martes, 8 de junio de 2010

ASAMBLEA NACIONAL ¿QUE VA A PASAR? , MARIELLA ROSSO

Entre las preguntas recurrentes que salen a flote al conversar con la gente están: ¿Qué va a pasar en las elecciones del 26S de la Asamblea Nacional? ¿Qué va a hacer el presidente de ganar la oposición? ¿Qué va a pasar el 27S? ¿Va a empezar a “legislar” el parlamento comunal dejando a la Asamblea Nacional como un cascarón sin atribuciones? Todas estas preguntas son válidas, pero también son una invitación permanente a la -muchas veces- estéril especulación.

No sólo no soy adivina, sino que también considero que concentrarse en este aspecto quita fuerzas para la que, con toda seguridad, cada día será una lucha más difícil en la campaña hacia la Asamblea Nacional. Hasta el 26S se deberá surcar un camino atiborrado de trabas, zancadillas, trampas, campañas de desprestigio, abuso de poder y una incitación permanente al desánimo tanto por parte del gobierno, como de los sectores más radicales de la oposición que tienen años promoviendo la abstención y la desesperanza, muchos desde tribunas en los medios de comunicación.

Es imposible controlar lo que hará o dejará de hacer el partido de gobierno si ve amenazada su mayoría en la Asamblea Nacional, lo único que sí es posible controlar son las decisiones conjuntas e individuales a asumir dentro de la oposición ante estas elecciones. El foco debe estar concentrado en ello. Para aquellas personas que creemos firmemente que el camino es democrático y electoral, y que no existen salidas aventureras ni fáciles a esta situación nacional de gravedad en muchos aspectos, lo único que tenemos ante la brutal concentración de poder en manos del presidente es la fuerza moral, la cual se materializa al mantenerse firme en que la oposición tiene que seguir luchando dentro del marco que ofrecen los derechos constitucionales. Eso tarde o temprano rendirá sus frutos, aunque a veces no lo parezca porque vivimos asfixiados por el bombardeo diario de acontecimientos escandalosos que se apantallan entre sí.

También está claro que cada camino desesperado que tome el gobierno para preservar su monopolio de poder, tendrá un costo político que más temprano que tarde tendrá que pagar. Vivimos un momento muy preocupante en el país en el que el barco está haciendo agua por demasiados lugares y no es posible tapar todos los agujeros al mismo tiempo. Por ejemplo, no se puede acosar a la empresa privada y dejar desempleadas a miles de personas para intentar tapar las verdaderas causas de la escasez o la inflación, y a la vez pretender que esto no tendrá costo alguno. A las luces de los que está ocurriendo, no parece ser evidente que la sala situacional oficialista esté haciendo un balance político costo/beneficio siempre acertado. El gobierno trata al país como un laboratorio y va midiendo reacciones, las cuales lo llevan a improvisar nuevas acciones a diario. Su camino podría entonces no ser tan firme. como muchos creen cuando lo perciben como un ente invencible, quizás porque esa inducción no es gratuita, sino efecto de la estrategia aplicada en sistemas como éste.

En mi opinión, la premisa clave para una campaña de oposición a la Asamblea Nacional es que la lucha es por tener un organismo plural y equilibrado, donde estén representados todos los sectores políticos nacionales que puedan exigir una rendición de cuentas de nuestros recursos. Nadie razonable puede querer tener el poder tan concentrado en un solo color político: No es difícil dar a entender que en algún momento eso se revertirá en contra de los intereses de la población. Los contrapesos ante el Poder son siempre necesarios y eso pasa por una Asamblea Nacional multicolor. Pienso que éste es un argumento simple que arropa por igual no sólo a opositores, “ni-nis” o “no alineados”, sino incluso a simpatizantes del oficialismo que de buena fe creyeron que tenían ante sus ojos una opción de cambio, la cual resultó no sólo tener concentrados los peores vicios de los gobiernos del bipartidismo en Venezuela, sino que además vino cargada de un militarismo brutal y un afán de control desmedido. Para algunos el presidente encarnó el comienzo de una era de cambios. Para otros, entre los que me incluyo, encarnó y encarna el cierre de una era cuyos vicios muchos combatimos durante años con espítritu crítico. Como todo cierre de ciclo es traumático, muy difícil y con situaciones extremas que nunca esperamos vivir, pero que son inherentes a los puntos de inflexión.

Por todo esto me inclino más por la pregunta ¿qué debemos hacer?, cuya respuesta es más clara: Seguir concentrados en lo único que podemos estar en el campo político, en la lucha diaria por combatir el desánimo inducido y por promover una Asamblea Nacional balanceada que sea el contrapeso necesario al Poder de turno.

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