Chávez retrocede con su característico pasito tuntún, en coincidencia con la cresta de dos olas.
Chávez ha usado y sacrificado, al menos temporalmente, a dos de sus más íntimas camaradas en armas, Lina y Luisa, Luisa y Lina; una Ortega Díaz y otra Ron puro; ambas catiras a juro, pero con diferentes destrezas y picardías. El contexto de su sacrificio provisional tiene ciertas torceduras.
Chávez posee fuerza para los manotazos despiadados y todavía cuenta con uno que otro Moratinos que lo comprenda y que explique cómo la garra fascista es apenas una caricia bolivariana que puede deberse a la exuberancia caribeña. Sin embargo, a pesar de este celestinaje, Chávez acusa cierta impotencia: el avance de los blindados, capaces de arrasar la tierra de los escuálidos opositores, se ha convertido en un montón de morralla revolucionaria verde-olivo.
Cierto que le dio un bombazo a las emisoras de radio; cierto que tiene la fuerza bruta de los grupos antimotines de la GN para amedrentar; sin duda, tiene los poderes del Estado a su entero mandar; pero acaba de recibir derrotas contundentes. Su proyecto fue parado en seco en Centroamérica con el derrocamiento de Zelaya; varios de sus colegas presidentes se le desmarcan con mayor o menor prudencia; y en lo doméstico, la ley que le ordenó sobre los delitos mediáticos se ha quedado como una gorda ballena, varada en el desierto de la perplejidad; ha tenido que admitir la requisitoria contra Lina Ron por el asalto terrorista a Globovisión, lo cual lo lleva a una cierta peleílla con una de sus falanges; ha visto cómo el Soberano anda medio insolente. En fin, ve derretirse fuerzas y sueños; no con la desesperanza de los grandes: Bolívar en Santa Marta o Napoleón en Santa Elena, sino con la descomposición del sargento Batista, la purulencia final del Nuevo Ideal Nacional del general Pérez Jiménez , la ruina moral del general Galtieri, el que lanzó la operación sobre Las Malvinas para recabar el apoyo popular que se le desvanecía, o la bufonada inmoral, costosa para venezolanos y hondureños, y peligrosa para Centroamérica, que protagoniza Zelaya.
¿Por qué Retrocede? Chávez retrocede con su característico pasito tuntún. Ha cerrado radios, pero se le desbarató el plan de cierre inmediato de Globovisión. Avanza con la ley de educación -hasta la fecha-, pero se le arruinó la ley que le ordenó a la Fiscal contra los medios. Se cogió Pdvsa, pero la ubre próvida de otros tiempos se ha convertido en el pellejo que estiran los sopranos que la desvalijan.
La clave de los retrocesos de Chávez estriba en la coincidencia de la cresta de dos olas, cada una con su dinámica particular, pero que cuando se montan una sobre la otra han provocado sus reculadas memorables, un ejemplo de las cuales se puede ver ahora. Una ola es la de la protesta interna, más o menos permanente, frente a la cual el régimen responde con represión. La otra ola es la internacional, que depende de la correlación de fuerzas entre los pícaros vividores, tipo Morales o tipo Moratinos, y los que ya están hartos del simulacro revolucionario. Hay temas locales que, por mala fortuna, no mueven a los de afuera; y hay temas de impacto internacional -como el armamentismo- que no mueven mucho a los de adentro. Pero, cuando hay un tópico ligado a los valores más globalmente compartidos, vinculados a los DDHH, dentro de los cuales está la libertad de expresión y los derechos de los opositores, entonces puede haber la convergencia de la protesta de adentro y la de afuera. Por el momento el Gobierno se encuentra sumergido en el tsunami.
Contra Globovisión. Lina Ron es jefe de un grupo armado de la misma estirpe de La Piedrita, de las Fuerzas Bolivarianas de Liberación y otras pandillas paramilitares. Lina Ron es la prolongación directa de las órdenes de Chávez y de su más inescrupuloso cargamaletas. La presencia del paramilitarismo chavista con la complicidad suicida del alto mando militar, es pública y notoria.
Chávez ha usado y sacrificado, al menos temporalmente, a dos de sus más íntimas camaradas en armas, Lina y Luisa, Luisa y Lina; una Ortega Díaz y otra Ron puro; ambas catiras a juro, pero con diferentes destrezas y picardías. El contexto de su sacrificio provisional tiene ciertas torceduras.
Chávez posee fuerza para los manotazos despiadados y todavía cuenta con uno que otro Moratinos que lo comprenda y que explique cómo la garra fascista es apenas una caricia bolivariana que puede deberse a la exuberancia caribeña. Sin embargo, a pesar de este celestinaje, Chávez acusa cierta impotencia: el avance de los blindados, capaces de arrasar la tierra de los escuálidos opositores, se ha convertido en un montón de morralla revolucionaria verde-olivo.
