como muy bien lo plantearon Hayek y José Ortega y Gasset, democracia y liberalismo son respuestas a dos preguntas diferentes. La democracia responde a la cuestión “¿Quién gobierna?”; y el liberalismo a la pregunta “¿Cuánto gobierna?” A la primera, la democracia responde “La mayoría”; a la segunda, el liberalismo contesta ” muy poco”. A la democracia le interesa sólo la primera pregunta. Y al liberalismo le importa fundamentalmente la segunda. El liberalismo carece de conciencia democrática y la democracia de sensibilidad liberal. Al liberalismo le basta con que los Gobiernos gobiernen poco; y satisfecha esta condición, no le interesa mucho quién y cómo los elige, y se desentiende del asunto. A la democracia le basta con que los Gobiernos surjan de elecciones populares y por mayoría; y verificada esta condición, no le interesa cómo y cuánto gobiernan; se despreocupa del asunto.

Poco tiene que ver una respuesta con la otra; y pueden ser contradictorias, como de hecho casi siempre lo son, a menos que la democracia sea ella misma limitada y admita la doctrina liberal del Gobierno limitado. Es decir, se forme una democracia liberal, algo tan difícil de lograr como un tigre manso. Para ello, debe aceptarse que las mayorías no pueden atentar contra las libertades ni la propiedad privada -: los mercados libres-; como lo establecían las constituciones latinoamericanas del siglo XIX. Pero ningún adorador de la democracia quiere eso.

Comenta mi amigo Alberto: “La de Vargas Llosa no es última palabra en materia de pensamiento liberal. Es un excelente novelista y sabe mucho de novelas, de Flaubert, de prosa, de géneros y estilos literarios, etc. Domina su arte con maestría, porque le dedicó toda su vida; implica que no pudo aprender otro. Ergo: no es una voz autorizada en temas de Hacienda Pública, economía o Gobierno Constitucional. Menos aún Filosofía. Sencillamente no son sus menesteres.” En www.lasalida.org compartimos algunos principios básicos de liberalismo, que Vargas Llosa bien haría en consultar. Entre ellos:

1. El liberalismo no es compatible con cualquier doctrina política. Tiene la suya propia que es el Gobierno limitado -a sus funciones propias-, aún siendo democrático. Por eso el liberalismo es frontalmente inconciliable con toda forma de colectivismo estatista, incluyendo la democracia pura, ilimitada. En América latina y en todo el mundo las naciones han ido abandonando los principios liberales al paso en que han extendido el derecho al voto. Más democracia equivale a menos libertad.

2. El liberalismo no es compatible con cualquier doctrina económica. Se lleva mejor con la marginalista austriaca que con cualquiera de inspiración neoclásica. Y eso está plenamente demostrado por los fracasos de los ’90, producto de la aplicación de “políticas económicas” inspiradas en los más dispares autores menos los austriacos.

3. El liberalismo tampoco es compatible con cualquier filosofía. Se lleva muy bien con el realismo en cualquiera de sus vertientes, y muy mal con cualquiera forma de agnosticismo, escepticismo, relativismo, idealismo, positivismo, etc. Mucho daño le hizo al liberalismo la asociación con filosofías de ese tipo -como el utilitarismo- en el siglo XVIII. En México los científicos de Don Porfirio eran adoradores del Positivismo.

4. Por último, el liberalismo no es compatible con cualquier tipo de enseñanza o doctrina religiosa. Rima perfectamente con las tres grandes religiones monoteístas históricas -de hecho sus postulados están en la Biblia-; pero no tan bien con el ateísmo. Pero mucho peor se lleva con las otras religiones: el panteísmo, el politeísmo, el animismo, la idolatría supersticiosa, el paganismo o el neopaganismo, etc., en cualquiera de sus formas, como por Ej. Los cultos afro americanos tradicionales, o la actual religión de la “Nueva Era” (que hace muchísimo daño con su imaginería fantasiosa e irrealista.) ¡Y muchísimo peor todavía se lleva el liberalismo con las reinterpretaciones marxistas del cristianismo, sean católicas, protestantes o evangélicas!

El liberalismo siempre prefirió la forma mixta o combinada (Aristóteles, Ibn Jaldún, Rabí Maimónides, Santo Tomás de Aquino.) ¿Qué es eso? Muy simple, es el complemento necesario e indispensable a la separación de poderes, principio liberal también. Pero la separación de los tres poderes bíblicos, no los tres poderes de Montesquieu. Según la Biblia, hay varias separaciones de esferas y poderes:

SEGUNDA PARTE

A finales de la edad media la monolítica iglesia llegaba a su senilidad, un brusco viraje de su positiva contribución durante los quinientos años anteriores. Pero hacia del siglo 15 era ya una carga muy pesada para la población y lo mismo sucede hoy día con las naciones-estados.

Cuando Martín Lutero iniciara la Reforma, basaba sus argumentos en los preceptos bíblicos que dictaban una separación de esferas y poderes:

Se separa primero la esfera pública de las privadas. Ya en la esfera pública, la separación entre los poderes municipales de los nacionales. A nivel nacional emergen los "tres poderes independientes": Judicial; armado; y político. El tercero solamente se debería ocupar de recabar impuestos para sostener a los dos anteriores y contratar las obras públicas.

Pero el esquema no coincide con el de Montesquieu: legislativo, ejecutivo y judicial. Este poder “legislativo” fue un invento de Montesquieu en base a su absurda teoría de que leyes de países con climas fríos no convienen a los países cálidos, y cada país debe tener su Parlamento para “legislar”, es decir, producir leyes en serie como producir radios en una línea industrial. Un proceso muy democrático pero desde el punto de vista práctico ha sido un desastre.

