Resistimos la tentación de escribir sobre cualquier cantidad de temas importantes como la seguidilla de apropiaciones indebidas calificadas, robos agravados, que el Presidente llama “expropiaciones”, el criminal atentado contra la cúpula empresarial que casi le cuesta la vida a Albis Muñoz y acompañantes, las infelices declaraciones de la nueva canciller española Trinidad Jiménez sobre los presos políticos en Venezuela y la vigencia de los derechos humanos o la contundente réplica de su gobierno a las declaraciones venezolanas sobre ETA y Cubillas. En fin, cuesta seleccionar y sintetizar para cumplir con la colaboración semanal.
Hablaremos sobre el enorme rechazo del pueblo estadounidense a la gestión del presidente Barack Obama, dos años después. La esperanza desaparece y el descontento parece irreversible. Ingresa a la selectiva lista de mandatarios de un solo período, al menos por ahora. Se duda mucho sobre posibilidades de reelección. El hecho es que ninguno de los problemas heredados de la administración Bush está resuelto o en vías de solución. Parecieran agravarse, incluidos las amenazas terroristas, la falta de empleo estable y la lentitud de la recuperación económica. Es algo más que “fallas de comunicación”. Recordemos que Obama ganó, tanto la candidatura como la presidencia, por su condición de gran comunicador y excelente relacionista. Pero no hay resultados positivos. Muchas indecisiones, marchas y contramarchas han generado demasiadas incertidumbres en temas claves para un país acostumbrado a la certeza, equivocada o no, que reciben del alto gobierno. Para el ciudadano común, pareciera estar claro que no estaba preparado para gobernar, a pesar de haber sido un buen candidato.
El Partido Demócrata perdió. Independientemente de que esto ocurre alternativamente con frecuencia para ambos partidos, al margen de quien ocupe la Casa Blanca, la magnitud de la derrota y las circunstancias internas e internacionales que la condicionan, obliga a análisis serios. Creo que están sufriendo una grave crisis de identidad, muy peligrosa para los intereses generales de esa nación. La mayoría así lo percibe.
Los republicanos obtuvieron un glamoroso triunfo que, además de darle cómoda mayoría en la Cámara de Representantes, avances significativos en el Senado y bastantes gobernaciones, les permite proyectar nuevos liderazgos como garantía de la vigencia del partido hacia el futuro. Contrariamente a algunas opiniones, la aparición de la tendencia conocida como Tea Party, lejos de ser divisionista a pesar de algunos problemas internos, es un refuerzo a los principios y valores fundamentales que alimentan el alma republicana. El espíritu de Ronald Reagan se alinea directamente con el ciudadano común. Obama asumió la derrota con dignidad. Ojala se logre una sana concertación bipartidista en los temas que importan a Estados Unidos y al mundo. No somos ajenos a lo que allá sucede.
Hablaremos sobre el enorme rechazo del pueblo estadounidense a la gestión del presidente Barack Obama, dos años después. La esperanza desaparece y el descontento parece irreversible. Ingresa a la selectiva lista de mandatarios de un solo período, al menos por ahora. Se duda mucho sobre posibilidades de reelección. El hecho es que ninguno de los problemas heredados de la administración Bush está resuelto o en vías de solución. Parecieran agravarse, incluidos las amenazas terroristas, la falta de empleo estable y la lentitud de la recuperación económica. Es algo más que “fallas de comunicación”. Recordemos que Obama ganó, tanto la candidatura como la presidencia, por su condición de gran comunicador y excelente relacionista. Pero no hay resultados positivos. Muchas indecisiones, marchas y contramarchas han generado demasiadas incertidumbres en temas claves para un país acostumbrado a la certeza, equivocada o no, que reciben del alto gobierno. Para el ciudadano común, pareciera estar claro que no estaba preparado para gobernar, a pesar de haber sido un buen candidato.
El Partido Demócrata perdió. Independientemente de que esto ocurre alternativamente con frecuencia para ambos partidos, al margen de quien ocupe la Casa Blanca, la magnitud de la derrota y las circunstancias internas e internacionales que la condicionan, obliga a análisis serios. Creo que están sufriendo una grave crisis de identidad, muy peligrosa para los intereses generales de esa nación. La mayoría así lo percibe.
Los republicanos obtuvieron un glamoroso triunfo que, además de darle cómoda mayoría en la Cámara de Representantes, avances significativos en el Senado y bastantes gobernaciones, les permite proyectar nuevos liderazgos como garantía de la vigencia del partido hacia el futuro. Contrariamente a algunas opiniones, la aparición de la tendencia conocida como Tea Party, lejos de ser divisionista a pesar de algunos problemas internos, es un refuerzo a los principios y valores fundamentales que alimentan el alma republicana. El espíritu de Ronald Reagan se alinea directamente con el ciudadano común. Obama asumió la derrota con dignidad. Ojala se logre una sana concertación bipartidista en los temas que importan a Estados Unidos y al mundo. No somos ajenos a lo que allá sucede.
oalvarezpaz@gmail.com
Lunes, 8 de noviembre de 2010
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.