viernes, 18 de septiembre de 2009

UNASUR: DE BARILOCHE A QUITO PASANDO POR BRASILIA, PABLO DÍAZ DE BRITO, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2009, FUENTE CADAL

Jorge Taiana reporta sobre la reunión de cancilleres y ministros de Defensa de la Unasur en Quito de este martes: “Hubo amplio acuerdo entre 11 miembros y poca flexibilidad por parte de Colombia". Y sigue: “Hubo un gran esfuerzo y se trabajó mucho en la construcción de confianza y consenso”. “Todos ofrecimos flexibilidad, todos contribuimos, pero, en verdad hubo muy poca flexibilidad del lado de Colombia”. El boliviano Choquehuanca fue mucho más frontal, y ni hablar de Hugo Chávez, que ya ve una Colombia "aislada" y con un pie afuera de la Unasur.

Dejando de lado el aspecto retórico -que sin embargo no es nada menor- en el caso Unasur-bases se desnuda un episodio de tipo geopolítico-militar. Desde Palanquero y Apiay, los aviones de espía electrónica de Estados Unidos van a reunir la misma inteligencia sobre las FARC y demás narcos que reunían desde Manta, la base que tenían en Ecuador y que Correa ordenó cerrar. Pero que haya hasta siete bases habilitadas, solamente puede significar que los Estados Unidos planean aumentar sustancialmente estas actividades, con perdón por la perogrullada.

Y aquí lo de la lucha al narco comienza a sonar a poco. Resulta fácil imaginar a los analistas de la CIA construyendo hipótesis en las que Uribe se ve asediado por sus vecinos. Algo de eso ya ocurrió en marzo-abril 2008 (el episodio Reyes). Ahí tal vez sonó una alarma en Washington, cuando Correa y Chávez movilizaron tropas a la frontera. Lo que se ha dicho sobre los C-17 bajando con los marines es, en cambio, pura fantasía tropical. Pero por otro lado Estados Unidos mantiene, desde la era Rumsfeld, un número creciente de brigadas de despliegue rápido. Tener pistas en Sudamérica aptas para su uso es lógico y esperable, desde el punto de vista de un planificador militar del Pentágono. Un punto importante fue que el Departamento del gobierno de Estados Unidos armó estos acuerdos, vía Comando Sur. Ahora bien, que un planificador militar haga estos planes de por sí no significa nada. Estados Unidos tiene acuerdos similares -los llamados FOL- con otros 60 países y esto no implica riesgo de “invasión yanqui” de esos 60 países o de sus vecinos, como es bastante obvio.

Pero sí esta claro que habrá más colaboración y flujo de información sensible a partir de la actividad en las siete bases, o una parte de ellas. Cuando el episodio Reyes, se dijo que ahí había un caso claro de comunidad de inteligencia bilateral, y es muy posible que así haya sido. La pregunta es, nuevamente, por qué semejante aumento ahora. Si se trataba de reemplazar a Manta bastaba con algo similar. Presumiblemente en estos años ha existido una demanda creciente de este tipo de actividad por parte de los mandos militares colombianos y de los asesores estadounidenses del Plan Colombia. Vistos los excelentes resultados en el redimensionamiento de las Farc, los asisten sus buenas razones.

En cuanto a Brasil, es algo así como el tercero excluido. Que hizo saber que el asunto no le gustaba nada y señaló la Amazonia como área en peligro. En la reacción brasileña deben verse una suma de factores: mostrarse “antiimperialista” ante la platea regional para que los bolivarianos no lo corran por izquierda en un tema que lo afecta directamente, y la preocupación propiamente dicha por la movida militar, que al parecer existe. Pero Brasil acaba de anunciar un ambicioso plan de rearme de la mano de Francia. Que incluye, no uno, sino dos submarinos a propulsión nuclear (el primero antes de 2020 y el segundo inmediatamente después). Y nadie ha llamado a una reunión de emergencia de la Unasur ante esta jugada claramente unilateral y armamentista de Brasil. Hay acá dos pesos y dos medidas, claramente.

Sobre el resultado final de la cumbre de Bariloche, sobre aquel documento, se destacó mucho que no menciona explícitamente el tema de las bases. Pero además, en Bariloche se decidió hacer la cumbre de cancilleres y ministros de Defensa que acaba de fracasar en Quito y que debía aprobar la exigibilidad de la inspección recíproca de bases militares de los países miembros.

Un punto nada menor, al contrario. De hecho, de haber prosperado, además de los colombianos abriendo sus bases, se hubiese asistido al raro espectáculo de un ministro de Defensa chileno aprobando la apertura de sus cuarteles a la inspección de bolivianos y peruanos. Demasiado improbable.

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