Cualquier emergencia pone en evidencia la vulnerabilidad de un país ranchificado: En lugares como “El Mulatal” en Catia, “Renny Ottolina” en Caricuao o “La Arboleda” en Fila de Mariches, lo ocurrido el sábado 12 de septiembre ratificó que en la vida real la existencia de un venezolano pobre importa menos al Poder que “salir” en una película de Oliver Stone…
Ese día a las 3:37 minutos de la tarde un prolongado y fuerte temblor generó justa alarma en la ciudadanía. Pero antes la lluvia y el granizo ya habían ocasionado estragos y destrozos en las dos ciudades que comparten el valle al pié del Ávila: la Caracas Visible y la Caracas Invisible.
EN LA CARACAS VISIBLE: “¡EFICIENCIA O MUERTE!”
En la Caracas visible, el espectáculo fue dantesco, pero conocido: Árboles caídos en las principales avenidas y calles del Este de la ciudad (único sector de la urbe que aun conserva algunos árboles), extensas y profundas lagunas en las autopistas, consecuencia de la obstrucción de los drenajes (los mismos drenajes obstruidos de siempre, generando las mismas lagunas en los mismos tramos de las mismas autopistas), revelan que la consigna “¡Eficiencia o Muerte!” gritada alguna vez por el Presidente de la República se quedo en eso: puro grito, puro ademán, puro teatro del poder.
En efecto, para poner al descubierto la bestial ineficiencia del gobierno no hace falta una guerra con Colombia, ni una invasión norteamericana, ni el ataque de una flota de platillos voladores: Basta una lluvia prolongada para comprobar en las calles de la capital la brutal indefensión de un país en el que la noción “gobierno” se transformó en una variante del concepto “espectáculo”: En vez de destapar y mantener drenajes, en vez de ampliar y construir autopistas, en vez de cumplir y hacer cumplir las normativas que disminuyan la vulnerabilidad ante el riesgo, el “gobierno” se dedica a dar “ruedas de prensa”, a asistir a “cumbres de presidentes” y a protagonizar “giras mundiales”. En tales actividades el Presidente ha cantado, a recitado, a bailado y -más recientemente- acaba incluso de protagonizar una película sobre un tema que le apasiona: El mismo.
Puede que esa distancia entre lo que el poder dice y lo que hace a algunos les produzca indignación. Pero esperen a ver lo que al mismo tiempo ocurre en la cara oculta de una revolución fingida…
EN LA CARACAS INVISIBLE, “DONDE SOLO TIEMBLA CADA MIL AÑOS”
De las 5,2 millones de viviendas registradas en toda Venezuela por el Censo del año 2001, unos 3,7 millones fueron construidas no por el Estado, ni por la empresa privada, sino por los propios ciudadanos. Esas viviendas están en el país invisible, en barrios donde las redes de servicios fueron también improvisadas por sus habitantes. De esta forma, las inevitables fugas en las redes de aguas blancas y aguas servidas agravan la inestabilidad de terrenos que en el caso de Caracas presentan pendientes superiores a las permitidas para la construcción de estructuras de uso residencial.
Pero además del problema de las aguas blancas y aguas servidas, en estos lugares muy rara vez existen estructuras para la escorrentía de las aguas de lluvia, llamadas “torrenteras”. En la inmensa mayoría de los barrios, las torrenteras para el drenaje de aguas de lluvia son las mismas escaleras, callejones y calles. Por eso, cuando las lluvias azotan con fuerza la ciudad, el agua que baja de los barrios llega a las calles y avenidas de la trama urbana con los muebles, con partes de las viviendas y a veces hasta con los cuerpos de los habitantes de esos barrios.
Resolver el problema de la vulnerabilidad de los barrios ante las amenazas naturales no se logra “eliminando los barrios”, pues el país que habita en ellos es más grande que el que habita en los espacios urbanos convencionales. La solución verdadera está en habilitar los barrios, dotándolos del equipamiento urbano y los servicios que permitan incorporarlos a la trama urbana, homologando la calidad de vida de sus habitantes a la que disfrutan los del resto de la ciudad. Esto ha sido prometido por muchos gobernantes, sobre todo a lo largo de los últimos diez años. Ninguno ha cumplido. Quizá por eso hoy a nadie le extrañó que lo dicho por el Ministro Jessie Chacón el pasado 4 de mayo, de que “un sismo como este difícilmente podrá repetirse en menos de mil años”, haya sido simplemente una más de una larga lista de mentiras, no por obvias menos ofensivas…
LAS DESGRACIAS “NATURALES” NO EXISTEN
Existen las “amenazas naturales”: La lluvia, el granizo, el terremoto, son amenazas naturales. Y que ocurran sólo depende de la naturaleza. Pero la vulnerabilidad de una ciudad y de un país, es el resultado de malos gobiernos, de pésimos gerentes, y -todo hay que decirlo- de la indolencia de ciudadanos que dejan en tan malas manos los asuntos públicos. Cuando una amenaza natural se conjuga con una vulnerabilidad social e históricamente construida, entonces ocurren las tragedias. Durante los últimos diez años no sólo no se ha avanzado en la habilitación de los barrios, sino que por el contrario se ha retrocedido, al ranchificarse lo que antes era trama urbana.
