Se ha dicho hasta el cansancio que Esteban tiene carisma, que su liderazgo arrastra multitudes. Sin embargo, hoy pareciera que estamos ante el desgaste de ese carisma, que siempre cuidó de estar fuera del campo de la rutina diaria y de la esfera profana. La "gracia carismática", como dice Max Weber, comienza a serle esquiva. Luce abandonado de su Dios, de su poder mágico o heroico; y su gobierno ya no aporta ninguna prosperidad real y permanente a sus seguidores. Así que, su autoridad carismática se halla en peligro de extinción.
En efecto, once años después de su primera elección presidencial, en diciembre de 1998, con el 54% de la votación y tres años después de su reelección, en diciembre de 2006, con el 64%. Ya para finales de 2009, Esteban, ha visto reducir su caudal de votación en los tres últimos procesos electorales en, aproximadamente, el 50% de los votos escrutados. En el 2007 para el referéndum de la reforma constitucional redujo el 48%; en el 2008 para las elecciones de alcaldes y gobernadores redujo el 52% y en el 2009 para el referéndum de la enmienda constitucional redujo el 53%.
En cambio, la oposición democrática venezolana elevó su votación en los mencionados procesos electorales en un 50%, poco más o menos, desde un promedio de 38% a 40%, en todas las elecciones y referendos realizados desde 2006. Igualmente, las encuestas y los estudios de opinión efectuados en el 2009 demuestran un rechazo a la figura presidencial superior al 60%, en especial, a todas las políticas públicas, así como a los actos represivos del gobierno.
En febrero de este año, Esteban registra en las encuestas de mayor rigor técnico una intención de voto de alrededor del 40%, por debajo de una cota histórica que superaba el 50%. Asimismo, llama la atención que habitualmente el pueblo exculpaba al Presidente de los graves problemas que aquejan al país: inseguridad personal, inflación, desempleo, desabastecimiento, falta de agua, cortes de luz, corrupción, etc. En cambio, hoy, la opinión pública refleja claramente que la ciudadanía responsabiliza directamente al Presidente y a su gobierno de tales males. Son signos de un desencanto creciente que alcanza tanto a los opositores de siempre como a aquellos que votaron por el comandante, dada su percepción de incapacidad para gobernar, podredumbre administrativa, y abusos y atropellos a los derechos humanos.
Puede explicar también la creciente perdida de carisma presidencial el que los venezolanos están plenamente convencidos de que no quieren un partido político único; una única televisora; una única estación de radio; un único diario impreso; un pensamiento único. Tampoco desean la estatización de los medios de comunicación; un "realismo socialista" para las artes y la cultura; la eliminación de la educación privada; la transformación de la educación pública en herramienta de ideologización; la supresión de la autonomía universitaria y la libertad de cátedra; la instalación de campos de concentración y, finalmente, la eliminación de la propiedad privada.
Ante las pretéritas gracias (¿carismáticas?) del comandante, el venezolano ya le responde: "Las que le guindan…".
¡Todos a votar este 26S!
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