Vivimos una acelerada desnacionalización. Importamos más leche, azúcar, arroz, carne, queso, café y otros alimentos que se pueden producir aquí. Importamos como nunca productos manufacturados, ahora también para suplir a las industrias básicas estatizadas y arruinadas.
Para el desastre nacional en la construcción de vivienda-hábitat el Presidente anuncia que en su gira ha comprado 20 ó 30 mil casas en Bielorrusia, en Portugal o en Irán, cuando el remedio es construir unas 120.000 nuevas por año y un plan audaz de apoyo a sus dueños en la transformación de rancho en casa, al menos 100.000 al año. Todo hecho en Venezuela y por venezolanos.
Se anuncia triunfalmente la compra de decenas de tanques, aviones y misiles, se entregan a los cubanos los sistemas de identificación, de puertos y aduanas, de seguridad y de salud. A paso de vencedores-vencidos vamos desbocadamente a la desnacionalización. La producción de todos esos rubros por venezolanos daría vida y empleo directo e indirecto a más de un millón de trabajadores. Brasil es nacionalista y con sueños de expansión imperial. Por eso mismo, no estatiza ni arruina fábricas, sino que atrae capitales, tecnología y empresas, que generan en casa empleo productivo y bonanza nacional. Igual hace el nacionalismo chino, que es del siglo XXI y no del XIX como el de nuestra “revolución”.
Lo peor de todo es el éxodo de cientos de miles de nuestra gente más preparada: expertos petroleros, empresarios y sus capitales, médicos y otros profesionales recién graduados, son empujados a irse, llevándose a Colombia, Panamá, Costa Rica, Canadá, Australia, USA , España, la inmensa riqueza humana e inversión que hizo Venezuela (ellos, sus familias y el presupuesto público) en formarlos. La fuga de talentos es particularmente dolorosa en un país que durante más de medio siglo desarrolló su potencial humano y se benefició con cientos de miles de trabajadores emprendedores venidos de diversas latitudes.
La expulsión de venezolanos empezó con el repudio y destierro de El Libertador, luego otros presidentes (excluyentes excluidos) murieron en el exilio: Páez, Guzmán Blanco, Castro y Pérez Jiménez, pues quien no está conmigo es enemigo de la patria. Medina y Carlos Andrés Pérez pasaron su ancianidad en el destierro. Desde la primera hora perdimos figuras civiles de la talla de Andrés Bello, Luis María Baralt y José María Vargas por sólo nombrar a unos pocos, por no valorar el talento de nuestros hijos. Intolerancia lamentable en el siglo XIX, estúpida y suicida en el XXI.
La riqueza de Venezuela se basa en el talento de sus gentes, no en si tenemos o no las mayores reservas petroleras del mundo. Hoy 90% del potencial talento de millones de adultos permanece muerto por falta de formación y de capacitación productiva, y un alto porcentaje de los mejor formados es empujado fuera, regalo para otros países a quienes también les regalamos nuestras oportunidades y les compramos sus productos. ¡Una sustitución de importaciones a la inversa! Contra esta triste evidencia no hay argumentos.
Para darle un vuelco a este absurdo es muy oportuna la reciente reflexión postelectoral de la Conferencia Episcopal Venezolana:
-El proceso electoral y su resultado “es un claro indicio de su [el pueblo] anhelo de buscar soluciones a los problemas sociales por caminos de mutuo respeto, de diálogo y de solidaridad sin exclusiones.”
-“De quienes han sido elegidos diputados se espera que promuevan un modelo de país que supere la polarización y el enfrentamiento. Estamos ante el reto de asumir un proyecto democrático común que favorezca una cultura política de cooperación mutua y no de eliminación del adversario”.
-“La democracia se consolida en pluralidad y respeto. No se puede desmantelar la herencia acumulada a lo largo de décadas o imponer una dirección ideológica única. Un genuino humanismo debe exaltar la libertad y la responsabilidad, apoyar la pluralidad para encontrar afanosamente la verdad compartida por la mayoría”.
El futuro de nuestros éxitos nacionales pasa por reconocer a los otros, a los rivales políticos, a los trabajadores y empresarios, a los capitales productivos y por la “vuelta a la patria” de los ahuyentados. Frenar los instintos destructivos, desterrar el autoritarismo que excluye y elimina al otro y hacer alianzas entre los diversos.
Lo peor de todo es el éxodo de cientos de miles de nuestra gente más preparada: expertos petroleros, empresarios y sus capitales, médicos y otros profesionales recién graduados, son empujados a irse, llevándose a Colombia, Panamá, Costa Rica, Canadá, Australia, USA , España, la inmensa riqueza humana e inversión que hizo Venezuela (ellos, sus familias y el presupuesto público) en formarlos. La fuga de talentos es particularmente dolorosa en un país que durante más de medio siglo desarrolló su potencial humano y se benefició con cientos de miles de trabajadores emprendedores venidos de diversas latitudes.
La expulsión de venezolanos empezó con el repudio y destierro de El Libertador, luego otros presidentes (excluyentes excluidos) murieron en el exilio: Páez, Guzmán Blanco, Castro y Pérez Jiménez, pues quien no está conmigo es enemigo de la patria. Medina y Carlos Andrés Pérez pasaron su ancianidad en el destierro. Desde la primera hora perdimos figuras civiles de la talla de Andrés Bello, Luis María Baralt y José María Vargas por sólo nombrar a unos pocos, por no valorar el talento de nuestros hijos. Intolerancia lamentable en el siglo XIX, estúpida y suicida en el XXI.
La riqueza de Venezuela se basa en el talento de sus gentes, no en si tenemos o no las mayores reservas petroleras del mundo. Hoy 90% del potencial talento de millones de adultos permanece muerto por falta de formación y de capacitación productiva, y un alto porcentaje de los mejor formados es empujado fuera, regalo para otros países a quienes también les regalamos nuestras oportunidades y les compramos sus productos. ¡Una sustitución de importaciones a la inversa! Contra esta triste evidencia no hay argumentos.
Para darle un vuelco a este absurdo es muy oportuna la reciente reflexión postelectoral de la Conferencia Episcopal Venezolana:
-El proceso electoral y su resultado “es un claro indicio de su [el pueblo] anhelo de buscar soluciones a los problemas sociales por caminos de mutuo respeto, de diálogo y de solidaridad sin exclusiones.”
-“De quienes han sido elegidos diputados se espera que promuevan un modelo de país que supere la polarización y el enfrentamiento. Estamos ante el reto de asumir un proyecto democrático común que favorezca una cultura política de cooperación mutua y no de eliminación del adversario”.
-“La democracia se consolida en pluralidad y respeto. No se puede desmantelar la herencia acumulada a lo largo de décadas o imponer una dirección ideológica única. Un genuino humanismo debe exaltar la libertad y la responsabilidad, apoyar la pluralidad para encontrar afanosamente la verdad compartida por la mayoría”.
El futuro de nuestros éxitos nacionales pasa por reconocer a los otros, a los rivales políticos, a los trabajadores y empresarios, a los capitales productivos y por la “vuelta a la patria” de los ahuyentados. Frenar los instintos destructivos, desterrar el autoritarismo que excluye y elimina al otro y hacer alianzas entre los diversos.
Luis Ugalde
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