En Venezuela, las contradicciones y el desparpajo están a la orden del día. Y no podía ser distinto por cuanto los criterios que revisten las decisiones políticas tomadas por el comandante–presidente, en su fuero de caudillo de montonera, apuntan a descalabrar impunemente la funcionalidad mínima que aduce un gobierno que se precia de su responsabilidad social y económica debidamente fundamentada en un proyecto de gestión de alcance popular y democrático.
La absurda determinación del personaje de marras sobre el hecho de exigirle a los gobernadores afectos al proceso socialista, “dedicarse en exclusiva al 26–S”, evidencia no sólo animadversión a cualquiera realidad que refleje algún síntoma de oposición a su pretensión de imponerse por encima de la voluntad del pueblo. Igualmente, evidencia un graves desconocimiento del significado de gobernar cuando más necesidad se tiene de ello. Sobre todo, en el plano de la actual crisis política agudamente incitada por fallas estructurales de la economía, tanto como por problemas sintomáticos del modelo de dominación vigente.
No es posible que en medio del creciente papel intervencionista del Estado venezolano, dado el desmedido afán de expropiar y confiscar por la infundada y arbitraria razón de transferir los sistemas de producción y de propiedad privada a manos del pueblo, pensando que por eso está haciéndose socialismo del siglo XXI, se ordene abandonar las competencias asumidas a través del voto popular por el descabellado empeño de jugar a la política “de orilla” a través de un ejercicio declarado de proselitismo. Aunque lo peor, ni siquiera es lo anterior. Las consecuencias más lesivas que tan disparatada concepción de “gobernar” habrán de generar, tocarían las propias realidades toda vez que los problemas sin resolver, como tantos, sigan acumulándose o degenerando en situaciones de mayor insidia.
Pero dicha situación contraviene toda consideración analítica expuesta por las ciencias de gobierno. Sin embargo, los partidarios del oficialismo insisten en vociferar, aunque sin sentido y coherencia alguna, “así es cómo se gobierna” lo cual deja ver que las realidades políticas venezolanas son una demostración fehaciente del grado de irracionalidad e ignorancia que, en términos de su alcance e implicaciones, caracteriza la visión del actual régimen cuando procura actuar en función de gobernar.
Mientras que para el comandante–presidente, la lucha política que está librándose de cara al 26–S no es por un escaño parlamentario, sino que desde su obtusa perspectiva representa “un asunto de vida o muerte”, para el país democrático es un reto de proporciones cívicas. De objetivos encuadrados por esperanzas y voluntades ganadas al amparo del propósito de ganar espacios políticos efectivos desde los cuales poder reivindicar los derechos ultrajados por el resentimiento de quienes han dirigido a Venezuela confundiéndola con un cuartel. O pensando que esto llegara a ser, un país sin gobierno.
¡USTED SE PASÓ DE LA RAYA!
En el país, pareciera que el atropello no tiene parangón. Ahora el presidente pretende arrogarse facultades de omnímoda incidencia. Ahora intenta decidir hasta lo que uno debe o no comprar en los establecimientos y mercados, ahora mal llamados abastos, usurpados por la bota del militarismo. Ahora es él quien se ha tomado atribuciones que, ni por casualidad, lucen descritas en el texto constitucional. Ni por muy incapaces e ignorantes que hubiesen sido los constituyentes que redactaron las líneas directrices de la actual Constitución de la República. Sólo que la estupidez y la presunción de creerse más que otro, incluso por encima del imaginario sobrehumano, han llevado a que muchas decisiones hayan podido enrarecerse en el curso de su improductivo mandato. De manera que en lo sucesivo, él decidirá lo que cualquier ciudadano debe comprar pues, de acuerdo a su criterio de reyezuelo, “hay productos que deben venderse mientras que otros no”. Es decir, que hay productos que son innecesarios lo que revela un razonamiento totalmente egoísta pues la determinación de que una persona compre lo que desea, es absoluta función de variables distintas de las que pueden estar en mente de otro.
LA LENGUA ES CASTIGO DEL CUERPO
Es un viejo aforismo usado cuando por causa de la palabra, se arriesgan situaciones. Ya los hebreos decían que “bueno es saber hablar, pero mejor es saber callar” ya que el silencio no tiene de qué arrepentirse. Sin duda que hay cosas para decirlas, mientras que otras son para callarlas. Sin embargo, la prepotencia de algunos, apoyados por las circunstancias del poder político que por ahora detentan, hace que no tengan criterio alguno para entender qué debe decirse y qué callarse. Más, cuando estas personas declaran públicamente ante medios masivos de comunicación social lo cual incita que las realidades terminen más turbias de lo mínimo necesario. La verborrea del presidente de la República, es ejemplo fehaciente de los problemas que su discurso cargado de frases que humillan, afonden, acusan y juzgan, provoca en virtud de los conflictos que alienta. Un refrán latino explica que “quien habla siembra; quien escucha, cosecha”. Faltó a este adagio, expresar que todo depende de lo que diga pues quien habla de modo iracundo y soez, está en el camino de recolectar tormentas pues ha sembrado tempestades. Y tristemente, es lo que está viéndose en el país cada vez que habla el presidente indistintamente del auditorio a quien dirija sus ideas y palabras. Bien por que al exagerar engaña. O porque al injuriar, golpea.
HASTA CON BOLÍVAR ARREMETEN
Ya ni siquiera respetan la paz del sepulcro a Bolívar. Por la sola presunción del comandante–presidente de suponer la hipótesis del asesinato del Libertador, ordenó la exhumación de sus restos con la solapada intención de rebatir lo que la historia, sujeta a argumentos válidos como el que refirió su médico de cabecera, además de los testigos que verificaron el deceso, testifica a través de la pluma de distintos estudiosos todos centrados en la investigación académica o historiográfica. En nombre del régimen, tal acto fue una profanación a pesar de haber sido realizado con “guantes de seda”. Sólo faltó que el personal transgresor vistiera de rojo para así honrar el agravio cometido en nombre de la vulgar obsesión del Demiurgo de Miraflores. Aunque luego de esto, no sorprendería para nada que los “resultados” ordenen el tajante reconocimiento de la hipótesis asumida para entonces arremeter, con la fuerza de una trasnochada venganza, contra todo lo que sigue oliendo a imperialismo “yanqui”.
¿CÓMO TAPAR EL SOL CON UN DEDO?
Ante esta pregunta, cualquier intención de hacerlo sólo podría salir de Miraflores. Y es porque estos gobernantes siempre han sabido “sacarle el cuerpo” a toda situación que quiera ponerlos en la picota con excusas huecas o extravagantes. Mejor dicho, al verdadero escarnio que no es otro que el representado por la capacidad de análisis del entorno geopolítico. Luego de que el gobierno colombiano expusiera públicamente los lugares de territorio venezolano donde están ocultos y protegidos jefes guerrilleros de las FARC, FALN y ELN, el canciller criollo, madurado por su ineptitud y servilismo, niega dicha presencia. Pero, ¿cómo pensar en tapar el sol con un dedo, si ello ha sido reconocido y confirmado repetidas veces por los gobiernos regionales del Zulia y Táchira? Además que sus respuestas no van más allá de expresiones cargadas de insolencia pues no tienen argumentos de peso para contravenir las acusaciones que señalan al régimen venezolano de encubridor o colaborador del terrorismo con nombre de guerrilla que lucha por la presunta liberación de Colombia.
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