Con respeto por las decisiones de otras personas he visto declaraciones que me producen aflicción. Se trata de quienes están dispuestos irse del país, se han ido o se preparan para viajar.
Tengo a dónde llegar y amigos que solucionarían los problemas de traslado. Si me voy, no volveré a estar amarrado de pies y manos ni a ver a dos de mis hijos también maniatados, uno con la amenaza de un cuchillo en el cuello y el otro con una pistola. Tampoco veré llevar, en bolsa de basura, el computador con su disco duro y mis escritos. No llegaré al número nueve de los ocho autos que me han robado.
Tengo a dónde llegar y amigos que solucionarían los problemas de traslado. Si me voy, no volveré a estar amarrado de pies y manos ni a ver a dos de mis hijos también maniatados, uno con la amenaza de un cuchillo en el cuello y el otro con una pistola. Tampoco veré llevar, en bolsa de basura, el computador con su disco duro y mis escritos. No llegaré al número nueve de los ocho autos que me han robado.
Gozaré de bibliotecas magníficas, salas de concierto, posibilidad de pasear de noche por los alrededores, usar autobuses, trenes y aviones bien conservados y con horarios conocidos. Podré adquirir alimentos, medicinas y vestimenta de calidad y menor precio. La vida me costará menos porque a cierta edad tenemos derecho a rebajas.
Sin embargo NO me voy. Esta es mi Patria y recordando de nuevo a mi maestro don Augusto Mijares, la Patria necesita más gente dispuesta a vivir PARA ella, que es lo común y no tantos capaces de morir POR ella, situación que se produce excepcionalmente.
La Patria no es valorable en dinero ni otra clase de bienes. Es la existencia misma, aplicada en el lugar en donde está todo lo que hemos vivido. Y esta MI Patria.
Desde cuando se fundaban El Tocuyo y Calabozo había caballeros con mi apellido creando lo que iba a ser Venezuela. Y desde el padre de mi tatarabuelo hasta mi primer nieto nacimos en Caracas y nos hemos llamado igual, en una familia que no heredó nunca fortuna sino dedicación al trabajo. Y mi otro tatarabuelo llamaba de “tú” al Libertador y él lo hizo General, no por amigo sino por méritos y ese General y su hijo están en el Panteón Nacional. Eso vale aquí, no en otra parte.
Aquí están mis dos docenas de nietos, mis nueve hijos, mi mamá con sus hermosos noventa y dos años, vitalidad y atención. Aquí están los míos, las personas que me quieren y aquellas a las cuales molesto. Aquí están mis bastantes profesores y los varios miles de mis alumnos. Aquí está mi colegio donde estudié, estudiaron mis hijos y estudian mis nietos. Aquí está mi Alma Mater, que vence a las sombras y siempre me alumbra con fiel claridad como cantó el poeta Pastori.
Aquí están mis amigos de Los Teques, Maracay, Valencia, Puerto Cabello, Barquisimeto, Coro, Trujillo, Maracaibo, Mérida, San Cristóbal, San Fernando, San Juan de los Morros, Ciudad Bolívar, Puerto Ordaz, Maturín, Barcelona, Cumaná, Margarita. No en otra parte.
Aquí están mis libros, mi biblioteca, los libros de mi padre y los de mi abuelo. No en otra parte.
Aquí y no en otra parte están las personas y los paisajes que he admirado, las mujeres que he querido, los personajes que estudio.
Aquí están mis libros, mi biblioteca, los libros de mi padre y los de mi abuelo. No en otra parte.
Aquí y no en otra parte están las personas y los paisajes que he admirado, las mujeres que he querido, los personajes que estudio.
Aquí y no en otra parte está mi casa, la casa que por casi cincuenta años mi mujer y yo hemos construido como un hogar de afectos y donde ella, con su inmenso amor me ha cuidado, tolerado, atendido, protegido.
Aquí quiero, que cuando terminen mis días y el calor de los hornos separe el agua que tengo adentro, la envíe camino del mar y quede el polvo en que me he de convertir según dice la Sagrada Escritura, ese polvo sea esparcido por mis hijos en el Avila, para que se transforme en un apamate, un roble, un bucare, un araguaney, un mango y de no ser ello posible, sea una porción, no importa que pequeñita, de esa montaña, que es parte de mí y de la cual quiero ser parte, la montaña que todos los días de mi vida he visto, a toda hora, mostrando todos los colores.
Está aquí y no en otra parte porque esta es mi Patria.
Tomás Polanco Alcántara
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