Gobernar es más que dar órdenes. Gobernar es el arte de conciliar intereses opuestos.
Gobernar es entender los intereses de los gobernados y desde ese punto de partida, aportar a la sociedad un punto de encuentro de los diversos intereses que la componen. Gobernar es procurar el máximo de felicidad para todos y gobernar, por último, es conducir a la sociedad a un gran acuerdo que permita que las fuerzas del progreso actúen en la dirección de producirlo para todos los gobernados. Eso no es fácil de lograr, pero eso es lo que se espera de un gobierno.
Lo que el gobierno está haciendo, está colocando a las fuerzas productivas en el camino incorrecto. Usted no puede convertirse en el proveedor del dinero, acero y el cemento, generar condiciones para que una red de comisionistas ponga las ventas de ese recurso bajo control, y luego asignar la culpa de los retrasos de construcción a los constructores.
El Gobierno generó las causas de un gran desastre al que apenas se le ha visto una puntica y que pondrá en juego la libre propiedad de las viviendas en este país. Me explico: Un constructor requiere de materiales y de dinero para construir. El Gobierno permitió que a la sombra de su control -o de su descontrol- los banqueros amigos del régimen, de los que ya nadie habla, manejaran inmensas fortunas provenientes de los recursos de ahorro de los venezolanos. Se vendieron y se compraron bancos, para luego, cuando el daño estaba hecho, llegar a la nacionalización de esas instituciones.
Esos Bancos estaban financiando obras por toda Venezuela y allí se les cortó el recurso financiero a muchos constructores. Esos son los mismos constructores que enfrentan retrasos en sus obras pues la cabilla y el cemento ahora son bienes escasos. Obras lentas, que requieren de una actualización del precio pactado con los compradores, fueron impedidas de hacerlo. El resultado es que en Venezuela, muchísimas obras están a la deriva y el Gobierno, en medio de esa inmensa cristalería, en lugar de buscar una fórmula para que se concluyan esas obras y se comiencen otras, entra cual elefante pateando todo lo que encuentra su paso. Acabó con la cristalería, que pretendía defender. El resultado no será otro que un país que no construye más, con recursos privados. Otra industria que cambia de manos, para convertirse en una industria ineficiente, pues el gobierno ha demostrado ser un pésimo constructor.
No quiero ni puedo defender los intereses de constructores que por no saber operar sus negocios, o por el manejo delincuencial de sus inversiones, dejaron a muchos compradores en la calle. Ellos merecen castigo, expropiación y cárcel, si fuere el caso. Ahora el gobierno está tomando control de obras que se están paralizando por la indefinición que el mismo produce. De estas jornadas, no nos quedará nada bueno. En cada esquina de Venezuela, un funcionario está decidiendo la intervención de obras que no lo ameritan y eso, terminará acabando con lo poco de queda. Escríbanlo, el remedio será peor que la enfermedad.
Vamos a recoger vidrios rotos por los próximos veinte años.
Enrique Pereira @pereiralibre
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