Se entiende poco la verdadera función del Estado moderno, aquel que complementa las acciones de ciudadanos cada vez más formados, cultos, libres y que asumen su responsabilidad individual.
Aún no ha quedado totalmente atrás el retrógrado pensamiento de la primacía absoluta del bienestar general. Es necesario entender que lo importante son las personas, en su dimensión individual, cada uno con su derecho a la vida, a la seguridad personal, a la propiedad, a la igualdad de oportunidades y a la prosperidad. Para decirlo claro, lo importante es que cada persona en la sociedad tenga el derecho de ir en búsqueda de su propia felicidad y la de los suyos.
Es por esto importante entender que el Estado no es un ente con el poder de reprimir a sus ciudadanos en beneficio de idea alguna, todo lo contrario. El Estado moderno es creado y organizado por ciudadanos con el simple objeto de que éste realice aquellas actividades que no pueden ser desarrolladas por la sociedad civil.
Todos los estudios demuestran que el Estado es desde el punto de vista de gestión la vía más ineficiente para administrar y controlar recursos. Con lo cual el Estado únicamente debe realizar aquellas actividades que no pueden ser gestionadas de ninguna forma por la sociedad civil. E incluso dentro de las responsabilidades del Estado, aquellas actividades que pueden delegarse a la sociedad civil deben ser efectuadas por ésta, para que las mismas se desarrollen eficientemente, buscando minimizar siempre el tamaño del Estado.
Son miles los ejemplos de actividades que en el pasado se reservaban al Estado y que hoy en día en muchos países desarrollados se ha comprobado que su realización no solo es factible a través de la sociedad civil, sino que los servicios ofrecidos por ésta son de mayor calidad, se realizan de forma más eficiente y a menor costo para la sociedad.
El Estado puede definir las políticas sanitarias, pero incluso los hospitales públicos y gratuitos pueden ser gestionados por la sociedad civil. El Estado puede definir las políticas educativas y controlarlas, pero los colegios pueden ser administrados por la sociedad civil con mayor acierto. El Estado no tiene porque poseer y dirigir ninguna empresa que ofrezca productos tangibles y muchos de los servicios que ofrece el Estado pueden ser delegados a terceros.
Los aeropuertos, puertos, la red ferroviaria, tranvías, el sistema de autobuses, la generación eléctrica y la distribución de agua, como lo demuestra la experiencia, son mucho mejor gestionados a través de la sociedad civil constituida en empresas privadas, que en las manos inexpertas del Estado.
Una sociedad desarrollada al máximo a través de sus propios ciudadanos y con menos participación del Estado será más eficiente, la riqueza estará más ligada al esfuerzo individual y habrá mucho menos cabida para la corrupción.
Parafraseando la doctrina de la Tercera Vía se puede sostener que la sociedad civil siempre hasta donde sea posible y el Estado solo hasta donde sea necesario. Entendamos que el Estado está para apoyar la actuación de la sociedad civil, pero los Estados grandes además de ser ineficientes tienden a restringir la actuación de sus ciudadanos, a controlar los espacios de poder y a convertir en ricos a sus funcionarios. El principal reto futuro de las fuerzas democráticas es dotar a Venezuela de un Estado moderno y reducido, devolviendo a la sociedad civil su protagonismo.
jmnunezgorrin@gmail.com
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Es por esto importante entender que el Estado no es un ente con el poder de reprimir a sus ciudadanos en beneficio de idea alguna, todo lo contrario. El Estado moderno es creado y organizado por ciudadanos con el simple objeto de que éste realice aquellas actividades que no pueden ser desarrolladas por la sociedad civil.
Todos los estudios demuestran que el Estado es desde el punto de vista de gestión la vía más ineficiente para administrar y controlar recursos. Con lo cual el Estado únicamente debe realizar aquellas actividades que no pueden ser gestionadas de ninguna forma por la sociedad civil. E incluso dentro de las responsabilidades del Estado, aquellas actividades que pueden delegarse a la sociedad civil deben ser efectuadas por ésta, para que las mismas se desarrollen eficientemente, buscando minimizar siempre el tamaño del Estado.
Son miles los ejemplos de actividades que en el pasado se reservaban al Estado y que hoy en día en muchos países desarrollados se ha comprobado que su realización no solo es factible a través de la sociedad civil, sino que los servicios ofrecidos por ésta son de mayor calidad, se realizan de forma más eficiente y a menor costo para la sociedad.
El Estado puede definir las políticas sanitarias, pero incluso los hospitales públicos y gratuitos pueden ser gestionados por la sociedad civil. El Estado puede definir las políticas educativas y controlarlas, pero los colegios pueden ser administrados por la sociedad civil con mayor acierto. El Estado no tiene porque poseer y dirigir ninguna empresa que ofrezca productos tangibles y muchos de los servicios que ofrece el Estado pueden ser delegados a terceros.
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Una sociedad desarrollada al máximo a través de sus propios ciudadanos y con menos participación del Estado será más eficiente, la riqueza estará más ligada al esfuerzo individual y habrá mucho menos cabida para la corrupción.
Parafraseando la doctrina de la Tercera Vía se puede sostener que la sociedad civil siempre hasta donde sea posible y el Estado solo hasta donde sea necesario. Entendamos que el Estado está para apoyar la actuación de la sociedad civil, pero los Estados grandes además de ser ineficientes tienden a restringir la actuación de sus ciudadanos, a controlar los espacios de poder y a convertir en ricos a sus funcionarios. El principal reto futuro de las fuerzas democráticas es dotar a Venezuela de un Estado moderno y reducido, devolviendo a la sociedad civil su protagonismo.
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