El viejo sistema anglosajón de Common Law nunca operó de esa forma. Los tres poderes eran la Judicatura, las fuerzas armadas y el Parlamento. Pero la función del Parlamento no era "fabricar" leyes sino controlar a los otros dos. Las leyes ya estaban hechas y el primer Ministro emergía del Parlamento del cual depende. El poder judicial es independiente, no así el poder armado.

El Parlamento anglosajón es el órgano de Gobierno por excelencia; no el Gabinete. Los otros dos poderes -judicial y armado- son instituciones profesionales no políticas. En los EEUU algunos jueces y fiscales son electos popularmente y, por tanto, son posiciones políticas que actúan como tal….políticamente.

Este esquema anglosajón se basa en la Biblia -se remonta al Rey Alfredo el Grande- y está comprobado ser el más sano y efectivo. ¿Por qué? Porque no hay un poder “legislativo” vomitando leyes irracionales y absurdas siempre coartando la libertad, beneficiando a sus amos y paralizando países.

Inglaterra se regía por las “leyes comunes” (el “Common Law”) que no eran retoño de “genios” parlamentarios. Fueron escritas durante siglos y probadas a través de largas prácticas milenarias. Las leyes de orden civil, penal o comercial, se formularon por vez primera en la Biblia, en el Derecho Romano o en las Asambleas de guerreros sajones y después fueron editadas. De esa forma operaron exitosamente durante la toda la "Era Liberal", las que hoy serían muy útiles a nuestras “democracias”.

Estas son las “leyes generales” que Hayek citaba propias de una sociedad liberal. Sus principios y normas son generales y permanentes. Todo lo que debe hacer un Gobierno liberal es respetarlas y aplicarlas, nada más. Pero si definimos la principal característica de los gobiernos actuales, sería como los peores agresores del estado de derecho y sus constituciones, lo cual hacen con total impunidad como lo describe el juez Andrew Napolitano en su libro: “La Constitución en Exilio”.

Ningún Parlamento moderno ha mostrado ser más sabio que los ancianos de Israel o el Senado romano. Una sociedad liberal no necesita de un “poder legislativo” integrado por barbajanes escribiendo estupideces arbitrarias, pretendiendo luego imponérselas a la gente como sucede en la plebecracia que cubre al mundo.

Entonces ¿Qué es la "forma mixta" de Gobierno? Es la vieja doctrina sabiamente afirmando que cada poder estatal debe ser elegido y regido por un principio distinto para que haya equilibrio, “checks and balances”: frenos y contrapesos. ¿Y cuáles “principios” son esos? Son muchos y ninguno perfecto. Todos tienen defectos que con el tiempo, al igual que la iglesia del siglo 15, han llegado a su senilidad y los más conocidos y aplicados son:

1. El mayoritario, basado en la cantidad de sufragios obtenidos llamado “democracia”. Su peor defecto: tiende por naturaleza a la demagogia y el peligro de caer bajo el control de la plebecracia sufragando por los políticos “más generosos” y la utilizan para perpetuarse. Un sistema odiado por los fundadores de EU que estructuraron una República pensando habían vacunado al país contra este mal que hoy lo postra.

2. El profesional o de mérito. La meritocracia de Jefferson que se basa en resultados aplicada especialmente en los servicios armado y judicial. Su peor defecto: tiende a la oligarquía si los mercados son invadidos por la esfera pública perdiendo su calidad de libres, el merito se confunde con cabildeo y los grandes “capitales privados” invertidos en el proceso. Al caer en ese pantano Von Mises lo llamaba intervencionismo.

3. El hereditario, o monárquico, en base a la sangre y a la educación de cuna, que se aplica en algunos países a la Jefatura del Estado. Tiene el defecto obvio de que la titularidad puede recaer en un incompetente, ¡pero igual sucede en la democracia!

4. El sorteo, en base a la suerte, que se aplica en los turnos y asignaciones judiciales; cuenta con el mismo defecto anterior.

5. La compra de cargos que antes gozaba de gran popularidad pero por sus defectos fue declarado ilegal. Sin embargo, aun se practica clandestinamente como en los puestos de policía en la ciudad de México, e inclusive, asientos en el congreso, embajadas o gubernaturas.

Pero ¿hacia dónde nos dirigimos en un país en el que los gobiernos se resisten a cambiar las reglas que nos mantienen atados, pobres y subdesarrollados?

Hace años escribí una pieza titulada “El Individuo Liberado”. Afirmaba que, armados con los avances tecnológicos, nos dirigíamos hacia una sociedad de individuos libres en donde los gobiernos ya no tendrían control sobre nuestras vidas. Los burócratas se convertirían en piezas de museo y sin oficio. Pienso la hora se está aproximando.

En lugar de gobiernos encadenando toda la geografía nacional, los países inician un creativo proceso que desembocará en la integración de regiones económicamente autónomas como ya sucede en New Hampshire, EU. Tendremos luego la opción de contratar proveedores de servicios privados como infraestructura, protección, justicia y la solución de disputas entre los miembros de la sociedad en tribunales internos, dando nacimiento a las administraciones regionales privadas compitiendo.

Un nuevo tipo de organización social, económica, política emerge, ciudades libres y virtuales a semejanza de Hong Kong y Singapur: Pequeñas, pero armadas con potente capital intelectual, poderosas en el uso de la creatividad, finanzas, tecnología y técnicas gerenciales para controlar activos en todo el mundo. Ciudades en las que la gente encuentre el producto más demandado hoy día: Protección física, legal y la libertad para intercambiar lejos de las redes fatales de la “coerción, tramitología y el no se puede”.

Ricardo Valenzuela
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