Si mañana llueve, graniza o tiembla, eso solo depende de la Naturaleza. Pero que sigamos teniendo gobernantes incompetentes, soberbios y corruptos depende de nosotros. Un terremoto no puede evitarse. La permanencia en el poder de burócratas insensibles al dolor del pueblo, claro que si.
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ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO,POLÍTICA, INTERNACIONAL,
Ese día a las 3:37 minutos de la tarde un prolongado y fuerte temblor generó justa alarma en la ciudadanía. Pero antes la lluvia y el granizo ya habían ocasionado estragos y destrozos en las dos ciudades que comparten el valle al pié del Ávila: la Caracas Visible y la Caracas Invisible.
EN LA CARACAS VISIBLE: “¡EFICIENCIA O MUERTE!”
En la Caracas visible, el espectáculo fue dantesco, pero conocido: Árboles caídos en las principales avenidas y calles del Este de la ciudad (único sector de la urbe que aun conserva algunos árboles), extensas y profundas lagunas en las autopistas, consecuencia de la obstrucción de los drenajes (los mismos drenajes obstruidos de siempre, generando las mismas lagunas en los mismos tramos de las mismas autopistas), revelan que la consigna “¡Eficiencia o Muerte!” gritada alguna vez por el Presidente de la República se quedo en eso: puro grito, puro ademán, puro teatro del poder.
En efecto, para poner al descubierto la bestial ineficiencia del gobierno no hace falta una guerra con Colombia, ni una invasión norteamericana, ni el ataque de una flota de platillos voladores: Basta una lluvia prolongada para comprobar en las calles de la capital la brutal indefensión de un país en el que la noción “gobierno” se transformó en una variante del concepto “espectáculo”: En vez de destapar y mantener drenajes, en vez de ampliar y construir autopistas, en vez de cumplir y hacer cumplir las normativas que disminuyan la vulnerabilidad ante el riesgo, el “gobierno” se dedica a dar “ruedas de prensa”, a asistir a “cumbres de presidentes” y a protagonizar “giras mundiales”. En tales actividades el Presidente ha cantado, a recitado, a bailado y -más recientemente- acaba incluso de protagonizar una película sobre un tema que le apasiona: El mismo.
Puede que esa distancia entre lo que el poder dice y lo que hace a algunos les produzca indignación. Pero esperen a ver lo que al mismo tiempo ocurre en la cara oculta de una revolución fingida…
EN LA CARACAS INVISIBLE, “DONDE SOLO TIEMBLA CADA MIL AÑOS”
De las 5,2 millones de viviendas registradas en toda Venezuela por el Censo del año 2001, unos 3,7 millones fueron construidas no por el Estado, ni por la empresa privada, sino por los propios ciudadanos. Esas viviendas están en el país invisible, en barrios donde las redes de servicios fueron también improvisadas por sus habitantes. De esta forma, las inevitables fugas en las redes de aguas blancas y aguas servidas agravan la inestabilidad de terrenos que en el caso de Caracas presentan pendientes superiores a las permitidas para la construcción de estructuras de uso residencial.
Pero además del problema de las aguas blancas y aguas servidas, en estos lugares muy rara vez existen estructuras para la escorrentía de las aguas de lluvia, llamadas “torrenteras”. En la inmensa mayoría de los barrios, las torrenteras para el drenaje de aguas de lluvia son las mismas escaleras, callejones y calles. Por eso, cuando las lluvias azotan con fuerza la ciudad, el agua que baja de los barrios llega a las calles y avenidas de la trama urbana con los muebles, con partes de las viviendas y a veces hasta con los cuerpos de los habitantes de esos barrios.
Resolver el problema de la vulnerabilidad de los barrios ante las amenazas naturales no se logra “eliminando los barrios”, pues el país que habita en ellos es más grande que el que habita en los espacios urbanos convencionales. La solución verdadera está en habilitar los barrios, dotándolos del equipamiento urbano y los servicios que permitan incorporarlos a la trama urbana, homologando la calidad de vida de sus habitantes a la que disfrutan los del resto de la ciudad. Esto ha sido prometido por muchos gobernantes, sobre todo a lo largo de los últimos diez años. Ninguno ha cumplido. Quizá por eso hoy a nadie le extrañó que lo dicho por el Ministro Jessie Chacón el pasado 4 de mayo, de que “un sismo como este difícilmente podrá repetirse en menos de mil años”, haya sido simplemente una más de una larga lista de mentiras, no por obvias menos ofensivas…
LAS DESGRACIAS “NATURALES” NO EXISTEN
Existen las “amenazas naturales”: La lluvia, el granizo, el terremoto, son amenazas naturales. Y que ocurran sólo depende de la naturaleza. Pero la vulnerabilidad de una ciudad y de un país, es el resultado de malos gobiernos, de pésimos gerentes, y -todo hay que decirlo- de la indolencia de ciudadanos que dejan en tan malas manos los asuntos públicos. Cuando una amenaza natural se conjuga con una vulnerabilidad social e históricamente construida, entonces ocurren las tragedias. Durante los últimos diez años no sólo no se ha avanzado en la habilitación de los barrios, sino que por el contrario se ha retrocedido, al ranchificarse lo que antes era trama urbana.
Si mañana llueve, graniza o tiembla, eso solo depende de la Naturaleza. Pero que sigamos teniendo gobernantes incompetentes, soberbios y corruptos depende de nosotros. Un terremoto no puede evitarse. La permanencia en el poder de burócratas insensibles al dolor del pueblo, claro que si.
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