Aunque no recibieran mucha atención, las elecciones mexicanas han sido trascendentales para la democracia hemisférica. La aparente agonía del valiente Guillermo Fariñas ha violentado la indiferencia de Granma, el mortalmente aburrido diario del Comité Central del PCC. Para curarse en salud por si falleciera el gran luchador democrático, el gobierno cubano alardea sobre la atención médica brindada al digno rebelde. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) sin EEUU y Canadá, será codirigida por Venezuela y Chile. Opciones antagónicas éstas, que podrían matar ad ovo al flamante organismo.
Sendas encuestas en Perú, Venezuela y Brasil, nos hablan 1) del repunte de Keiko Fujimori y el debilitamiento de Ollanta Humala, fórmula del ALBA 2) del hundimiento de la fantasía chavista y la posible victoria parlamentaria de la disidencia el próximo 26S y 3) del inconmovible empate técnico en Brasil, entre el socialdemócrata José Serra y la pupila de Lula, Dilma Rousseff.
Son noticias de enorme importancia que merecerían, cada una, un tratamiento especial. Pero quisiera evocar otras dos: la puesta en marcha del socialismo versión Chávez a través de delirios inaplicables. El problema es el colateral de destrucción y ruina creciente de todos estamentos sociales, en medio de salvajes gritos de muerte. Semejante designio extrae del osario un incosteable modelo comunitario que nadie nunca pudo aplicar desde la efímera etapa de los soviets bolcheviques. Su resobada quimera: crecimiento económico sin lucro ni incentivos materiales, desautoriza cualquier esperanza. Hasta los más cándidos tienen a la vista los escombros del Muro de Berlín y están en capacidad de volver la mirada hacia la deplorable crisis humana, institucional y económica de la agobiada Cuba.
El fracaso de esas quincallas ideológicas ofrecidas por el presidente Chávez y, a su manera, por la inefable pareja Kirchner, se aprecia, entre muchas otras manifestaciones, en la agobiante corrupción del gobierno argentino y -en la más escandalosa, si cabe- del venezolano. Se adorna éste con tres guindajos de oro: primer lugar en América en tasa inflacionaria, primero en delincuencia e inseguridad y último con creces (la contramedalla) en desempeño negativo del PIB al cierre de 2010.
¿Cómo ignorar las ciento cincuenta mil toneladas de alimentos podridos, importados por PDVSA para llenar los bolsillos de capitostes del régimen? Semejante lacra moral y material, sin precedentes en el mundo, coincide con la colusión entre los gobiernos de Venezuela y Argentina en el oscuro caso de la embajada paralela. El escándalo se puede tocar, pero guardan ominoso silencio la Contraloría, la Fiscalía, el Parlamento y los tribunales venezolanos, que como los boys scouts están ¡Siempre Listos! para cumplir el mandato presidencial. No ocurre así en Argentina, cuyo estado de derecho, muy lejos de ser ejemplar, supera sin embargo al del emporio petrolero venezolano. Los diputados y los tribunales australes no dejan descansar a la pareja gobernante. Cuentan con las revelaciones del embajador Sadous y, con un cable confirmatorio emanado oficialmente del subsecretario de Comercio Internacional Eduardo Sigal, quien, autorizado por su superior jerárquico Alfredo Chiaradia, lo entregó secretamente a la Cancillería. Manos amigas lo hicieron público.
La embajada paralela, montada presuntamente por PDVSA y el ministro de Planificación Julio de Vido, hizo su agosto con el intercambio comercial Chávez-Kirchner, a través del cual fluyeron productos de empresas amigas de la Casa Rosada, previo pago de coimas de 15% y 20%. Desde el maletín de Antonini De Vido y Ramírez vienen juntos. Ciertamente, la corrupción nunca fue prioritaria. Cierto cinismo aconsejaba perdonar pecados veniales si había obra.
El problema es que la supuesta obra es bochornosa y los pecados no son veniales. Eso explica la rabia hirviente que se contará en las próximas elecciones.
amermar@gmail.com
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