Hace algunos días un amigo muy cercano me comentaba, en tono de sorna, que en semana y media que el comandante Chávez Frías estuvo fuera del país, los precios del petróleo subieron, una venezolana obtuvo por segundo año consecutivo el Miss Universo (algo nunca visto en la historia del certamen) y la meritoria Vino Tinto se apuntó un importante triunfo ante Perú. Muchas buenas noticias. Pero sobró que el caudillo pisara tierra venezolana y fuera recibido por una escuálida manifestación de seguidores tarifados, para que se desataran las fuerzas del Mal: sobre Caracas se precipitó una lluvia que por poco ahoga a los capitalinos y las capas tectónicas del occidente del país se desplazaron, generando un temblor que recordó el terrorífico terremoto de 1967. Muchas malas noticias y en muy pocas horas. El hombre, además es pavoso.
Pasados los primeros minutos ambos coincidimos en que lo que lo torna más peligroso al personaje no es tanto que arrastre consigo la mala fortuna, sino que anda en un juego extremadamente peligroso para Venezuela con Siria e Irán, que se han declarado enemigas declaradas de Occidente y de los Estados Unidos. A estas naciones hay que agregar Rusia, que en su afán por reflotar la industria armamentista y colocarla como puntal de la reactivación económica doméstica, no le importa venderle a Chávez Frías todas las armas que el presidente venezolano esté dispuesto a comprarle, sin importarle que ese frenesí armamentístico se haya convertido en un factor de grave desequilibrio en la región suramericana. De este desajuste han tomado debida nota los brasileños y los chilenos quienes ya han anunciado que se equiparán con armas modernas para mantener incólume su seguridad y soberanía nacional. Las guerras paranoicas que inventa el comandante tropical con el fin de adquirir notoriedad internacional y proyectar la imagen de que su ejército posee una fuerza arrolladora, están llevando al continente a incurrir en gastos que serían mucho más beneficiosos si se destinaran a satisfacer las necesidades en educación, salud, infraestructura, seguridad social y empleo, campos donde Suramérica muestra notables déficits.
La reciente gira, que tuvo lugar después de la revolcada que le dieron los presidentes suramericanos en Bariloche, mostró a un Chávez asociado con algunos de los gobernantes más autoritarios del planeta. El caminó por el cual optó, ahora sí de manera desembozada, lo llevó a hermanarse con personajes como el dictador de Siria y con el de Libia, quien en días recientes celebró con sus amigotes 40 años ininterrumpidos en el poder, hazaña sólo superada por Fidel Castro, el decano de todos los déspotas del orbe. En la medida en que Chávez y sus desvergonzados aprovechadores del ALBA, más se alejan de los países democráticos con economía de mercado, más se acercan a los tiranos que todavía quedan en la Tierra.
De todas esas alianzas la que me parece más peligrosa es la que mantiene con Ahmedinejah, el cuestionado presidente de Irán. Desde que se atornilló en el poder por cinco años más, el gobernante iraní, cada más impopular en su propio pueblo, ha radicalizado aún más su lenguaje y sus posiciones a favor de desarrollar el programa de energía atómica, que todo el mundo sabe que no persigue ninguna intención pacífica, sino que busca contar con armas de destrucción masiva para un eventual enfrentamiento con Estados Unidos, con los otros países de la región y, especialmente, con Israel, su enemigo jurado, y al que ha prometido en numerosas ocasiones hacer desaparecer de la faz del Universo.
La colaboración entre Caracas y Teherán, que se reafirma con preocupante insistencia, nos obliga a los venezolanos a preguntarnos cuál será la respuesta de Chávez frente a un hipotético ataque preventivo de Israel a los persas y una guerra contra Irán. En un escenario como ese -que no resulta inevitable aunque sí bastante probable, dada la insistencia de Irán en mantener su programa nuclear, a pesar de las prohibiciones que le han impuesto la Unión Europea y los Estados Unidos- ¿qué hará Hugo Chávez?, ¿será consecuente con la alianza con Ahmedinejad?, ¿en qué se traducirá esa coalición? En el caso de que Chávez decida mover sus piezas en ese tablero, en el que evidentemente no tenemos nada que ver, pues no se trataría ni siquiera de defender una democracia amenazada, Venezuela tendría todas las de perder.
Una muestra de las arriesgadas e irresponsables maniobras que ejecuta el comandante la ofreció en días recientes, cuando le prometió a Irán auxiliarla con 20.000 barriles diarios de petróleo, en el caso de que fuese sancionada por no acatar las resoluciones del grupo de países europeos que la conminó a suspender el programa atómico. Este gesto retador e inconveniente compromete los intereses nacionales, sin que se vislumbren cuáles beneficios podría percibir el país al verse envuelto en una batalla que se escenificaría muy lejos de nuestras fronteras.
La egolatría y delirio napoleónicos del héroe de Barinas, alimentados por los monaguillos que lo rodean, pueden comprometer seriamente los intereses de la Nación en un plazo muy corto. Alerta.
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