Intenta engañarte de nuevo cuando sabes que ni casa tendrás si se perpetúa en el poder
Si hay un sector de la sociedad que siente temor, desconfianza y otros sentimientos menos agradables por Hugo Chávez, ese es el de la clase media. Después de la luna de miel del 98, cuando el ex golpista (¿acaso esa condición se pierde una vez obtenida?) terminó de quitarse el disfraz de corderito clintoniano (tercera vía), de nacionalista tipo Pérez Jiménez y/o de ángel vengador contra los corruptos (no nos engañemos, también había revelado su lado oscuro y pocos lo quisieron ver), los venezolanos instalados en uno de los nichos sociales y económicos, intermedios, más extendidos y mejor equipados del continente (en todo sentido), descubrieron que habían sido vilmente engañados.
¡Oh, sorpresa!, el golpista era un golpista, el trovador que entonaba himnos pueriles a la isla de la felicidad, inspirado en Alí Primera (Cuba es un paraíso, para el cubano, señores), terminó siendo, Dios Santo, de verdad, un comunista recién salido del clóset. El hombre que prometió jamás establecería un control de cambios y ofrecía a los incautos un "capitalismo con rostro humano" usaba a los economistas de la cuarta para quedarse con todos los reales y negarte tus dólares viajeros, se metía con tus hijos y su educación, se besaba con Saddam Hussein, le daba posada a los faracos, te gritaba pitiyanqui, vendido, apátrida y amenazaba, cada vez que amanecía con la puntada del resentimiento en el punto crítico, con no dejar "piedra sobre piedra" en el Este de Caracas.
Pero el mal ya estaba hecho, votaste por él la primera vez, incluso en la segunda y a la tercera ya estaba cómodo, atribuyéndole a los adversarios lo que él era y nunca dejaría de ser.
Pues bien, le devolviste el resentimiento pelo a pelo, ojo por ojo y diente por diente, al menos, retóricamente, tal cual lo hacía él, hasta quedarte sin pelos, ni ojos ni dientes y él todavía allí, cómodo y amenazando con ir más allá, confiscando todo lo que se le atravesaba, quitándote el trabajo, persiguiéndote con listas de Tascón, obligándote a desfilar vestido de rojo, bajándote el nivel de vida, sometiéndote al hampa, limitándote el horizonte cultural, las ganas de mejora, la autoestima y pintándote un sombrío futuro de opresión y lúgubre colectivismo estatal.
Pero el 2D (2001) sufrió su primer revolcón electoral, el 26S (2010) el segundo (sin contar el revolconcito del 2008) y descubrió, bien tarde, que necesitaba los votos de la clase media y entonces, luego de rebuscar en su cajón de sastre se sacó de la chistera el tema de las constructoras. Incapaz de crear algo, acudió al manoseado expediente del robo legal, les entregó unas cuantas viviendas a los afectados y con eso espera engañarte de nuevo, cuando ya sabes que ni casa tendrás si se perpetúa en el poder.
rgiusti@eluniversal.com
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Si hay un sector de la sociedad que siente temor, desconfianza y otros sentimientos menos agradables por Hugo Chávez, ese es el de la clase media. Después de la luna de miel del 98, cuando el ex golpista (¿acaso esa condición se pierde una vez obtenida?) terminó de quitarse el disfraz de corderito clintoniano (tercera vía), de nacionalista tipo Pérez Jiménez y/o de ángel vengador contra los corruptos (no nos engañemos, también había revelado su lado oscuro y pocos lo quisieron ver), los venezolanos instalados en uno de los nichos sociales y económicos, intermedios, más extendidos y mejor equipados del continente (en todo sentido), descubrieron que habían sido vilmente engañados.
¡Oh, sorpresa!, el golpista era un golpista, el trovador que entonaba himnos pueriles a la isla de la felicidad, inspirado en Alí Primera (Cuba es un paraíso, para el cubano, señores), terminó siendo, Dios Santo, de verdad, un comunista recién salido del clóset. El hombre que prometió jamás establecería un control de cambios y ofrecía a los incautos un "capitalismo con rostro humano" usaba a los economistas de la cuarta para quedarse con todos los reales y negarte tus dólares viajeros, se metía con tus hijos y su educación, se besaba con Saddam Hussein, le daba posada a los faracos, te gritaba pitiyanqui, vendido, apátrida y amenazaba, cada vez que amanecía con la puntada del resentimiento en el punto crítico, con no dejar "piedra sobre piedra" en el Este de Caracas.
Pero el mal ya estaba hecho, votaste por él la primera vez, incluso en la segunda y a la tercera ya estaba cómodo, atribuyéndole a los adversarios lo que él era y nunca dejaría de ser.
Pues bien, le devolviste el resentimiento pelo a pelo, ojo por ojo y diente por diente, al menos, retóricamente, tal cual lo hacía él, hasta quedarte sin pelos, ni ojos ni dientes y él todavía allí, cómodo y amenazando con ir más allá, confiscando todo lo que se le atravesaba, quitándote el trabajo, persiguiéndote con listas de Tascón, obligándote a desfilar vestido de rojo, bajándote el nivel de vida, sometiéndote al hampa, limitándote el horizonte cultural, las ganas de mejora, la autoestima y pintándote un sombrío futuro de opresión y lúgubre colectivismo estatal.
Pero el 2D (2001) sufrió su primer revolcón electoral, el 26S (2010) el segundo (sin contar el revolconcito del 2008) y descubrió, bien tarde, que necesitaba los votos de la clase media y entonces, luego de rebuscar en su cajón de sastre se sacó de la chistera el tema de las constructoras. Incapaz de crear algo, acudió al manoseado expediente del robo legal, les entregó unas cuantas viviendas a los afectados y con eso espera engañarte de nuevo, cuando ya sabes que ni casa tendrás si se perpetúa en el poder.
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