Cierto que le dio un bombazo a las emisoras de radio; cierto que tiene la fuerza bruta de los grupos antimotines de la GN para amedrentar; sin duda, tiene los poderes del Estado a su entero mandar; pero acaba de recibir derrotas contundentes. Su proyecto fue parado en seco en Centroamérica con el derrocamiento de Zelaya; varios de sus colegas presidentes se le desmarcan con mayor o menor prudencia; y en lo doméstico, la ley que le ordenó sobre los delitos mediáticos se ha quedado como una gorda ballena, varada en el desierto de la perplejidad; ha tenido que admitir la requisitoria contra Lina Ron por el asalto terrorista a Globovisión, lo cual lo lleva a una cierta peleílla con una de sus falanges; ha visto cómo el Soberano anda medio insolente. En fin, ve derretirse fuerzas y sueños; no con la desesperanza de los grandes: Bolívar en Santa Marta o Napoleón en Santa Elena, sino con la descomposición del sargento Batista, la purulencia final del Nuevo Ideal Nacional del general Pérez Jiménez , la ruina moral del general Galtieri, el que lanzó la operación sobre Las Malvinas para recabar el apoyo popular que se le desvanecía, o la bufonada inmoral, costosa para venezolanos y hondureños, y peligrosa para Centroamérica, que protagoniza Zelaya.
¿Por qué Retrocede? Chávez retrocede con su característico pasito tuntún. Ha cerrado radios, pero se le desbarató el plan de cierre inmediato de Globovisión. Avanza con la ley de educación -hasta la fecha-, pero se le arruinó la ley que le ordenó a la Fiscal contra los medios. Se cogió Pdvsa, pero la ubre próvida de otros tiempos se ha convertido en el pellejo que estiran los sopranos que la desvalijan.
La clave de los retrocesos de Chávez estriba en la coincidencia de la cresta de dos olas, cada una con su dinámica particular, pero que cuando se montan una sobre la otra han provocado sus reculadas memorables, un ejemplo de las cuales se puede ver ahora. Una ola es la de la protesta interna, más o menos permanente, frente a la cual el régimen responde con represión. La otra ola es la internacional, que depende de la correlación de fuerzas entre los pícaros vividores, tipo Morales o tipo Moratinos, y los que ya están hartos del simulacro revolucionario. Hay temas locales que, por mala fortuna, no mueven a los de afuera; y hay temas de impacto internacional -como el armamentismo- que no mueven mucho a los de adentro. Pero, cuando hay un tópico ligado a los valores más globalmente compartidos, vinculados a los DDHH, dentro de los cuales está la libertad de expresión y los derechos de los opositores, entonces puede haber la convergencia de la protesta de adentro y la de afuera. Por el momento el Gobierno se encuentra sumergido en el tsunami.
Contra Globovisión. Lina Ron es jefe de un grupo armado de la misma estirpe de La Piedrita, de las Fuerzas Bolivarianas de Liberación y otras pandillas paramilitares. Lina Ron es la prolongación directa de las órdenes de Chávez y de su más inescrupuloso cargamaletas. La presencia del paramilitarismo chavista con la complicidad suicida del alto mando militar, es pública y notoria.
Desde la creación de los círculos del terror en adelante, cuando el Gobierno se ve limitado en el uso al descampado de la fuerza policial o militar, apela a las bandas paramilitares para disolver protestas y manifestaciones. Han usado contra directivos, dueños, periodistas y trabajadores en general de Globovisión todos los instrumentos legales e ilegales, violentos y más violentos, abiertos y subrepticios. Quisieron doblegarlos y no pudieron; quisieron asustarlos y les dieron más coraje; los presionan a retroceder y avanzan. El Gobierno no encuentra cómo hacer con Globovisión y lo de Lina Ron es la otra cara de Diosdado Cabello con sus medidas administrativas o de Luisa Ortega con sus “investigaciones”.
El problema es que el asalto terrorista reciente se produjo en un contexto en el que el Gobierno se encuentra seriamente averiado. No pudieron torearlo cariñosamente, a pesar de que los automatismos iniciales llevaron a la Fiscalía a afirmar que investigaría lo ocurrido “en los alrededores” del canal, cuando el planeta entero vio que los hechos fueron también dentro de éste; y a Blanca Eckhout decir que el canal quería “victimizarse”, que es como acusar al muerto de querer “victimizarse” y que por eso se deja matar.
El efecto nacional e internacional de la acción del chavismo terrorista, en las condiciones de debilidad del Gobierno, llevaron a echarle los leones a Lina Ron. Al menos por un ratico.
La ley fascista. El país vio a un Presidente desencajado ordenándole a la fiscal que procediera contra los medios: “Para eso están ahí. Y si no, renuncien, y se van de sus cargos y que gente con coraje asuma”, les dijo a las Luisas. La Fiscal se puso a trabajar, con el ahínco que la caracteriza cuando se trata de instrumentar la represión ataviada de togas y códigos. Presentó su propuesta, la cual recibió el apoyo inmediato de Diosdado Cabello y de algunos diputados. Dijo la fiscal: “Constituye un valor constitucional la protección a la seguridad de la Nación y este valor, si lo colocamos frente a la libertad de expresión, debe prevalecer”. Era la tesis de la seguridad nacional invocada por los militares argentinos y brasileños en el marco de sus tenebrosas dictaduras. La protesta simultánea mundial y nacional puso a Chávez en un brete que dejó colgados de la brocha a proponente y apoyadores.
Chávez ha actuado con Ron y Ortega de manera similar. Ambas son sus incondicionales. Ambas fueron instruidas sobre lo que había que hacer y cuándo; han sido dejadas a la intemperie por conveniencia del jefe. Estas damas no son inocentes, pero no son las autoras de su drama. Son criaturas de una monstruosidad que les mece la cuna y las sobrepasa.
Este episodio muestra el rostro más inmoral de Chávez, capaz de abandonar a los suyos cuando suenan los triquitraquis.
¡Chavistas del mundo, uníos antes que su jefe los mastique como caña dulce y los devuelva como bagazo amargo!
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